Recuerdos

226 52 8
                                    

Rebusqué en su bolso, topándome con el llavero, donde tenía las llaves de su auto y del portón. Lo supe porque tenía la misma forma de la cerradura. También tenía una cantidad excesiva de dinero en efectivo. ¿Quién carga con tanto dinero encima? 

Por último, apagué su teléfono, no quería tener sorpresas de que sonara y pudieran hallarla tan pronto. 

Tenía poco tiempo para armar un plan, por lo que simplemente arrastré su cuerpo hacia la esquina donde más maniquíes había y lo oculté debajo. Arranqué violentamente el destornillador, no podía quedarme sin algo con que defenderme. Ese espasmo que tuvo su cuerpo en ese instante hizo vibrar mi cuerpo.

En pleno acto, oí una puerta abrirse, se escuchó claramente el chirrido. Por fortuna, no era la puerta donde me encontraba, pero tuve la leve sospecha que había sido la de Adrien. 

¡Maldición, este es el peor momento! Tengo que subir las escaleras, irme al cuarto y cambiarme de ropa. 

Me asomé por el pasillo, como no había nadie y escuché su voz a la distancia, al parecer, hablando con France, fui acercándome lentamente hasta llegar a las escaleras. 

—¿Dónde está mi hermana? He visto que el auto aún está en la entrada. 

—No lo sé, no la he visto desde que fue a verlo. 

¡Maldita sea! Este tipo no es tan idiota y esa mujer solo ha cavado mi propia tumba. Debo actuar rápido.

—Bien. Debe estar en su habitación. ¿Y la muñequita de la casa? ¿La has visto? 

¿Muñequita? Es un cínico de las grandes ligas. 

—Sí, estuvimos conversando y tomando una taza de café. Dijo que iría a escribir a su habitación. 

¡Bien! Eso me puede servir de coartada. 

Subí lentamente los escalones, tratando de hacer el mínimo ruido posible. Llegué con éxito a mi habitación, me desnudé con rapidez, ocultando esa muda de ropa ensangrentada en el zafacón, arrojándole cantidad de papeles que la cubriera. 

Mientras me terminaba de vestir, con uno de sus trajes cortos favoritos, oí un leve toque en la puerta que me hizo estremecer. Me apresuré a sentarme en la cama, con la espalda en el respaldo y el computador en las piernas. Por último, guardé el destornillador debajo de mi almohada.

Cuando lo vi entrar, un escalofrío se situó en mi espalda baja. Había estado distante desde lo que pasó, ¿por qué viene de repente a mi habitación? ¿Será que su hermana logró convencerlo? ¿O será que, tal vez, estoy siendo muy paranoica?

—¿Qué tal vas? — se detuvo en el centro de la habitación, con las manos en los bolsillos.

—Todo bien. He adelantado bastante para mañana. Estoy casi segura que tu papá se sentirá complacido. 

—¿Te has cruzado con mi hermana? 

¿Por qué hace esa pregunta? ¿Estará sospechando de mí tan pronto? ¿Y qué hay de la versión de France? 

—No, no la he visto desde que llegó. De hecho, ni siquiera cruzamos palabras. ¿Por qué? 

—Nada importante —se sentó a las patas de la cama, recorriendo ligeramente mis piernas. 

¿Qué quiere? ¿Por qué no se va?

—Continúa en lo que estabas — ordenó, seguido a masajear uno de mis pies. 

Plasmó ligeros y húmedos besos en la planta de mi pie. No sé por qué se estaba comportando así, pero no podía apartar la vista de lo que estaba haciendo. 

Preludio I [✓]Where stories live. Discover now