Cena familiar

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—Osvaldo — intenté levantarme, pero Adrien lo evitó cuando me agarró el brazo.

—Quieta te ves más bonita — murmuró, donde solamente yo pude oírlo.

Osvaldo ni siquiera me miraba. No sé si era por lo que debió haber visto hace unos instantes o por el simple hecho de lo que ha debido pasar con esa mujer.

Quisiera agarrarle la mano y salir corriendo de aquí, pero con esta gente aquí no llegaríamos muy lejos. Es más, no habría lugar para escondernos de ellos. No puedo cometer una terquedad, necesito pensar con cabeza fría. Si acepto ese ridículo trato, tal vez pueda exigir la vida que tenía con mi esposo de vuelta.

—Que sorpresa. No sabía que teníamos un invitado especial —dijo el tío de Adrien. 

Harry y Olivia se pusieron de pie para saludarlo. Me gustaría tener un segundo a solas con él, decirle que soporte un poco más, que tengo la manera de zafarme de estos malditos, pero necesito tiempo.

Osvaldo seguía cabizbajo, aún cuando tomó asiento. No podía cruzar mirada con él, por más traté y tampoco lo alcanzaba con mi pierna por debajo de la mesa.

Mi último intento fracasó debido a Adrien, pues descansó su mano caliente en mi entrepierna. ¿Qué está haciendo este loco?

Lo miré de reojo, dándome cuenta de que no le quitaba la mirada a Osvaldo de encima. Ese hecho era preocupante y alarmante para mí. Es evidente que lo ve como un estorbo y alguien como él es capaz de hacerle daño sin dudar.

La empleada repartió los platos, buscando por último un par de bandejas a la mesa, una detrás de la otra, y peor que la anterior. Mis ojos querían salirse de órbita. Nadie más parecía aterrado o afectado por lo que habían servido en cada plato. En aspecto no peca, pero saber de qué es la carne, hace que pierda automáticamente el apetito.

—Come— ordenó, en un tono bajo, apretando aún más mi muslo—. No te atrevas a despreciar la comida frente a mi familia. La comida en esta casa no se desperdicia.

Las lágrimas estaban al borde de mis ojos, pero luché conmigo misma para no permitir que me vieran llorar.

—Y bien, ¿es que aquí nadie piensa comer? ¿Qué están esperando? La comida se enfría — Harry fue el primero en disfrutar de su comida.

Osvaldo tampoco se atrevía a comer, no dejaba de mirar el plato, es como si supiera lo que es.

—Disculpénlo, todavía no lo he educado y domesticado — Camila le enterró el tenedor a Osvaldo en el antebrazo y, aunque no lo atravesó, sí le dejó la marca y le sangró.

Me levanté abruptamente de la mesa, dispuesta a golpear a esa perra que se atrevió a lastimar a mi marido, pero oí un sonido singular que, para los oídos de cualquiera hubiera pasado desapercibido, pero mis sentidos, especialmente mis oídos se han vuelto sensibles y captan cualquier mínimo ruido, por más suave que sea.

Miré a Adrien y, aunque no me estaba mirando, había soltado el tenedor y el cuchillo sobre la mesa, a ambos extremos del plato. Automáticamente traje a mi mente esa escena que hice en esa novela, obligándome a darme por vencida y a devolver mi trasero al asiento. Sabía que detrás de esa pequeña acción había una consecuencia al desobedecer.

—¿Estás bien? — Olivia le preguntó a Osvaldo.

—Disculpen por mí mala educación. Y sí, me encuentro bien, gracias por preguntar— en su timbre de voz supe que estaba a punto de quebrarse en llanto, aun así, prefirió disculparse y quedarse cabizbajo.

Incluso él se vio en la obligación de comer. Con esa maldita arpía cerca, no podía hacer nada más. Él también le tenía miedo, de la misma manera que temo de Adrien. Algún día le haré pagar por lo que hizo, así sea lo último que haga. Tanto a ella, como a ese infeliz.

Aclamé a Dios, para que me permitiera pasar esta horrible prueba lo más rápido posible. Adrien cortó la carne para mí en trozos pequeños, supuse que lo hacía para que fuera más extenso y amargo el castigo.

Dejando a un lado todo eso, cuando probé el primer bocado, las náuseas que había tenido segundos antes desaparecieron. No era tan desagradable como lo imaginé. De hecho, era la carne más deliciosa que haya probado alguna vez. El sabor es muy similar a la carne de cerdo o de ternera, solo que esta tiene un sabor más fuerte y era ligeramente más dura que la del ternero de primera, un poco más fibrosa, pero no demasiado.

Cuando caí en tiempo, había terminado el plato, solo me quedaba el último trozo en la boca, pero no me atrevía a tragarlo. De ese trago que creí que sería largo y amargo, pasó demasiado ligero. No podía creer que había sido capaz de comerme eso sin vomitar. Desconocía si el problema ya estaba en mi cabeza, o si era yo desde el comienzo la del problema. ¿Qué me está ocurriendo? Mi cabeza se siente tan confundida.

El cargo de conciencia era más fuerte de lo que pude soportar. Las lágrimas que había luchado tanto por soportar, acabaron de desbordarse.

—Te ves hermosa con la boca llena —me limpió la boca con su pañuelo, asegurándose de hacerlo bien—. Lo has hecho muy bien. Admítelo, estaba exquisito. Por algo le llaman el fruto prohibido, porque al momento que lo pruebas, no puedes vivir sin el.

Preludio I [✓]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang