Séptimo año: Visitas al hospital

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Ella amaba los tulipanes. Amaba las margaritas. Amaba los nomeolvides, y gerberas y rosas y narcisos, ella amaba cada flor que él le traía. Él siempre trataba de traer algo. Las flores eran gratuitas, mientras mantuviera a Madam Sprout de su lado, y Hope no tenía mucho apetito, entonces el chocolate no era buena idea.

Ellos se habían reunido cinco veces más durante la primavera de 1978, y Remus siempre marcaría cada una de ellas con las flores que le traía. Las conversaciones que habían tenido también, por supuesto, pero las flores parecían marcar todo; darle color a cada sesión con su propia personalidad.

Los tulipanes habían presidido después de su siguiente encuentro. Eran naranjos, rosados y amarillos, con un tallo verde oscuro y suntuosos pétalos de terciopelo. Una flor muy generosa, pensó Remus.

Ella estaba lista para recibirlo, esta vez; había lavado y sujetado su cabello, y brillaba de un color rubio platinado soleado en contraste de las mantas rosadas del hospital. Se había aplicado una pizca de maquillaje, también, aunque Remus se sintió mal por notar eso, porque sentía que no debía importarle como ella luciera.

—Conseguí que mi hermana buscara unas fotografías, —dijo Hope ansiosamente, dándole un golpecito a un sobre en su mesita de noche, mientras Remus dejaba el extraño jarrón que había transformado ebrio.

—¿De qué son las fotografías? —preguntó, cautelosamente, tomando un asiento junto a ella. Él no quería ser tomado por sorpresa por nada muy doloroso.

—Algunas tuyas, de bebé, —ella sonrió con sus brillantes labios color coral, —Algunas de tu padre conmigo.

—Lyall. —Dijo Remus, rápidamente.

—De Lyall conmigo, —se corrigió, por cortesía.

Hope cedería para evitarle a Remus incluso la más mínima molestia; eso estaba bastante claro desde el inicio. Él lo encontraba inquietante; muy pocas personas se habían preocupado por sus sentimientos tan intensamente antes.

Tomó el sobre, y lo sostuvo por un momento.

—No tienes que mirar. Podemos hacerlo en otro momento. —Dijo Hope, un tremor de miedo en su voz.

Él no quería aterrarla. Quería decirle que no se preocupara; que no iba a huir, o desaparecer para siempre; que él quería estar ahí, y llegar a conocerla. Pero eso era demasiado, entonces él solo abrió el sobre y sonrió.

—No, quiero ver.

Afortunadamente no había demasiadas, pero estaba sorprendido al descubrir que más de la mitad de las fotografías eran mágicas, y las imágenes se movían en sus manos como cintas de película.

—He tenido que mantenerlas escondidas, —le confió Hope, —A Lyall nunca le gustaron los tipos usuales de fotografías; decía que eran muy planas.

—¿Qué edad tenía, en esta? —Remus sostuvo una fotografía de ambos de sus padres, de pie en el jardín trasero de alguien.

Lyall llevaba un traje muggle, y estaban ambos entrecerrando los ojos contra la luz del sol, pero sonriendo. Él tenía su brazo alrededor de la cintura de Hope.

—Oh, creo que solo nos habíamos conocido unas semanas antes de que tomaran esa, —dijo Hope, tomándola para mirar más de cerca, —Debió haber tenido... treinta, ¿creo?

Remus la miró de nuevo. Sabía que él lucía como Lyall, le habían dicho eso unas pocas veces, y en algún punto había estado de acuerdo. Eran ambos larguiruchos; altos y delgados con mala postura. Pero Lyall lucía más a gusto de lo que Remus se había sentido en su cuerpo demasiado largo; sus movimientos en la fotografía eran seguros y confiados.

All the Young Dudes 5-7Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon