𝗖𝗔𝗣𝗜𝗧𝗨𝗟𝗢 𝟯𝟴

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Alexandra despertó cuatro horas después, miró a sus costados un poco perdida y bostezó mientras masajeaba su cabeza

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Alexandra despertó cuatro horas después, miró a sus costados un poco perdida y bostezó mientras masajeaba su cabeza.

Unos segundos después, recordó que James se había presentado en su habitación. Miró a su alrededor y el azabache no se encontraba allí.

La pelirroja suspiró pesadamente y se levantó para dirigirse al baño, aprovecharía que no había nadie que lo ocupe para darse una larga ducha. Amaba quedarse ahí sin que alguien la apure.

Se tomó el tiempo para pensar las cosas.

James le había pedido disculpas, y Alexandra no quería acceder. La habían lastimado mucho y al fin estaba aprendiendo a no perdonar todo de una forma tan fácil.

Pero por otro lado, sabía que el azabache tenía razón. Ella había perdonado miles de veces a gente que no se lo merecía y que en verdad la habían lastimado.

¿Por qué no perdonarlo a él que sólo quería ayudarla?

Suspiró frustrada y golpeó su cabeza contra la fría pared del baño. Salió de la ducha y envolvió su cuerpo y cabello con toallas.

–¡Mierda!

James levantó su cabeza y tapó sus ojos con su mano mientras enrojecía por completo. El azabache comenzó a tartamudear y aclaró su garganta.

–Y-yo..

–Hasta recién no estabas aquí.

–Si, b-bueno. Eh.. ¿Me voy?

–Quedate ahí, quieto. ¡Y tapate los ojos!

James asintió mientras se acomodaba mejor en la cama de Marlene y mantenía sus manos sobre sus ojos.

El azabache en otra ocasión habría bromeado para intentar que la pelirroja se sonroje, pero sabía que estaba enojada. Y no quería arruinar todo.

Aparte, por algún motivo se sentía nervioso.

Alexandra buscó ropa en su baúl y volvió al baño para poder vestirte tranquila. Al terminar, salió mientras sacaba la toalla de su cabeza.

Reprimió una sonrisa al ver que James seguía con sus ojos tapados.

–Podías ver cuando entraba al baño, no era necesario que sigas tapandote.

James bajó su mano y abrió sus ojos mientras pestañeaba para acostumbrarse a la claridad. Enrojeció y sonrió a medias.

–Si, bueno.. por las dudas.

Alexandra asintió y tomó su cepillo del cabello para poder desenredarlo. Se sentó en su cama y en un silencio incómodo, comenzó a peinarse.

James miró sus manos sin saber qué decir.

–Cuando desperté no estabas.

–No, yo.. había ido a las cocinas.

QUEROFOBIA; James Potter Donde viven las historias. Descúbrelo ahora