Séptimo año: Star star

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Pudo haberle dicho a James y Sirius enseguida, si hubiera querido. Pudo haber hecho el papel de héroe, disfrutando la atención y siendo la causa de su alegría. Pero no lo hizo. Se dijo a sí mismo que era para preservar la privacidad de Alexander Gordon, o para respetar la autoridad de McGonagall. Pero la verdad era que tan solo no quería tener nada que ver con eso en absoluto.

Obviamente quería que Sirius fuera feliz. Obviamente no quería ser un obstáculo para la felicidad de Sirius. Y obviamente quería que Gryffindor venciera a Slytherin en el partido final; para que James pudiera tener su momento de gloria. No quería ver a Sirius castigado para siempre por un error que había cometido a los dieciséis. No quería que la traición se cerniera por encima de ellos así, o volver a sacar todo el tema. Y aun así, ahí estaba.

Remus había perdonado a Sirius de vuelta en el baño de los Potter dos años atrás; había absuelto a un chico verdaderamente arrepentido con sangre en su mano y ojos afligidos. Había sido antes que se entendieran, antes de tantos otros muchos buenos recuerdos, de buenas cosas que habían cambiado su amistad. Pero Remus no había olvidado como se había sentido. Sirius podía destruirlo completamente sin siquiera querer. En todo caso, Remus era aún más vulnerable a eso ahora de lo que lo había sido a los dieciséis.

No, se dijo Remus. Había una diferencia entre expiación y venganza. Sirius se había ganado esto.

En la mañana del Lunes, James recibió una nota de McGonagall, pidiéndole verlo antes de la práctica de quidditch. Se escabulló apresurándose sin siquiera terminar su desayuno, nada era más importante que el partido final. Marlene y Yaz empezaron a especular sobre qué podría ser, Peter y Sirius se inclinaron por encima de la mesa ansiosamente para unirse a ellas. Remus solo esperó, sintiéndose medio complacido y a medias algo más. Mientras el desayuno estaba terminando, la voz ahogada de James empezó a emanar del espejo de doble cara en el bolsillo de Sirius.

—¡Padfoot! ¡Padfoot! ¡Pista de quidditch! ¡Ahora!

—¿Qué crees que quiera? —Sirius se rascó la nuca mientras se levantaban de la mesa.

—Oh, creo que te gustará. —Respondió Remus, crípticamente. —Ve, suena emocionado.

—Tú sabes qué es, ¿cierto? —Sirius lo observó sospechosamente.

—Tal vez.

—¿No quieres que te acompañe a Cuidado de Criaturas Mágicas?

—Me las arreglaré. ¡Ve! ¡Apúrate!

Remus no vio a James y Sirius de nuevo hasta el almuerzo, y ambos estaban sonriendo de oreja a oreja. James había sacado el calendario de quidditch y estaba marcando días extra de práctica para que Sirius pudiera ponerse al día.

—Tenías razón, —Sirius sonrió, prácticamente saltando en su asiento mientras Remus llegaba, —Sí me gustó.

Remus solo sonrió. Era suficiente verlo feliz; y si el amor era algo que hacías, entonces Remus esperaba que esto fuera suficiente.

—¿Por qué estás tan feliz? —preguntó Marlene, sentada del lado opuesto a los chicos.

—Saluda a tu nuevo bateador, —estalló Sirius.

James soltó una risa, asintiendo.

—¡Oh! —Marlene sonrió animadamente, —¡Excelente! Eh... ¿qué le pasó a Gordon?

—Volvió a casa. —Respondió James, —Se supone que no debo preguntar.

—Ah. Bueno, de todas formas, —Marlene sacudió su cabeza, —Es fantástico, he extrañado tenerte cuidándome las espaldas. ¿Entonces por qué te dejó McGonagall? ¿Pensé que te habían expulsado por haber hecho algo abominable...?

All the Young Dudes 5-7Where stories live. Discover now