🥀Capítulo 38🥀

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Kylian

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Kylian

Abigail no tuvo más remedio que venir conmigo.

Por más que sus labios gritaran negativas, ante la mención de Eros, sus ojos desbordaron ese brillo que se apagó desde la última vez que la vi. Ella y yo sabíamos que Eros era el sitio que la hacía feliz, donde pudo salir sin ataduras y miedo. Quería devolverle eso. Siempre encontraría la manera de recordarle quien era.

—¿Qué hacemos aquí? —Preguntó al verme entrar al auto servicio de un restaurante de comida rápida.

Mi silencio fue la respuesta que obtuvo. Era gracioso que hiciera preguntas que no necesitaban hacerse. Ella no había comido nada, lo noté, esos temblores eran por debilidad y la falta de los medicamentos en su sistema, además de las drogas. Joder.

Quería azotarle el culo mientras la hacía tragar comida hasta que no pudiera más.

Detuve el auto e hice el pedido ante la atenta mirada de Abigail, posteriormente me dirigí a la ventanilla donde pagué a una joven curiosa y coqueta que me entregó el pedido sin dejar de sonreír como si tuviera algo en la cara. Le entregué la comida a Abigail y aparqué el vehículo en el estacionamiento del establecimiento.

—Come —ordené con la vista al frente.

—No quiero comer.

—No estoy preguntándote. Comerás todo lo que está ahí por tu cuenta, créeme, Abigail, no quieres que te lo haga tragar yo.

Su mirada tenía como objetivo aniquilarme donde me hallaba sentado, mal para ella que no le fuera a funcionar, así que, consciente de que mis métodos no serían los más lindos, abrió el empaque y sacó la hamburguesa, el olor de la carne y los demás ingredientes impregnó mi auto. Me contuve para no bajar las ventanillas, incluso con el aire acondicionado, el olor me desagradaba y la idea de que la suciedad estaba sobre mí, me ponía ansioso.

—Me hubieras preguntado, no me gusta la cebolla.

—Quítasela.

—Le queda el sabor.

Me volví a verla, mi mirada cargada de poca paciencia. Se mordió el labio para disimular una sonrisa, pero la diversión en sus orbes la delataba.

—De acuerdo —accedió—, ¿sabes que la paciencia es una virtud?

—Come, Abigail.

Le dio la primera mordida y casi pude oírla gemir de satisfacción, masticó despacio y metió un par de papas a su boca, tenía los empaques en su regazo y la soda entre las piernas.

—¿Te enojas si ensucio? —Averiguó. Casi pude estar seguro de que lo haría solo por joderme, tal y como ensuciaba mi baño con su cabello y moviendo las cosas del lugar donde yo las dejaba.

Callé y ella continuó masticando y bebiendo, no le importaba ensuciarse los dedos y la boca, su lengua se encargaba de limpiar todo rastro de salsas, sal y condimentos. Debería parecerme desagradable, sin embargo, solo pude quedarme embelesado observándola hacer algo tan común, pero tan nuevo para mí.

Eros ©Where stories live. Discover now