Sexto año: Doce noches

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Jueves 20 de Diciembre, 1976

Sirius cantaba en la ducha. Remus no estaba seguro si era algo nuevo, o si lo había estado haciendo por mucho tiempo y Remus simplemente no lo había notado, él típicamente había estado evadiendo las veces que Sirius se duchaba. De todas formas, mientras Remus se vestía, lo escuchó y sonrió. No tenía una voz mala, realmente, nada especial, pero afinada. Estaba obsesionado con The Doors en ese momento, y hacía una perfecta imitación del profundo grito Americano de Jim Morrison.

—C'mon, c'mon, c'mon now TOUCH ME BAAABE, —rugió por encima del siseo de la llave. Pudo haber sido entrañable, incluso seductor, si no lo hubiera arruinado cantando junto a las trompetas, también, —¡ BA-DAH Ba-daah...!

Salió del baño en una niebla de vapor; su piel estaba sonrojada, su camisa humedecida por su cabello.

—¿Qué? —le arqueó una ceja a Remus, —¿No hay aplauso?

Remus puso sus ojos en blanco, abriendo la puerta,

—Date prisa, muero de hambre...

Se sintió raro dejar la aislamiento de la torre de Gryffindor, dónde ya se habían hecho sentir en casa, y entrar al resto del castillo, dónde todo lo demás era igual. Fueron a desayunar temprano, y los dos Ravenclaws, una chica y un chico, se sentaron más cerca de ellos esta vez.

—¿No es ridículo que sirvan esta cantidad de comida cuando solo hay cinco estudiantes? —la chica, que tenía grandes ojos con gafas de ojos de gato y una masa de pecas, remarcó, —Parece un desperdicio...

Los platos en frente de ellos se habían llenado de huevos fritos, tocino, morcilla1, frijoles tostados, tomates fritos y tostadas, sin mencionar cereal, avena y jugo de frutas.

—Nah, —respondió Sirius, observando a Remus apilar su plato, —Claramente nunca has visto a Moony comer aquí.

—Cállate. —Respondió Remus, su boca ya estaba llena.

Aun así, los Ravenclaws observaron, fascinados, hasta que Remus estaba demasiado avergonzado para seguir comiendo. Afortunadamente, en ese momento llegó una distracción en la forma de las lechuzas con el correo matutino. Uno aterrizó frente a Remus. Tres en frente de Sirius.

—Tú eres popular. —El chico Ravenclaw se inclinó. Era delgado y pequeño, con una nariz puntiaguda.

—No lo animen. —Dijo Remus. Su propio paquete era suave, y envuelto en un papel de color lavanda. Era de Lily, sin duda. Sirius tenía cinco o seis envoltorios de colores brillantes, ninguno rojo, notó Remus con alivio. No hay vociferadores de Walburga este año.

—Vamos a patinar en hielo antes del almuerzo, —la chica Ravenclaw sonrió, alegremente, —El lago está congelado. ¿Quieren venir?

—Suena bien, —Sirius asintió, dejando a un lado su correo sin abrir. Remus lo colectó antes de que se fueran de la mesa del desayuno, y lo llevó al dormitorio con ellos.

—¿¡Todas estas son tarjetas Navideñas!? —preguntó, revisándolas.

—Oh, seh, eso creo. —Sirius se encogió de hombros, abriendo su armario y hurgando en el fondo, abriendo cajones y sacando zapatos viejos que ya no usaba.

—¿De quién son?

—De quien sea.

Remus frunció el ceño, luego vislumbró algo en la mesita de noche de Sirius. Otra pila de tarjetas sin abrir. Empezó a abrirlas. Sirius claramente no estaba interesado.

'Querido Sirius, que tengas una maravillosa Navidad, muchos besos, Imelda.'

Mm

'Para el chico que tiene mi corazón, feliz Navidad y todo mi amor, S.'

All the Young Dudes 5-7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora