Séptimo año: Víctimas

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—¿¡Remus!? ¿¿Remus?? ¡Despierta!

Sus ojos se abrieron de golpe mientras Sirius lo sacudía bruscamente de los hombros.

—¿¿Qué??

—¿Estás bien?

Estaba acostado de espalda, en el sucio piso de la cabaña. Estaba sangrando, pero no sabía de donde. Sirius estaba sangrando también. Remus intentó sentarse e hizo una mueca de dolor mientras su cabeza traqueteaba y su espalda tronaba.

—¿Qué pasó? —jadeó, garganta seca de aullar, o gritar.

—Aquí, —Sirius lo ayudó a levantarse, y de vuelta a la cama. Sacó una copa – Remus no sabía de dónde la había conseguido, y susurró —Auguamenti —las manos de Sirius estaban temblando mientras el agua se derramaba desde su varita, y se lo extendió a Remus, quien la bebió ávidamente, derramándola en el proceso.

Sabía que algo andaba mal; podía oler la sangre y el miedo y el amanecer, pero le estaba tomando más tiempo que de costumbre que sus pensamientos humanos volvieran a él; como despertar aún ebrio con una resaca para rematar.

—¿Qué pasó? —preguntó de nuevo, frunciendo el ceño, —¿Estás herido?

—Está bien, —Sirius sacudió su cabeza. Lucía muy pálido, no su usual aristocrática palidez alabastro, si no enfermizo, preocupado, amarillento con sudor. —Solo me rasguñaste un par de veces, seguías tratando de salir.

—¿¡Acaso...!? —Remus lo agarró, repentinamente, tirando de su camisa. Sirius lo empujó hacia abajo, gentilmente, alcanzando las mantas para cubrirlo. Sacudió su cabeza,

—No, te mantuvimos aquí. Nunca saliste, te lo prometo.

—¿Dónde están los otros?

—Tuvieron que irse – Madam Pomfrey estará aquí pronto. Cuando te transformaste de vuelta fue diferente, más difícil que lo normal, creo. No despertaste apropiadamente, entonces James me dejó la capa. No quería dejarte aquí.

Remus se acostó hacia atrás, su mente estaba vuelta loca. Trató de recordar, pero todo estaba revuelto. Solo sabía una cosa segura.

—Algo realmente malo pasó. —Susurró. Su propia voz estaba temblando ahora, y un frío pavor se instaló en su estómago como vómito. Sirius no dijo nada. Solo apretó su mano.

Se escondió bajo la capa tan pronto como Madam Pomfrey llegó, y ella se apresuró dentro, con una terrible mirada gris en su rostro. Él se sentó, cada músculo gritándole,

—¡Poppy! —dijo con voz rasposa, —¿Qué pasó? ¡Por favor dígame!

—¿Cómo estás, primero? —preguntó ella, acercándose para tocar su frente, —Tienes fiebre.

—Me siento bien, —mintió, quitando su mano de encima impacientemente, —Hubo un ataque, ¿cierto?

Ella asintió, sin decir nada. El corazón del chico martilleaba.

—¿Quién? ¿Cuántos?

—No lo sé. —Dijo, muy bajo. Él nunca le había escuchado hablar con esa voz. Por un momento, ella ni siquiera lo miraba a los ojos. Ella siempre lo miraba a los ojos.

—Por favor. —Dijo de nuevo. Ella sacudió su cabeza, muy levemente.

—No hay nada que te pueda decir. Estará en las noticias mañaneras.

—¡Tengo que ver a Dumbledore!

—Él no está aquí. —Ella se puso de pie, —Ahora, ¿puedes caminar? La Profesora McGonagall dice que debes ir a tus lecciones como de costumbre, ¿si te sientes suficientemente bien? No queremos a nadie preguntando dónde estás. Te daré algo para el dolor.

All the Young Dudes 5-7Donde viven las historias. Descúbrelo ahora