49. Los años dorados.

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Los sábados son el día perfecto para relajarte luego de una semana pesada. No tienes preocupación ya que puedes dejar alguna tarea para el día siguiente o incluso quedarte despierto toda la noche sin importarte si en realidad exista un día de mañana.

O tal vez si nos preocupamos por que exista un mañana, y un día después de mañana también. Que exista una posibilidad de arreglar lo que tanto nos altera, lo que nos quita el sueño, la paz e incluso lo que nos lleva al borde de la locura y nos hace perder personas que amamos.

El sueño adolescente suena bastante prometedor, pero siendo sinceros no todos tienen la suerte de vivirlo. Aunque siempre hay instantes, pequeños minutos, horas incluso donde estas en tu máximo y nada ni nadie puede bajarte de la nube. Ahí es cuando te das cuenta de que tal vez es cierto todo lo que dicen.

-¡Finn!- grita Skylar con todas sus fuerzas-¡¿Donde dejaste las botellas que te pedí?!

Abre todas las gavetas de la cocina mientras intenta no caer ya que el piso es bastante resbaloso y solo lleva puestos sus calcetines.

-¡Finn!- grita de nuevo al no obtener respuesta.

-¿Qué?- escucha la voz de su hermano aunque bastante distorsionada.

Cuando se gira hacia la entrada de la cocina de da cuenta de que el chico está comiendo de una gran bolsa de frituras.

-¿Te tengo que recordar que no es solo para ti?- lo mira mal y camina hacia él para arrebatárselo- Sé que eres capaz de acabártela, así que no está de más pedirte que las dejes- pone una sonrisa apretada y deja la bolsa de frituras en la barra- Mejor dime donde están las botellas.

-En mi auto- dice estirándose y con voz ronca- ¿necesitas ayuda en algo o...

-¿Es en serio que quieres tomar una siesta?

El chico ríe y alza sus manos en forma de paz- Calma, fiera. Solo estaba estirándome.

Skylar lo mira de forma acusatoria sabiendo que en realidad solo ha mentido sobre no querer tomar la siesta para no hacerla molestar.

-Solo quería dejar las botellas y vasos a la vista, los demás dijeron que traerán algo también, no querían dejarnos pagar todo- suspira mirando al rededor y cuando se da cuenta de que todo está ahí regresa la mirada a su hermano y esta vez estando más tranquila incluso le causa gracia su aspecto-¿No vas a arreglarte? ¿Ducharte siquiera?

Skylar podía ver los mechones de cabello desordenado aún debajo del gorro de lana que llevaba puesto. Traía una sudadera enorme y un pantalón que evidentemente era de una vieja pijama, además de las sandalias con calcetines.

-¿Qué pretendes decirme con eso?- se lleva las manos al pecho fingiendo estar ofendido- Tome una ducha antes de venir aquí, huele mi cabello es el shampoo de coco que le robé a mamá- se quita el gorro y se inclina hacia ella.

-Bien, te creo- ríe empujándolo para que se aleje-, pero son las cinco de la tarde- comienza a enumerar con sus dedos- aún vas en pijama. Además en tres horas vendrán tus amigos y la chica que te gusta- toma a su hermano por los hombros y comienza a empujarlo hacia la salida de la cocina para llevarlo a su habitación- No me mal entiendas, creo que lo que importa es el interior, pero no está de más darle balance si te pones una camisa y arreglas un poco el cabello.

-¿Crees que voy a arreglarme por una chica?- se burla mientras ambos van subiendo las escaleras- No estoy tan desesperado aún.

Epifanías de media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora