¿Puedo?

176 45 4
                                    

Miró a mamá y con un gesto nervioso, soltó el tenedor dentro del plato. 

—Mamá, ¿mi amigo puede venir el sábado? 

Todos en la mesa fijamos la mirada en ella. 

—¿Qué amigo? —indagó mamá. 

—Es un amigo de la escuela. Nos toca hacer un trabajo en pareja. 

—Pensé que tenías un novio y lo estabas ocultando de nosotros. Si es solo un amigo, ¿por qué pides permiso? Te he dicho que tus amistades tienen permitido visitarte cuando quieran. 

—Lo digo por papá. Al ser un chico, puede que se moleste. 

—No te preocupes, yo hablaré con él y lo prepararé mentalmente, cielo. No tienes que preocuparte por nada.

—Gracias, mamá.

—Dejame adivinar, ¿un trabajo de anatomía? — solté la copa de vino sobre la mesa. 

Me miró furiosa, presionando los labios y frunciendo el entrecejo. 

—Ignora a tu hermano. Sé que, en el fondo, solo busca protegerte, por eso te cela tanto. 

—Iré a mi habitación. ¡Buen provecho a todos! Espero regreses pronto, tía. No te pierdas demasiado. 

Subí a mi habitación, dejándome caer sobre la cama y buscando mi teléfono para ponerme al día con todo lo que habían escrito y hablado en el grupo de mis amigos. 

Estos idiotas no hacen otra cosa que no sea enviar porno y hablar sobre compañeras del mismo grupo. No necesito ver nada de eso, mientras tenga esta carpeta llena de fotos que le tomé a Inés en la universidad. Aunque no esté desnuda, con imaginar lo que oculta debajo de esa ropa es suficiente; por ahora… 

Las clases, particularmente, las considero aburridas. No hablan de nada que no sepa. Estuve mucho tiempo con una tutora en casa, todo lo que aprendí fue gracias a ella. Estoy a punto de graduarme. Soy uno de los alumnos más sobresalientes de toda esta miserable universidad. Todavía no tengo una carrera en mente. En realidad, no hay nada que me llame la atención que no sea la pintura y las esculturas, pero sé que dedicarme enteramente a eso, no es algo que vaya a enorgullecer a mis padres. 

Una hora antes del almuerzo, fui a visitar a Inés a su salón. Es la hora libre, donde suele corregir exámenes y aprovecha para almorzar también. Es cuando únicamente puedo estar a solas con ella. Es una tortura verla de espaldas y no poder apretar esas ricas proporciones y tomarla duro sobre ese escritorio. 

—Darek, que gusto verte por aquí. ¿Todo bien? 

—Sí, Mrs. Rodríguez. He venido porque quisiera hablar con usted. 

—¿Ya tomaste una decisión? 

—Sí. Voy a participar en el concurso, es solo que para eso necesitaré su ayuda. 

—Claro. ¿En qué puedo ayudarte?

—Verá, quiero pintarla a usted. 

Sus ojos se engrandecieron mientras sus labios se entreabrieron de la sorpresa. 

—¿A mí? 

—Sí. 

—¿Por qué yo? 

—La considero una mujer sumamente hermosa, con una belleza sin igual— me acerqué a su escritorio y me siguió con la mirada—. Además, la aprecio mucho— llevé mi mano a la nuca—. Verá, esto no es algo que se le pueda proponer a cualquiera, incluso me siento un poco apenado por hacerle una petición así, pero realmente quisiera que todos pudieran admirarla de la misma manera que yo lo hago. 

Sus redondas mejillas se enrojecieron, las mías debían estar igual, pues el simple hecho de imaginarla en mi habitación hace que me emocione y me estremezca.

Preludio I [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora