Capítulo 32

4.9K 440 156
                                    


A un lado del jardín, un vampiro herido y una neófita. Al otro, un ejército de brujas teniendo a un buen amigo de rehén.

—Ya basta—dijo Alaysa con una voz severa, peligrosa.—Estoy harta de todas estas persecuciones sin sentido cuando simplemente pudiste entregarte y todos en paz. Pero no, decidiste ser la heroína de una historia que sabías que iba a terminar de este modo. Eres bastante ingenua, Rosa Arismendi, pero tus días de prófuga han terminado. Enfréntame.

Tenía a Cristóbal entre mis brazos. Sola, desarmada y temerosa por la vida de Stefan, estaba acorralada en ese espacio abierto. Podía huir, seguro, pero eso significaba la muerte del hermano de Sonia. No iba a permitir que eso ocurriera.

—Tienes... Tienes razón, Alaysa. Es hora de finalizar con todo esto.

«¿Qué estás haciendo? No puedes hacer eso, ella te matará y... si tú mueres, yo iré tras de ti. Para siempre» La voz de Cristóbal resonó perfecta dentro de mi cabeza. Miré a su magullado rostro pero sus labios no se movían. Aquello era una sensación extraña, como usar unos audífonos. 

«Poderes de vampiro» pensé, mirando a mi amado de nuevo. No podía apartar mis ojos de él, luego de un año sin tenerlo a mi lado, ahora estábamos juntos.

—Tengo que hacerlo, Cristóbal. 

Con delicadeza, lo bajé de mis brazos hasta que se apoyó en el suelo. El vampiro hizo un gemido que casi me hizo volverlo a cargar, pero me abstuve. 

Di un paso hacia adelante. Sentí la cálida mano de Cristóbal tratar de agarrar mi brazo pero se deslizó pues estaba muy débil. Sabía que si me atrevía a mirar hacia atrás y ver aquellos ojos cautivadores todo habría terminado para Stefan. Di otro paso, cada vez más cerca de la muerte que me esperaba en forma de una mujer enorme.

—Rosa...—gimió Cristóbal. Escuché arrastrarse tras de mí y caer al suelo. Me estremecí pero no me giré a ayudarlo. Unas lágrimas comenzaron a salir de mis ojos y rodaron por mis mejillas. Por suerte, estaba de espaldas al amor de mi vida. No quería que me viera llorar. Con el dorso de la mano las limpié y me percaté que era agua sanguinolenta, producto de las últimas lágrimas humanas que me quedaban. Di otro paso, cada vez más pesados que los anteriores.

—¡Rosa! ¡Huye de aquí! ¡Llévate a Cristóbal y déjame!—Stefan, incluso con aquel afilado cuchillo en su garganta, era tan valiente para gritar aquello. 

Necesitaba ayuda.

—Alaysa—me detuve a mitad de camino y ella pareció despertar de un letargo al escuchar su nombre.— Antes de... Antes de terminar con esto, te ruego que escuches lo que tengo que decir.

La reina de las brujas cerró los ojos y bajó el puñal, haciendo que Stefan respirase hondo y pudiese agarrarse la garganta, de donde pequeñas gotas de sangre fluyeron. Unas brujas le tomaron por los musculosos brazos y se hicieron a un lado.

—Bien, habla—Alaysa abrió de nuevo los ojos, dedicándome una mirada de odio. Un odio que no me explicaba el por qué.

—Sé que me odias como a nadie y deseas verme muerta, pero antes de que hagas esto debo decirte que cometes un grave error. Yo no quise causar nada de lo que pasó, nunca fue mi intención provocar esas muertes. El culpable de todo esto fue un vampiro llamado Ariel. Él inició la matanza de brujas de tu aquelarre para ganar poder.

—Eso ya lo sé—cortó Alaysa, desafiante—Pero él no habría llegado a ese extremo de no ser porque tú estás, o mejor dicho estabas, viva. Terminando con tu humanidad, él no habría matado a todos nuestros hermanos. ¿Acaso la muerte de tu amiga Sonia no te dolió? ¿No te habría gustado terminar con ese dolor?

Cénit (Sol Durmiente Vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora