34. Tres horas.

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Cuando las palabras comienzan a atorarse en tu garganta y los sentimientos se convierten en lágrimas se sabe que algo nos ha herido hasta el fondo.

Skylar se encuentra recargada en el escritorio junto a Scott, ambos con la mirada pegada a la nada, Finn está sentado en el suelo con la cabeza recargada en la pared y acariciando a Milo quien se ha acercado a él al verlo decaído. Hazel ha entrado junto a Lily para limpiar sus rostros después de que terminaran con el maquillaje corrido. Mientras tanto Uriah está sentado a los pies de la cama mirando cómo Chelsea tiene la mirada en la ventana y muerde sus uñas con preocupación. Josh solo miraba a todos desde la cama sintiendo la pesadez de sus ojos, haciendo que sus pestañeos sean más largos de lo normal.

Habían llegado todos a casa de Josh y apenas iba a comenzar el chico a explicar todo, Lily abrió la puerta.

A pesar de todo habían podido reunirse todos. Era una lástima que fuera en tan horribles circunstancias.

Las palabras parecían sobrar, nadie sabía que decir. Llevaban al menos diez minutos en silencio, sin contar los sollozos o sorbidos de nariz. Dos de ellos ya lo sabían y el sentimiento del momento había logrado llegar a ellos de todas formas.

Ya era bastante sospechoso desde que los señores Blanc le habían pedido a todos que desinfectaran sus manos y mantuvieran distancia. En su momento no lo entendieron, pero luego de que Josh explicara lo débil que lo dejaban las quimioterapias comprendieron que no debían arriesgarlo a contraer algo adicional.

Hazel y Lily salen del baño, para ir y tomar asiento a cada lado de Uriah, tal como antes de que decidieran ir a limpiarse el rostro.

-Si tuviera más energía para pensar tal vez diría algo gracioso que rompiera el hielo- dice Josh haciendo a todos formar una sonrisa triste en sus labios o incluso reír a algunos- Lo único que puedo decir ahora es que agradezco que vinieran, sé que todos tenían algo que hacer.

Perder a alguien nunca es fácil, y a pesar de que Josh siguiera frente a ellos. Para él ya no era un día más de vida, sino uno menos.

Las restas eran de lo que se conformaba su vida ahora. Menos salud, menos energía, menos tiempo, aunque lo que más le dolía era ver cómo le restaba paz a las personas a su alrededor. A sus padres llevaba haciéndolo semanas y ahora podía ver el miedo en los rostros de sus amigos.

-Lo siento por no haberles dicho antes, no quería verlos preocupados por mí.

Chelsea frunce el ceño en un intento por contener el nudo en su garganta y no terminar llorando frente a todos.

-Creo que los quiero demasiado y me ponía mal saber que sus reacciones serían tal vez llorar o algo parecido.

El aire comenzaba a ser cada vez más denso y difícil de digerir con tanto atorado en la garganta de la chica.

Con el dorso de su mano cubre su boca intentando reprimir un sollozo y agacha su cabeza. Los demás parecían más tranquilos, a diferencia de ella se habían permitido llorar antes.

-Sé que en mi destino no está como tal ir hasta el final con ustedes, pero espero que sigan siendo amigos por mucho tiempo- finaliza Josh.

Esa fue la gota que derramó el vaso. Chelsea solloza, pero inmediatamente tapa su boca y sale a paso apresurado de la habitación. Cierra la puerta detrás de ella y se aleja un poco de la habitación de Josh para no ser escuchada.

Sin embargo no tiene en cuenta de que se ha acercado a la habitación de los padres de Josh, y ahora quien la ha escuchado es su madre.

Chelsea ni siquiera se ha percatado de que la mujer ha salido a verla, ya que tiene el rostro entre sus manos intentando ahogar sus sollozos.

Epifanías de media nocheWhere stories live. Discover now