Sacudí la cabeza y comencé a buscar algunos ingredientes para preparar algo, eso me mantendría distraída por un rato.

Estaba cortando algunas verduras cuando di un salto de susto al escuchar una voz a mis espaldas.

-No sabía que te gustaba usar faldas en invierno- regresé la vista y me encontré con Charlie recargado en el marco de la entrada con los brazos cruzados.

Usaba una playera básica blanca de manga corta que le quedaba muy ajustada.

Podía ver sus pectorales y sus grandes brazos llenos de cicatrices y quemaduras.

-Sí- contesté tontamente- adentro no hace tanto frío. Si salgo, me pondré algo más abrigado.

Regresé a mi tarea de cortar, sabía que Charlie me miraba las piernas y el trasero. No negaré que me encantaba que lo hiciera.

-Tu pierna estaba muy fría- dijo luego de un momento- lo sentí cuando puse mi mano.

Santo Godric. Las piernas me temblaron.

-¿Ah, si?- traté de sonar lo más natural posible- no me he dado cuenta.

Me sentía tan estúpida.

Escuché sus pasos acercarse a mi, mi corazón se aceleraba con cada segundo y debía buscar la manera de salir huyendo.

-¿Necesitas ayuda?- su voz sonó muy cerca de mi oído.

Recargó sus manos en la encimera, dándome una perfecta vista. ¿Lo estaba haciendo a propósito?

-¡Sí!- grité sin querer. Me veía tan patética.

Le di el cuchillo y la calabaza a medio picar mientras yo caminaba al otro extremo de la cocina.

Escuché cómo el cuchillo golpeaba suavemente contra la tabla, indicando que Charlie había continuado con mi trabajo.

Saqué un par de ollas que puse al fuego y busqué por todas partes los condimentos que necesitaba.

Pero tenía tan buena suerte que había un frasco en un estante muy alto. Miré a Charlie para asegurarme de que no me miraba, él seguía muy concentrado.

Me puse de puntillas y estiré el brazo lo más que pude, tanto mi blusa como mi falda subieron un poco de más. Vi la mano de Charlie estirarse por sobre mi cabeza y tomar lo que necesitaba, pero su cuerpo había quedado muy cerca del mío.

Sentí mi espalda chocar contra su pecho y mi trasero contra algo más. Di media vuelta, le dirigí una sonrisa y tomé el frasco de su mano. Él me miraba fijamente.

-Gracias, es justo el que necesitaba.

Caminé a un lado para liberarme y comencé a poner todo en la olla.

Charlie había terminado con su trabajo y ahora me miraba con los brazos cruzados, recargado en un mueble y con una pequeña sonrisa.

-Tengo la sensación de que me estás evitando- dijo de pronto mientras yo movía con una cuchara.

-¿Por qué lo dices?- no me atreví a mirarlo a la cara.

-Bueno, comencemos con que parecías decepcionada cuando me viste entrar por la puerta, apenas y me has dirigido un par de palabras desde que llegué, cada que me acerco a ti, huyes... ¡no lo sé!- parecía frustrado.

Le dirigí una rápida mirada, no tenía ni idea de qué decirle.

-Charlie, llevas sólo dos días aquí. Has pasado más tiempo con tu familia y así es como debería ser, no los has visto en, ¿cuánto? Dos años.

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