58. Hasta que la vida nos separe.

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Hay una famosa cita que dice: la muerte es tan hermosa que nadie ha regresado de ella. No hay nadie que pueda confirmarlo, pero los que seguimos en el mundo tenemos que aprender a lidiar con la ausencia de quien amamos.

Después de ese viaje los chicos volvieron a sus casas donde continuaron su vida normal por al menos un mes más. Josh cumplió cada uno de los puntos de su lista.
Scott y Skylar fueron aceptados en la universidad de Quebec, Hazel en Toronto, Finn y Uriah comenzaron sus planes para mudarse luego de la graduación, Lily comenzó a hablar con su familia en Perú para conseguir una universidad y quien cuidara de su abuelo una vez que llegaran, y Chelsea terminó acercándose mucho más a los señores Blanc, quienes fueron convencidos por Josh de usar el dinero que era para sus estudios en ella y darle la oportunidad de ir a la universidad ya que sus solicitudes de becas habían sido rechazadas.

La vida siguió su curso bastante bien por un tiempo, sin embargo luego llegó el momento para Josh de dejar la escuela.

Apenas podía ponerse de pie. Sus encías sangraban mayor parte del tiempo y se había puesto bastante delgado. Sus amigos lo visitaban seguido, a todos les había tocado vivir el proceso del chico yendo de mal en peor. Debían ayudarlo a comer, a ponerse de pie para ir al baño, y de vez en cuando escucharlo quejarse por el dolor. Lo admirable para todos era que a pesar de lo mal que estaba nunca perdió el sentido del humor.

Aunque el dolor que sentían ellos al verlo deteriorandose no se comparó jamás con el recibir la noticia de que el chico finalmente había pasado a una mejor vida. Era día de escuela, estaban a tan solo un par de clases de salir de la escuela e ir a visitarlo un par de horas como era costumbre, pero no pudieron hacerlo.

Al recibir el mensaje todos pidieron salir de sus clases, nadie tenía la fuerza de seguir ahí sin derramar lagrimas. Los siete estuvieron el resto del día en el jardín principal intentando consolarse unos a los otros sin éxito alguno.

El funeral fue al día siguiente y aunque ya todos estaban más tranquilos seguía quemándoles por dentro el saber que no iban a volver a ver, o reír junto a uno de sus mejores amigos.

Tal vez la muerte era tan solo un recordatorio de que debían disfrutar el tiempo igual que su amigo una vez lo hizo; sin pensar en cuanto había restante y vivir cada día como si supieran que podía ser el ultimo.

Epifanías de media nocheWhere stories live. Discover now