Secreto

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—Claro, con mucho gusto te ayudo. 

—El concurso es para el día 15 del mes que viene, por lo que tengo solo unos días para inscribirme y casi tres semanas para entregar mi obra y esta sea calificada por los jueces. ¿Qué le parece si el miércoles de la semana entrante viene a mi casa? 

—¿No puede ser en el salón del Sr. Royer? 

—Cuento con todo el equipo necesario en casa. En el salón del Sr. Royer hace mucho frío y necesito crear un ambiente cómodo y que me inspire, preferiblemente caliente. 

—¿Tus padres no se molestarán? 

—¿Por qué se van a molestar? No está hablando con un niño que necesita pedirle permiso a sus padres para todo lo que hace — como la estúpida de Ámbar—. Soy un hombre, Mrs. Rodríguez— y se lo demostraré ese día, si es que aún le quedan dudas… 

—De acuerdo. Ese día me das tu dirección y con mucho gusto te ayudaré. 

—Gracias. No sabe lo feliz que me hace. 

Sonrió con un gesto nervioso. Eso me deja claro que esa muñequita caerá en cualquier momento. Ese inútil y vejestorio del marido no me llega ni a los talones. Ese día que estemos solos en mi habitación, pienso torturarla hasta borrar las huellas de ese viejo decrépito. Inés será mía en cuerpo y alma. 

Hoy sábado había quedado con mis amigos en encontrarnos en la casa de Arthur a tomarnos unos tragos y desestresarnos. No suelo beber para embriagarme, pero uno, dos o tres tragos de vez en cuando no hacen daño. 

Regresé temprano a casa, pues tenía planeado hacer unas cuantas cosas que tengo pendiente, pero me encontré con Marce frente a las escaleras.

—¿Qué pasa, Marce? ¿Qué hay con esa cara?

—Es su hermana. 

—¿Ahora qué hizo esa problemática?

—Ella no ha hecho nada, pero su padre estaba de mal humor con la visita del amigo de su hermana. 

—¿Dónde está mi padre?

—Su mamá se lo llevó para calmarlo. No sé a dónde salieron. 

—¿Mi hermana está sola?

—No. Todavía ese muchacho no se ha ido. 

—Sabía que esta visita se iba a convertir en un dolor en el trasero. Especialmente para mi papá. Él debe darle su espacio. Es mejor que lo que vaya a hacer lo haga en nuestra casa que ahí fuera. 

—¿Va a intervenir?

—No. Lo que haga esa muchachita no es mi problema. 

Subí las escaleras con intenciones de ir directamente a mi cuarto, pero me detuve en la puerta de mi hermana. Se oía una canción de Melanie Martínez al otro lado. Conozco que cuando pone música es por dos razones; por fastidiarme o porque quiere ocultar lo que sea que esté haciendo ahí dentro. Descarto la primera opción, porque ella sabe que había salido.

Entré a mi habitación y me di un ligero baño, pero no podía sacarme de la cabeza el hecho de que ese estúpida estuviera haciendo de las suyas ahí al lado tan tranquilamente. Mayormente cuando estoy ocupado, ella me molesta. Entonces, es momento de pagarle con la misma moneda. 

Podía fácilmente tirar la puerta abajo, pero lo que se hace en silencio, en silencio se queda. Por esta razón, solo crucé de mi balcón al suyo. Es la primera vez que me veo en la necesidad de cruzar de un lado a otro. Me asomé por una esquina de la puerta corrediza, al ser de noche, fácilmente puedo pasar desapercibido. Claramente ese era el objetivo. 

Sus libretas estaban tiradas en el suelo, mientras que ellos ocupaban la cama. Él se encontraba deslizando la ropa interior de mi hermana por sus piernas hasta dejarla completamente desnuda debajo suyo. Encontrándose en esa situación, ella no se atrevía a separar mucho las piernas, se tapaba con una mano su intimidad, mostrando una expresión bastante tímida. Nunca había visto una expresión como esa en ella. Por lo regular, siempre está con cara de ogro. 

¿En qué momento creció tanto? Sus pechos no son los de una niña. Esa piel se ve fresca, limpia, blanca y muy suave. 

Fruncí el ceño en modo automáticamente. ¿Cómo se atreve? Ese idiota, que aún no se sabe limpiar bien el culo, cree que tiene derecho de tocar a mi hermana y salir ileso. 

Regresé a mi cuarto y le di varios puños a la pared con toda la mala intención del mundo. Un puñetazo detrás del otro, hasta que mis nudillos se mancharon de sangre. La molestia era más que el dolor.

Mi nivel de estrés incrementó, la nicotina me ayuda a combatirlo. Encendí un cigarrillo y le di una calada, peinando mi cabello húmedo hacia atrás, pues caía en mi frente e incluso eso me estaba molestando. 

Sabía que en cualquier momento ese idiota iba a salir. Mi hermana no creo que se atreva a enfrentarme frente a él. Ella me conoce lo suficiente y sabe que le haría pasar una vergüenza. 

No sé qué mierda me está ocurriendo, pero jamás me había sentido tan molesto. Esperé pacientemente por él a que bajara las escaleras. Marce estaba en el mismo lugar, intranquila, ella es como un libro abierto. 

—Joven, ¿qué hace con eso en la mano? Debe calmarse, a ese muchachito están por recogerlo. Por favor, piense bien las cosas. 

Expulsé el humo y arrojé el cigarrillo al suelo para aplastarlo de la misma manera que ansiaba hacerlo con él, mientras con la otra mano apretaba el palo de póquer que había encontrado cerca de la chimenea.

Escuché sus pasos, bajaba lentamente por las escaleras con la mochila colgando en la espalda, como si fuera tan idiota en creerme esa pendejada de que iban a estudiar. 

—¿Te divertiste? — le cuestioné, al tenerlo frente a frente.

—¿Perdona? 

—¿Te divertiste aprovechándote de la ingenuidad de mi hermana?

Su rostro palideció, observaba el palo que colgaba de mi mano. 

—¿D-de qué habla? 

—Yo te enseñaré de qué hablo. 

No le di tiempo de reaccionar, simplemente exploté como una bomba contra él por su cinismo y por esa expresión tan ridícula y patética que hizo, haciéndose el desentendido. 

Le di tantos golpes como pude, a diestra y siniestra, con el palo de acero; tanto en la cabeza, como en el pecho y en donde lo cogiera. En el gancho del palo había restos de sangre y de su piel. Las salpicaduras habían pintado mi camisa blanca, mis antebrazos, la pared e incluso los dos últimos escalones. La sangre se regaba con suma rapidez por las losetas. Sentía que esa opresión de la furia se disipaba a medida que veía su cuerpo inerte y ensangrentado. 

Levanté la cabeza, tratando de calmar mi fatiga y riendo con satisfacción por lo ocurrido. Los ojos de Marce se engrandecieron y negó con la cabeza incontables veces. 

—Este será nuestro pequeño secreto, mi amor. 

 

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Preludio I [✓]Where stories live. Discover now