Kylian Draxler está acostumbrado a tomar lo que quiere, en buenos o malos términos, nada se le niega.
Corrupto, perverso y sádico, es una bestia que se instruyó en el pecado, un hombre inteligente que diseña armas y es contador. Lidera un imperio...
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Kylian
Recordaba su cuerpo delgado en el suelo siendo apaleado por otros niños.
El primer pensamiento que tuve fue dejarlo pasar. No se trataba de mi problema, Sullivan nos enseñó a no entrometernos en peleas que no eran nuestras y que en lugar de beneficiarnos nos traerían enemigos. Las injusticias serían parte del día a día y no había manera de que pudiéramos erradicarlas, no haríamos la diferencia cuando probablemente lo que evitamos en el hoy, sucedería en el mañana.
Sin embargo, un impulso me empujó hacia el cuarteto de muchachos y los golpeé sin recibir un rasguño por parte de ellos. Huyeron, como los cobardes que eran, dejando a un escuálido muchacho de cabello rubio tirado en el suelo con evidentes heridas de violencia y sangre goteando de la nariz.
Lo ayudé, él supo ser agradecido conmigo al igual que su familia, la familia Byrne, una de las más poderosas e influyentes de Irlanda. En aquella ocasión mi imprudencia y romper las reglas me trajo beneficios, Rowan se convirtió en mi mejor amigo y fuimos inseparables durante años, hasta que la oscuridad que había en mí me arrastró hacia otro lugar, mientras la suya se camufló entre trajes caros, sociedades y elite.
Lo apreciaba, nos ayudábamos cuando lo necesitábamos, compartíamos experiencias y algunas veces también mujeres; junto a él había vivido buenos momentos, no demasiados, pero sí con significado. Era de los pocos que me vieron reír y siempre estuvo ahí.
Ahora, por más que intentara sentir pena por lo que le hacia, no podía, no existía un solo atisbo de culpa o remordimiento, solo el deseo de seguir repitiéndolo. Y maldita sea, jodía, porque no sentía pesar. Independientemente de mi desinterés por mantenerme leal, al menos quería experimentar algo en mi consciencia que no fuera nada.
A veces de verdad creía que no tenía emociones, al menos no las correctas, porque si me inclinaba por el lado oscuro, encontraba bastantes de ellas como, por ejemplo, la lujuria y el deseo de poseer lo que no me pertenecía.
Abigail se estaba volviendo un puto problema. No podía pasar de ella, cada vez que me decía que sería la última vez, hacia una tontería peor, como secuestrarla en mi departamento.
Mierda. Mierda. Mierda.
Ella no representaba ningún problema, lo que pudiera decir y a quien, no me afectaría, lo arreglaría como lo había hecho con todo lo que amenazaba crear un desorden en mi vida. Y por Dios, Abigail estaba tan asustada que sería incapaz de decir algo, mas no solo se trataba de su miedo lo que la frenaba, también el gusto que sentía por mí y el descubrimiento sobre la doble vida de Rowan. Era una chica inteligente y muy prudente que estaba bien consciente de que llevaba las de perder.
Pensarla en mi departamento me gustaba más de lo que podría admitir algún día. Su olor en mi cama, sus mechones en mi baño, el cepillo de dientes junto al mío, su compañía al desayunar cada mañana, su coño abierto para comérmelo cuando yo así lo dispusiera.
