Kylian Draxler está acostumbrado a tomar lo que quiere, en buenos o malos términos, nada se le niega.
Corrupto, perverso y sádico, es una bestia que se instruyó en el pecado, un hombre inteligente que diseña armas y es contador. Lidera un imperio...
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Abby
Sus embistes eran suaves.
Mis ojos se mantenían cerrados, su perfume se colaba por mi nariz y el calor de su cuerpo calentaba aún más el mío. Hacia días que no nos veíamos y lo primero que hizo Rowan al encontrarnos, fue follarme contra su escritorio. No me quejaba, pero al menos esperaba alguna pregunta de cortesía, como, por ejemplo: ¿cómo estás?
—¿No estás feliz de verme? Fueron dos semanas —murmuró, lamiéndome el cuello. Me estremecí leve y jadeé, balanceando las caderas contra su miembro erecto que continuaba empujando dentro de mí.
—Sí —musité en un gemido corto.
Amasó mis senos con ambas manos, los sujetó apretándolos uno con otro y chupó mis pezones, provocándome, él sabía dónde tocar para excitarme. Arañé su espalda y eso lo calentó, aumentó el ritmo de sus penetraciones y en pocos segundos el orgasmo se gestó en mi vientre bajo, descendió hacia la unión de mis piernas y se centró en mi sexo. Mis paredes se contrajeron y alcancé la cúspide segundos antes de que él se viniera dentro del preservativo. Yo usaba un implante en mi brazo, pero, aunque Rowan fuera mi novio por un poco más de dos años, no me fiaba del todo. No podía y él lo respetaba, además, no me gustaba quedar llena de su semen, hacia un desastre en mi entrepierna.
—Te amo, Abby —besó mis labios de manera fugaz—, ya quería verte.
—Lo noté —murmuré.
Tenía poco que me había desvirgado, lo hizo el día de mi cumpleaños numero dieciocho, esperó a que fuera "legal", aunque eso no disminuía lo mal que nuestra relación estaba, él tenía veintiséis cuando nos conocimos, yo solo contaba con dieseis.
Bajé del escritorio y acomodé mi ropa, él fue al baño y regresó con una toalla limpia y los pantalones arriba. Me tendió la toalla y limpié los vestigios de mi orgasmo.
—Pasado mañana quiero que vengas a cenar a casa de mis padres —dijo de pronto, tomó asiento en su silla y posó su atención en el ordenador.
—¿Qué celebramos? —Pregunté. Siendo franca, ir a casa de mis suegros no me emocionaba mucho.
Rowan era hijo del alcalde de la ciudad, su madre era una persona importante en la sociedad, obviamente, mientras que mi novio trabajaba como un prestigioso General de división en la PICD. Puesto que obtuvo hace poco y no por méritos propios, sí, él era bueno desempeñando su trabajo, pero todos sabíamos que ese puesto le pertenecía a alguien más. Rowan era demasiado joven para tomarlo. Sin embargo, nadie se metía con las decisiones que la familia Byrne tomaba. Eran unas de las familias más poderosas en Irlanda y de las más respetadas.
Cuando supieron que una joven estudiante era la novia de su hijo, que además era diez años menor que él, pegaron el grito en el cielo. Trataron de persuadirlo, de amenazarme y hasta llegaron a ofrecerme dinero para dejarlo, creyendo que se trataba de esto lo único que me importaba de su hijo, cuando la realidad era que Rowan me atrajo desde el momento en que lo conocí.
