20. Helga y Arnold

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Cuando la frustración rebasa los limitados en nuestro cuerpo, esta amenaza con ser desbordada por los ojos en algo lo cual llamamos lágrimas. Y un mar de lágrimas ya se veía llegar con tan solo la mirada que ponía Chelsea al mirar los libros.

- ¡¿Qué haces?! - le grita a su madre una vez que esta tumba todos sus libros de la mesa.

-Te dije que lo quitaras.

- ¡Estoy haciendo mi tarea! - Se le quiebra la voz al decirlo- Tú siempre cenas en tu habitación, solo admite que querías venir a molestarme.

- ¡Al igual que tú llegando a mi vida para arruinarla!

- ¡Si no me querías hubieras cerrado las piernas! - dice Chelsea antes de tomar sus libros del suelo para irse.

Normalmente cuando los rumores de lo que había pasado con Chelsea llegaban a afectarle y la chica se quejaba, su madre solía decirle como pudo haber cerrado las piernas. Haberle devuelto la jugada le había gustado más de lo que alguna vez pensó.

Antes de poder abandonar el lugar, su madre toma su cabello con fuerza y jala de este. Al no haber esperado que hiciera esto, provoca que la chica termine en el suelo.

Siendo pateada por su propia madre.

Los golpes iban a todo su cuerpo y no eran solo empujones, en verdad parecía hacerlo con odio.

- ¿Qué te pasa? - Se queja intentando cubrir su cabeza con sus brazos- ¡Estás loca!

La chica se gana un par de patadas más, las cuales la dejan sin aire al ir directo a su estómago.

El dolor era demasiado, aunque no del todo físico.

Una vez que su madre se ha ido y la ha dejado llorando en el suelo, la chica comienza a recobrar el aire y la fuerza para levantarse. Toma sus libros, los cuales se han regado de nuevo por el suelo, y camina hasta su habitación.

Estaba a punto de tomar una decisión, era difícil pensar siquiera en salirse de casa de sus padres. Podría haber hecho una maleta con sus cosas y llamado a una de sus amigas para que pasaran a buscarla. El teléfono ya estaba en su mano, incluso en la pantalla estaba abierta la conversación con sus cuatro mejores amigas, pero algo la seguía deteniendo de irse. Tal vez era que sabía que no quería ser una intrusa en una casa de una familia ajena a ella, no quería que alguien más creyera que no hacía más que estorbar, no quería conocer más adultos por temor a que fueran igual a sus padres.

Al final, solo terminó dejando el teléfono a un lado y arrojándose a la cama para dormir. Incluso sin importarle no haber terminado sus tareas para mañana, ya tendría tiempo de hacerlas durante el almuerzo.

No podía entender cómo alguien podía odiar tanto a su propia hija.

Su padre jamás la había golpeado, pero tampoco se salvaba de todas las cosas horribles que le habían hecho pasar en esa casa. Incluyendo la razón por la cual había estado visitando a Finn Hennman durante toda la semana.

Al darse cuenta de que el chico en verdad no parecía dispuesto a leer decidió hacerlo ella. Después de todo, ella también debía leer el libro antes de que terminara la semana. Aunque Chelsea seguía creyendo que lo de los lentes de contacto era tan solo una excusa para hacerla a ella leer por él.

Si no estuviera intentando ganárselo, ni siquiera hubiera dudado en arrojarle el libro y gritarle que no iba a hacer las cosas por él.

Jamás se había llevado demasiado con él, pocas veces habían hablado a pesar de que la chica pasaba mucho tiempo en su casa gracias a las constantes visitas que hacía a Skylar. Ahora podía decir que Finn le resultaba agradable.

Epifanías de media nocheWhere stories live. Discover now