⛓Capítulo 1⛓

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Abby

La noche se sentía cargada con una sensación extrañamente peculiar.

No podía describir de qué iba, por lo regular, las noches en Eros siempre se volvían densas de lujuria, a eso venían las personas aquí: en busca de un deseo lascivo. Pero hoy no solo advertía tales sensaciones, sino un ambiente peligroso; mi cuerpo experimentaba un vacío en el estomago y un estremecimiento que me erizó la piel. Por más que barrí el local con mis ojos, no vi nada fuera de lo normal.

Me decidí a ignorarlo, pese a que, esto no me abandonaba, al parecer era la única a la que le sucedía algo así, mis compañeras charlaban en los camerinos como si nada. Traté de contagiarme con su tranquilidad y poco a poco me centré en mi maquillaje y mi ropa, o lo poco que llevaba de ella. Me esforzaba cada noche en salir luciendo mis atributos y dando el mejor de los shows, el ser una stripper estrella de Eros, se me exigía más que al resto.

—Abby, en diez minutos —anunció Rita, asomó la cabeza apenas lo necesario a través de la puerta.

Asentí. Afuera se escuchaba la algarabía de la música, no había gritos ni personas fuera de control, este era un club prestigioso en Irlanda y no cualquiera entraba, por ello vine aquí, vivía una segunda vida que hasta ahora nadie había descubierto. Si mis padres averiguaban que su hija de dieciocho años bailaba semidesnuda para un montón de mujeres y hombres adinerados, seguro me dejaban de hablar de por vida, eran demasiado conservadores y apegados a una religión de la que me pude librar.

Me incorporé de la silla y eché un último vistazo a mi cuerpo, satisfecha con lo que veía. Usaba una falda de red que dejaba a la vista mi ropa interior: una tanga de hilo y un sostén con transparencias que mostraba lo necesario de mis pezones. Era una mujer voluptuosa, incluso ante mi edad, tuve un desarrollo veloz y temprano. Mis senos eran muy grandes, al igual que mi culo, tenía un rostro pequeño y perfilado, como el de una muñeca, cabello negro y ojos grises. Mi físico me ayudó a entrar aquí, mi edad había sido un impedimento que logré vencer, necesitaba con urgencia el dinero y sin duda, aquí ganaba mucho.

—Listo, Abby —murmuró Rita.

Salí enseguida sobre unas plataformas que venían siendo parte del outfit, aunque no me gustaban demasiado, procuraba no llevarlas muy altas, incluso cuando mi estatura lo requería. Era pequeña.

Abandoné el camerino y seguí por el pasillo mientras veía las luces violetas y rojizas materializarse en un destello que por segundos ponía un color intenso y en otros más apagaba todo en penumbras.

Escuché que el anunciador dijo mi nombre, no el verdadero, solo el seudónimo que usaba. Subí los escalones faltantes para llegar al escenario y como era mi costumbre, eché un rápido vistazo a los invitados de esta noche. Había solo hombres, hoy no vinieron mujeres. Ellos ocupaban un puesto en los sillones de cuero, vestidos de traje y con los relojes de oro reluciendo en sus muñecas por encima de todo; la mayoría eran ancianos, pero también había gente joven. Sin embargo, un sujeto en el rincón llamó mi atención mientras yo sostenía el tubo y me movía con gracia y sensualidad al ritmo de la música.

Mi piel resintió su presencia apenas lo vi elevar la comisura de sus labios hacia un lado. Descansó el codo en el reposabrazos y su pulgar se movió de derecha a izquierda por su barbilla masculina, apenas podía verle el rostro debido a la escasa luz y al enérgico movimiento que yo realizaba. Trataba de no perder la concentración y al mismo tiempo averiguar más de esa figura masculina y poderosa que no se detenía de escrutarme. Jamás sentí una mirada tan cargada y peligrosa, por un segundo asocié mi malestar de presentimiento con su estadía.

Eros ©Where stories live. Discover now