Sorpresa

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Los planes seguían en marcha, pero no quería extender demasiado las cosas, es solo que han sido muchas noticias, una detrás de la otra. 

Mi recuperación fue un éxito, a los dos días me sentía sumamente bien, como nuevo, aun así, debía seguirme cuidando y así lo hice. 

En todo ese tiempo, estuve fingiendo, de la misma manera que ella lo ha hecho con todos nosotros, pero el detalle está ahí. Cuando supimos de su embarazo, verdaderamente no sentí emoción alguna, de hecho, mis planes eran seguir jugando con su mente y su cuerpo, pero a mi madre se le metió en la cabeza que ese bebé no podía pagar las consecuencias. Si hubiera podido evitar que se enterara, hubiese sido espectacular, pero no fue así. Ámbar se encargó de ventilarlo como si estuviera anunciando un diploma de graduación o que se había ganado la lotería. 

Mi padre y yo nos vimos en la obligación de contarle la verdad a mi madre y, aunque enfureció por haberle ocultado las cosas, terminó resignándose. Mi padre apaciguó sus emociones y tristeza. Sé que le dolió mucho, porque ella siempre fue muy apegada a Ámbar, sin saber que ella era tan hipócrita. 

A pesar de que se enteró después de esa noticia sobre su embarazo, ella insistió en que le diera tiempo a tener el bebé y que luego podíamos hacer lo que quisiéramos con ella. 

Ámbar ha estado disfrutando sabiendo que no ha tenido que regresar a estudiar, porque cree que estar embarazada es sinónimo de estar incapacitada. Solía estar acostada casi todo el día, supuestamente sin energías, con mala barriga y antojos, pero para el sexo sacaba energías de donde no las tenía para hacerlo. 

Asistía con ella a las citas, fingía interés en ese renacuajo que seguía creciendo en sus entrañas y solo podía sentir rabia, ira, frustración.

Pero todo cambió cuando la vi y la sujeté por primera vez. En ese momento fue cuando la miré realmente, cuando pude grabar cada detalle de su pequeño cuerpecito. Esos ojos tan azules como el cielo. Esa piel tan suave como terciopelo y tan blanca como un algodón. Esos pequeños labios rosados que fruncía cada cierto tiempo. Por esa mirada tan inocente y ese rostro angelical, supe inmediatamente que sería capaz de dar mi vida por ella. Este pedacito tan puro, real, no merece tener a una perra maldita como Ámbar cerca. No quiero que la contamine o la dañe. 

—Nuestra bebé es tan hermosa. Se parece tanto a ti y a tu papá. Tiene sus mismos ojos. 

Ese comentario me estuvo la muerte. Si por un momento me sentía feliz, todo eso se derrumbó, la oscuridad arropó mi alma y esas ganas de acabarla incrementaron. 

—Quiero sostenerla.

—El doctor debe realizarle unos exámenes para saber que todo está bien. ¿Cierto, doctor? — lo miré amenazante y él asintió con la cabeza—. Lo has hecho muy bien. Eres una mujer muy valiente y fuerte. Han sido muchas horas, debes estar sumamente agotada luego de tanto. ¿Por qué no te mantienes tranquila y descansas? Ya mismo te subirán a la habitación — besé su frente para que no volviera a insistir con lo mismo. 

Ámbar estuvo 24 horas en el hospital, luego le dieron de alta, pero nuestra hija no pudo venir con nosotros a casa. Me dijeron que ella debería quedarse por lo menos unas 48 horas en el hospital, pero a ella le mentí. Le exigí al doctor que le hiciera creer que nuestra hija estaba en NICU y la dejarían por unos días en la incubadora. Ella nació saludable y sana. Toda una guerrera mi pequeña. 

Alargué todo el proceso, con tal de que ella no pudiera verla ni sostenerla nunca. Ese será su primer castigo. Ella había estado ilusionada con ver a mi pequeña, pero ahora está sufriendo porque no ha podido verla. Incluso dice que demandará al doctor y al hospital, porque piensa que es inhumano que no le hayan permitido entrar a verla. Yo tuve el privilegio de verla varias veces mientras ella estuvo descansando. Se veía preciosa durmiendo, tan serena y tan pequeñita. No ha pasado mucho tiempo desde que la sostuve en mis brazos y ya quiero volver a tenerla. 

 
Ya estando en casa y a solas, traté de provocarla, buscándole la vuelta como la gran parte del tiempo hago. 

—¿Qué haces? No podemos hacerlo ahora— dijo entre suspiros. 

—Siempre has sido muy caliente. 

—¿Y qué te hace creer que he dejado de serlo? Claro que tengo ganas de estar contigo, pero me dijeron que teníamos que esperar que pase la cuarentena. 

—¿Y realmente podrás contenerte de aquí a allá?

—Si me sigues besando el cuello así lo dudo. 

—Tengo una sorpresa para ti.  

—¿Sorpresa?

—Sí. 

Me levanté de la cama, abriéndole la puerta a mi papá y dejándolo entrar a la habitación con nosotros. 

—¿Qué te parece? — le cuestioné.

—¿Qué cosa? — preguntó confundida. 

Mi papá se fue a su espalda y ella no sabía a quién de los dos mirar. Sobre todo cuando sintió el roce de él por detrás suyo y su mano en la cintura.

—¿No era esto lo que siempre habías querido? — susurré sobre sus labios—. ¿Padre e hijo juntos y dándote? 

Preludio I [✓]Where stories live. Discover now