Capítulo 3: Visitante.

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...

Aún recuerdo la canción que me cantaban cuando era niña, esos recuerdos hermosos que con el tiempo se van olvidando y solo estarán en tu niñez. Pensé que había olvidado cuando conocí a Alan, éramos niños de 10 y 11 años; yo tenía once en ese tiempo.

Lo soñé anoche en mi habitación de hospital, y gracias a eso, desperte exaltada y sofocada. La habitación estaba oscura pero las máquinas estaban encendidas y lo más raro, no traía ninguna venda en todo mi cuerpo, me vi en tan buen estado que no paraba de sonreír. Mi emoción duro unos minutos cuando de repente una silueta negra bastante extraña aparece en mi campo de visión. Sentía los latidos de mi corazón acelerarse e igual que mi respiración, sentía que mi cuerpo se tensaba y mis vellos se ponían de punta. Un gran miedo me dominaba.

Las únicas luces que prevalecen eran la del pasillo y de las máquinas a mi derecha.

La figura caminaba constatemente por mi puerta y se detuvo unos eternos segundos que sentía que me observaba desde afuera. Pasó de largo o eso creía, era mi gran oportunidad y estaba dispuesta a salir de allí, pero en tan solo un metro de acercarme a la puerta, ahí estaba esperando. La figura sombría había regresado y yo estaba segura que no se ira jamás. Me encontraba en silencio, muy callada e intentando calmarme y como si yo no fuera interesante, observo por la pequeña ventana como se volvió a ir.

¿Qué pensaba? Que era un guardia de seguridad cuidando la zona. Pero actuaba extraño.

Cuando pensé que todo estaba bien y solo tenía en mente la teoría de una persona vigilando el pasillo. La puerta se abre causando que me estremezca con el rechinar de la madera y la figura estaba allí afuera, mirándome.

La observé detalladamente.

Esa figura tenía dos largos cuernos como los de una cabra, sus ojos eran dos círculos pequeños muy brillantes y tan blancos que si se comparaban con un pedazo de papel, eran aún más blancos. Su piel era como la noche y no había rastros de una fosa nasal ni boca y tenía el cuerpo de un hombre que e incluso traía unos pantalones también negros como su piel. Era una criatura sacada de la misteriosa mente de Edgar Allan Poe.

Se acercaba cada vez más hacia el interior de la habitación y con pasos gigantones hacia mí. Yo tenía miedo, mucho miedo; terror de que aquella criatura tuviera el propósito de hacerme daño. Él no lo hizo. Al contrario de cualquier historia de terror que no me gustaría presenciar, esa figura se detuvo, y como si la cabeza de un perro confundido se tratara, la inclinó hacia su derecha.

De repente el sepultar silencio era interrumpido.

La voz de una mujer cantando era muy peculiar y más si conozco la canción. Con cada momento que pasaba, todo mi alrededor desaparecía dejando ver la oscuridad, la única luz que se podía llegar a ver, era esos círculos blancos que me miraba fijamente, hasta que empezaron a parpadear como una bombilla vieja; no duro mucho y en segundos no se veía nada, todo era negro.

No sabía que hacer, era el miedo de estar sola y no encontrar la salida de regreso a casa, mi mayor miedo.

"Ya no hay descanso"...

Cante, la canción que me cantaban de niña para alejar mis temores. Tía Rosa me decía que mi verdadera madre me las cantaba todas las noches para que no tubiera miedo.

"Cuando en las noches oigas tambores"...
"Despierta, despierta"...
"La voz que llaman para la batalla"...

Miles de siluetas las oía susurrar, extrañadamente ellas también cantaban mi canción.

"Es el destino que esperabas"...
"Despierta, despierta¡¡Despierta!!"...

Entonces abrí los ojos.

- Traigan una bolsa de aire, rápido- Dijo una mujer vestida de blanco.

Regresé, a la habitación del hospital con tres enfermeros en ella, dos mujeres y un hombre que salió con rapidez, me volví a ver el cuerpo y estaba vendado. El enfermero regresó con algo en las manos que no pude identificar.

-Espera, su pulso está volviendo a la normalidad - Dice una de las mujeres, era rubia y de mechones rosados. Me vio despierta y me observó preocupada -Señorita Beatrice ¿Se siente usted bien? ¿Le pasa algo?

-Enfermera no me pasa nada ¿Por qué lo dice?- Pregunto.

-Acaba de tener un ataque.

-Señorita no me pasa nada, solo parece que tuve un tipo de pesadilla - Justifico y es lo que pienso, creo que solo fue un mal sueño.

-¿Está Segura?- Pregunta.

-Completamente segura- Respondí decidida -Enfermera...

-Anna- Corrige - Solo dime Anna.

-Anna ¿Me puedes decir que hora es?

-Son las 6:00am, pero no se preocupe Beatrice, dentro de una hora sus familiares van a firmar el alta para que pueda regresar a su casa- Agregó ella.

-Muchas gracias, Anna

-No hay de que.

Después de una entretenida conversación, los enfermeros salieron a excepción de Anna, quien se quedó para hacerme compañía. Ambas estábamos esperando al doctor Steffano, según Anna ya es hora de quitarme el vendado. Después de unos minutos la puerta se abre.

-Veo que ya estás despierta- dice el señor Steffano al verme y una sonrisa de emoción se implantó en los labios.

-¿Doctor, ya se pueden quitar las vendas a la paciente?-Pregunta Anna.

-Pues claro mi querida Anna, para eso vengo, ya es hora de que la señorita Beatrice esté lista para regresar a su amado hogar.

Anna me mira y me sonríe, para después dirigirse hacia las máquinas y desconectarlas. Ellos me levantaron con cuidado de la cama y me llevaron a otra habitación muy diferente, donde tres enfermeros me esperaban. El proceso fue un poco lento en algunas zonas sensibles como lo son el cuello, mi abdomen, los brazos y las piernas. Cuando me quitaron las vendas por completo, lo único diferente fueron las notorias cicatrices en casi todo el cuerpo, mi cabello estaba cortado hasta los hombros y de un castaño más oscuro. Al mirarme por un pequeño espejo, mi ojo izquierdo estaba completamente de blanco; incoloro.

Me vi diferente en ese espejo, ni yo misma me reconocía, tan desigual y extraña que tenía miedo de que ya no me aceptaran como soy ahora. Los enfermeros se retiraron dejándome solamente con Anna, el cual me miraba con una inocente sonrisa. Era de esperarse de que ya no era la chica normal, no con los recientes sucesos, el recuerdo de la familia, el accidente, aquella visita de la sombra oscura en mi sueño, ésto era nuevo. Algo ha cambiando en mí en estos últimos dos días, las cosas ya no están en su lugar.

...Y en la profunda oscuridad permanecí largo tiempo atónito, temeroso... Soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido a soñar jamás...
                               _Edgar Allan Poe_

Beatrice: La Nueva Identidad©( Historia Completa)Where stories live. Discover now