Kylian Draxler está acostumbrado a tomar lo que quiere, en buenos o malos términos, nada se le niega.
Corrupto, perverso y sádico, es una bestia que se instruyó en el pecado, un hombre inteligente que diseña armas y es contador. Lidera un imperio...
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Kylian
Nunca me pasó por la cabeza traicionar a Rowan, quizá lo hubiera esperado por un negocio o cualquier mierda parecida a ello, pero nunca por una mujer, habiendo tantas en el mundo, no creí que eso llegaría a ser un problema algún día, además, no compartíamos los mismos gustos, había conocido a muchas de sus novias y ninguna llamó mi atención. Sin embargo, con Abigail descubrí lo contrario, tal vez porque ella demostró ser una cosa muy diferente, engañaba con su apariencia de ángel y por dentro no era más que lo contrario.
Mi pequeña monstruo.
Mi gusto se convirtió en un juego y después en una obsesión que no pude controlar y se salió de mis manos.
En estos momentos debería estarme haciendo cargo de lo que sea que Rowan estuviera planeando, pero en su lugar, me encontraba velando el sueño de Abigail mientras permitía que el alcohol invadiera mis sentidos. Necesitaba relajarme, la tensión se acumulaba en mi espalda y la manera de liberarla la estaba evadiendo. No quería ensuciarme las manos, no ahora, todavía no era el momento, me reprimía para lo que sucedería en los próximos días, porque sabía que estos momentos de tranquilidad, eran los últimos que tendría cuando Rowan comenzara a dar el primer paso que lo conduciría a su muerte.
No quería asesinarlo, no quería arruinarlo más de lo que ya estaba porque todo fue mi culpa, pero mi egoísmo y mis ganas de quedarme con ella, pesarían más que cualquier lealtad que hubo entre nosotros.
Escuché unos golpes en la puerta, deseché la idea de que se tratara de París, esa loca jamás tocaba, no obstante, cuando me levanté a abrir, la encontré de pie del otro lado con el medico acompañándola. Salí de la habitación, Abigail se hallaba desnuda en mi cama y no quería que ninguno de los dos la viera.
—¿Qué me tiene? —Fui directo. París se retiró en silencio, dándonos privacidad, pero manteniéndose cerca.
—Ella necesitará un tratamiento, eso ya se lo había dicho, pero lo más importante es que hallé en su sistema algo extraño, aunque ya he estado familiarizado con ello.
—¿De qué habla? Vaya directo al punto. —Mi paciencia se agotaba y seguía dándole vueltas al asunto.
—Una variante de un suero, el mismo que se vendía en las calles como droga y mató a unos cientos de personas.
—¿Suero?
—Sí, este se adhirió a su torrente sanguíneo como una sanguijuela, sigue ahí desde hace dos años, es el tiempo que lleva con él y es el principal causante de sus terrores nocturnos. Lo puedo asegurar.
Dos años. El tiempo en el que yo me alejé de ella, tiempo en el que Silas aún seguía con vida, era el único cretino que manejaba esa mierda de suero. Casi podía jurar que fue él quien lo puso en su sistema. Hijo de puta. Incluso muerto seguía jodiéndome.
