🥀Capítulo 30🥀

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Gracias por no olvidarme, los amo❤️‍🔥

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Kylian

Mi obsesión por Abigail se volvió casi insoportable.

Puse distancia entre nosotros después de todo lo ocurrido hacia dos años; necesité irme para que todo volviera a estar en orden, lo qué pasó fue algo nuevo para todos los que formábamos parte de Eros, jamás se vio algo similar y me culparon, lo cual me importó una mierda, nadie tuvo el valor de enfrentarme, incluso así, tomé la decisión de marcharme y hacerme cargo desde Rusia, después me trasladé a Pakistán donde estuve seis meses. Mi viaje finalizó en Noruega, un lugar en el que busqué la paz que hasta el día de hoy no encontraba.

Fue inútil poner distancia entre Abigail y yo. Seguí todos sus movimientos, cada post en su Instagram, Facebook y Twitter. Veía su vida a través de lo que me daba en las redes sociales; se le veía radiante en Grecia, hermosa en su graduación, bastante feliz en los eventos de la familia Byrne, luciendo su belleza del brazo de su prometido.

Me había prometido no indagar en su vida, dejarla estar en los brazos de Rowan, trataba de hacerme entender que debía alejarme, aunque todo mi ser ansiara probar cada rincón de su cuerpo una y otra vez. Luché contra todo de mí para no arrebatársela. Me obligaba a recordar quien era Rowan, me obligaba a frenar mis impulsos y Abigail ayudó al mostrarme su felicidad. Podría sentirme jodido de querer verla deprimida, extrañándome, no contenta mientras cenaba junto a Rowan en un lujoso y romántico lugar en Irlanda.

Debería estar aliviado de que ella estuviera fuera de mi alcance, enamorada de mi mejor amigo y a punto de casarse.

Pero no. Joder. Era imposible olvidarme de ella y aceptar que no me pertenecía.

Y por esa obsesión y mi acérrima negativa a soltarla, había vuelto luego de dos años; la distancia no ayudó ni una mierda y de nuevo regresaba dispuesto a tomar de Abigail lo que se me diera la gana.

Le recordaría lo que era perderse en mis caricias, en la fuerza de mis manos en su carne, el duro embiste de mi polla contra su coño. Cada puto momento qué pasó gritando de placer en mi cama.

Y no lo sentía por Rowan, ya no, ni siquiera un poco. Porque el placer estaba por encima de la amistad que teníamos. Podía decirle que no a mi corazón, pero a mi polla jamás.

—Te sentó bien el tiempo fuera —comentó Paris; esta vez llevaba el cabello en color naranja, un color demasiado chillón—. ¿No me extrañaste?

—Ni siquiera me acordaba de ti.

Efectuó un mohín que la hizo ver ridícula. Luego se miró las uñas pintadas de púrpura. Sus muñecas estaban llenas de pulseras de cuero con picos y un montón de mierda metálica.

—Pensé que volverías por tu pajarito. Dijiste que lo harías.

—No dije cuando. Y deja de entrometerte, pareces una jodida chismosa.

Eros ©Where stories live. Discover now