Queja

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—¿Qué? Espero esto sea una broma de muy mal gusto… — me miró incrédula.  

—No, no es una broma, mamá— confesé.

—¡¿Cómo te atreviste a poner tus sucias manos en tu propia hermana?! — vociferó.

—Ella no es mi hermana, es una mujer; mi mujer. 

Ya veía venir su bofetada y solo permití que me la diera. 

—¿Cómo pudiste fijarte en tu hermana? ¡Ella tiene quince años! 

Es la primera vez que la veo furiosa. En mis 21 años, ella jamás me había golpeado. Se veía desajustada, emocionalmente hablando. La comprendo, pero las cosas se deben decir como son y eso es algo que lo he aprendido de ellos mismos.

—Son cosas que pasan. 

—Pensé que podría defenderte, que tu padre estaba siendo un poco exagerado con su actitud, pero ahora lo entiendo— se echó para atrás, yéndose de su lado y sin articular nada más.

—¡Papá, basta! — Ámbar intervino—. ¡Mamá, haz algo! 

—No. No pienso hacer nada— dijo en un tono que se notaba a leguas que estaba al borde de quebrarse en llanto.

—¡Tú cállate y lárgate a tu habitación! — mi padre le dio una bofetada tan fuerte que ella cayó a mis pies. 

—¡A ella no la toques! Tu problema es conmigo. 

—Por supuesto que es contigo. 

—Levántate — le dije—. Ve a tu habitación. 

Le ayudé a ponerse de pie, cuando sentí la arremetida de mi padre en el área del abdomen. Fue un dolor agudo el sentir mi piel desgarrarse de esa forma tan abrupta. Fue aún más doloroso cuando sin haber arrancado el cuchillo, me dejó caer sobre la mesa. 

—¿Quién diría que tendría que cortarle las alas al mismo que le ayudé a volar? — puso su mano en mi cuello apretándolo con la misma rabia que lo carcomía por dentro. 

No hice nada contra él, aún habiendo visto el cuchillo que había traído de la cocina y dejé sobre la mesa. Podría defenderme fácilmente, pero en el fondo, estaba consciente de que lo merecía. Merecía que descargara su ira contra mí, por eso me resigné sin quejas, por más que el dolor se regara con suma rapidez y la pérdida de sangre me debilitara. 

—¡Darek! — Ámbar estaba siendo sujetada por mi madre, quien no se atrevía siquiera a mirar hacia nosotros. 

Valió la pena cada maldito segundo de mi existencia. El haber experimentado todo lo que hice y sentí con ella, de lo que aún en estas circunstancias, no siento arrepiento alguno. 

—Esto no volverá a pasar, mamá. No volveré a acercarme a Darek, pero por favor, haz algo — le rogó entre lágrimas.  

Mi padre dejó ir mi cuello y me arrancó el cuchillo del abdomen, tan lenta y pausadamente, para que pudiera experimentar el doble de dolor, pero, aunque mis lágrimas amenazaban con escaparse de mis ojos, me prohibí a mí mismo dar una queja. Soporté en silencio como un general. 

—Es momento de preparar y servir tu plato, el que vas a degustar frente a todos nosotros — el filo del cuchillo se situó sobre mi pantalón—. No te van a quedar ni ganas, ni huevos, de volver a retarme, cabrón. 

Preludio I [✓]Where stories live. Discover now