45° Si no es contigo

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Akem

París /Francia

Estoy muy feliz de saber que tendré un campeón y una mini Arabella; nunca pensé que ser padre me entusiasmaría tanto. Luego de una noche donde me la pasé agradeciéndole a mi principessa por tan lindo detalle, dos días después nos vinimos a París.

Han sido cinco meses donde mi pequeña no ha salido como tal, por ende preferí sorprenderla ya que una vez me dijo que le encantaba la Torre Eiffel. Tengo una propiedad con vista a ella y en las noches es un espectáculo con las luces, también tengo todo listo para pedirle matrimonio. Ella ya es mía pero igualmente quiero que sea mi esposa, mi mujer.

Estoy acostado en la tumbona mientras venero a mi diosa con su bikini color rojo, ella es hermosa pero con su tripita ya abultada se ve preciosa y reluciente. Mi pequeña ya necesitaba un poco de sol y calor, en Alaska es un país muy frío el cual se ha acostumbrado muy poco. Me coloco mis lentes de sol y cierro los ojos pero el sonido del agua me hace abrirlos de nuevo, observo como la descarada de Arabella se quita la parte de arriba de su traje de baño. Su espalda choca con una pared de la piscina quedando sus senos al descubierto.

No voy a permitir que cualquiera vea lo que es mío, me quito los lentes, camino hacia ella y me agacho.

— ¿Se puede saber qué haces? — trato de sonar lo más calmado.

— Pues tomando el sol en la piscina — dice con obviedad. Le quito los lentes — ¡me cago en la puta! — Se voltea a verme — ¿Ahora qué ocurre?

— Ponte la parte de arriba Arabella. — la miro serio

— ¿Y si no qué? — me reta

— No follaremos hoy. — digo pero obviamente miento

— Buscaré a otro. — se encoge de hombros, me arrebata sus lentes de la mano y se voltea.

— No eres capaz — digo burlón

Rie. — ¿Quieres apostar?

Esta mujer del demonio me llevará al fin de mi cordura; me lanzo a la piscina haciendo que un poco de agua salga.

— ¡Joder tío! — me mira seria.

Me acerco a ella y la agarro por la cintura. Ella enrolla sus piernas a mi cadera y se quita los lentes.

— ¿Está celoso porque alguien vea esto? — se toca los senos.

— Sabes perfectamente que no soy celoso. — de ella sale una sonora carcajada — ¿De qué te ríes?

— De nada idiota, prosigue.

— Como te decía no soy celoso, solo cuido lo mío porque no solamente a mi vista eres una diosa, pero eres mi puta diosa — la beso con deseo.

— Soy toda tuya, idiota. — corresponde el beso.

[...]

Me acaban de llamar para confirmarme que todo en la playa está listo, le pediré matrimonio a mi pequeña en una playa privada. Tengo dos putas horas esperando a que ella se aliste.

¿Por qué tardará tanto?

Voy a la habitación y me encuentro a mi principessa con un vestido playero largo color blanco, tiene un cinturón dorado y la parte de su busto va en línea recta quedando sus hombros desnudos. Arabella no ha perdido sus curvas con el embarazo a pesar que tenga mellizos en su vientre sus caderas están un poco más anchas pronunciando un cuerpo más sensual. Se termina de colocar el pintalabios rojo y me mira coqueta.

— Cierra la boca que llenarás el suelo de baba. — se burla.

— La culpable serías tú por deslumbrar con tu belleza. — sonrío de oreja a oreja

— Me voy a ir descalza — notifica — tengo los tobillos muy hinchados — hace un puchero.

— Tu puedes ir como quieras, ven — le agarro la mano — nos espera una gran noche.

Llegamos a la playa una hora y media después, ya que Arabella le daba ganas de orinar a cada dos por tres. Me quito los zapatos para poder caminar más cómodo sobre la arena, cojo la mano de mi pequeña y nos encaminamos hasta donde está un camino de puras velas y focos. Ella mira todo a su alrededor con una sonrisa plasmada en su rostro; al llegar al final del camino está una carpa con una cena para dos y en su entorno pétalos en la arena con forma de corazón. De repente comienza a llorar como Magdalena.

¿No le gustó? Trato de ser cursi aunque no es lo mío.

— Si no te gusta nos podemos ir — le acaricio la espalda.

— Es hermoso. — llora con más fuerza.

— ¿Entonces por qué carajo lloras? — digo un poco obstinado.

— Por las mal paridas de las hormonas. Claro como tú no tienes que pasar por nada del embarazo piensas que estoy perdiendo la cabeza. — grita — Tú solo disparates y dos balas las tengo que tener yo. — vuelve a llorar.

Estas hormonas son mi perdición.

— Joder solo te estaba preguntando. — la abrazo — Me imagino por todo lo que tienes que pasar y no sabes lo orgulloso que estoy por ver lo mejor de ti.

Me abraza con fuerza, como si no hubiera un mañana. Al cabo de diez minutos se tranquiliza y nos sentamos para cenar.

— Tengo hambre. — dice rápidamente que casi no logro entenderla. Hago una seña y aparece un chef que contraté con dos platos tapados.

— Hoy comeremos un platillo de tu país natal. — destapa el plato — Pasta a la carbonara.

— Dios mío esto se ve delicioso. — se relame los labios — Muchas gracias por hacer que estuviera en mi país.

— No tienes nada que agradecer, anda pruebala. — la incito.

Agarra un tenedor y se lleva una porción a su boca. Al masticar cierra los ojos con deleite; es satisfactorio ver como ella disfruta al comer.

Luego estuvimos hablando sobre el futuro, sobre nuestros hijos y como nos veíamos en algunos años. Ya llegó el momento por lo que me levanto, le ofrezco mi mano y nos situamos cerca del mar. Comienzan a escucharse detonaciones de fuegos artificiales, hay de varios colores y allí empiezan los que son con palabras. Un cohete explota con los colores azul y rosado.

"¡Hola mami!, papá y nosotros te queremos preguntar algo"

Siguen apareciendo más cohetes hasta que llega uno con la pregunta.

¿Te quieres casar con nuestro papi?

Cuando ella se voltea ya estoy hincado. Abro el cofre y aparece un anillo con un diamante incrustado, sus ojos se iluminan al verlo.

— ¿Me harías el honor de llegar juntos de la mano hasta que la muerte nos separe? — digo pausadamente.

— Claro que me quiero casar contigo idiota, si no es contigo; no es con nadie más. — se lanza a mis brazos cayendo los dos a la arena.

Ella se queda a horcajadas y me besa toda la cara. Le agarro la mano y le coloco el anillo en el dedo. Me levanto con ella encima, la cargo y nos adentramos al mar.

— Joder está fría. — me abraza.

— Ya la sentirás caliente. — le susurro al oído erizandole la piel inmediatamente.

Muy pronto ella será Arabella Ivanova. Muchos dirán que es algo precipitado pero cuando hallas a la persona correcta no la puedes dejar escapar.

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