Visita

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Ese olor tan familiar inundó cada rincón del estudio y todo cobró sentido, aunque fue un giro totalmente inesperado para mí. Había sido una ilusa, verdaderamente creí que se trataba de una perfecta actuación. Me costaba creer que delante de estas personas, había sido capaz de arrebatarle la vida a esa mujer y dejarse grabar cometiendo el acto. 

La última toma fue un acercamiento de su lengua al lamer la hoja del cuchillo, tiñendo a su vez los labios de sangre y sonriendo de esa manera tan retorcida, pero jodidamente lujuriosa. Era una escena muy erótica para mis ojos, por eso la quise grabar con detalle en mi mente. 

Cuando hicieron el corte, su mirada se posó sobre mí, como si no existiera nadie más para él. Me trajo recuerdos del rodaje de mi novela, cuando se entregó tanto al papel y no dejaba de mirarme. Sigue causándome los mismos escalofríos y taquicardia que esas veces. Esa mirada tan fogosa, intensa y seductora, es inevitable no caer rendida ante ella. 

Con su dedo índice me hizo seña para que fuera hacia él. Sin pensarlo dos veces, dejé a Gisela para ir hacia su dirección. Según pisé el escenario, cortó los cables que sujetaban las cortinas, haciendo que se cerraran en el acto. Ahora solo éramos él y yo… —y esa mujer, o lo que quedaba de ella—. 

—No dejas de sorprenderme con tu talento.

Mis elogios fueron arrebatados de mi boca, en ese beso tan intenso que me robó hasta el aliento. Su mano en la nuca profundizó ese beso, dejándome un dulce sabor de boca. He quedado prendada con su olor, con su perfume y con sus labios. No hay forma de desprenderme o renunciar a esto. 

Mi espalda chocó con la pared, no tenía escapatoria y, aunque la tuviese, no había marcha atrás. Las ganas y el deseo eran mucho más fuertes que la fuerza de voluntad. 

—Eres mía — musitó agitado, a centímetros de mis labios mientras nuestras miradas se encontraban.

Era la primera vez que alegaba tal cosa, a tal grado de hacérmelo creer.

Sujetó mi cuello con una mano, obligándome a corresponder sus besos de vuelta, mientras con la otra, en la cual traía el cuchillo, elevaba mi pierna. Este tipo de trajes son sus preferidos, son los mismos que hizo para mí. El armario está repleto de ellos, los ojos le brillan cada vez que me ve vistiendo uno. 

Su respiración estaba sumamente agitada, tanto como la mía. A pesar de las personas que hay ahí fuera, en este momento para mí todo eso es irrelevante; lo único verdaderamente importa es él. 

Dejó ir mi cuello, paseando su mano por mi cintura, en dirección hacia el borde de mi traje y levantándolo. Su mano se escabulló dentro de mi prenda íntima y justo cuando entró en contacto con esa zona que requería con tanto desespero de su atención, oímos la voz de su tío al otro lado de la cortina.

—Lamento bajarles la calentura, pero acaban de llegar quienes esperabas, Adrien. 

Adrien tensó la mandíbula de la irritación antes de separarse de mí. 

—Tú… ni creas que te vas a salvar, ovejita. 

¿Ovejita? ¿Qué hay con ese apodo? 

—Esta visita también es para ti. 

—¿De qué hablas?

—Acompáñame y sabrás. 

No me dio oportunidad de reponerme. Mi entrepierna estaba húmeda de sudor y calor. 

Vinimos a una zona restringida, donde muy pocos tienen el privilegio de pasar, por obvias razones. Para ser exacta, era la oficina de su tío. Lo supe por las letras en la puerta que lo identificaba. 

—¡Marilyn!

Tras ver a mis padres de pie en la oficina, casi sufro un colapso. Sentí que mi estómago se revolvió y unas náuseas insoportables se hicieron presentes. 

—¿Mamá? ¿Papá? ¿Qué hacen ustedes aquí? 

Preludio I [✓]Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ