Capítulo 36

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No habían muchas maletas, tampoco mucha ropa que guardar, pero Stefan Deville se iba de San Antonio. De nuevo.

-¿Estás seguro de que quieres hacer esto?- preguntó Miranda, observando al gigante rubio moviéndose a toda velocidad mientras guardaba sus pocas pertenencias: documentos, un paraguas y libros, decenas de ellos.

-Jamás había estado tan seguro de algo, Miranda. Entiendo los riesgos que implica lo que estoy por hacer, pero ella habría hecho lo mismo que yo.

La casa estaba impecable, como le gustaba a Sonia. Es que incluso estando muerta, su energía se mantenía viva dentro de las paredes de la mansión Deville.

La determinación de irse de San Antonio le llegó a Stefan a través de un sueño, capaz influenciado por haberse quedado dormido mientras leía un libro de magia, o por algún mensaje sobrenatural del lugar al que los brujos llaman el Espíritu del Mundo.

No habría forma de saberlo o explicar qué significaba aquel lugar, pero para los conocedores de las artes místicas, es tan real como el Castillo de Lleuad.

En el sueño, Stefan estaba caminando a casa; conocía el camino de memoria, pues hasta que cumplió los dieciocho años había vivido permanentemente en el pueblo. Estaba bastante fresco, pero por suerte tenía un suéter bien abrigado que su hermana gemela le había regalado por su cumpleaños veintiséis.

Trató de recordar si él le había regalado algo a ella, y fue allí donde tuvo la primera sensación de que se trataba de un sueño.

"Imposible" pensó Stefan. Su hermana gemela no había llegado a cumplir veintiséis años.

"Stefan..." susurró la voz de Sonia desde... todas partes. El rubio miró al cielo, detrás de él, hacia el bosque que rodeaba la entrada de la casa. No había nada.

-¡Sonia!- gritó Stefan con todo lo que daba sus pulmones, su garganta, su corazón destrozado. Unas lágrimas no tardaron en salir de sus ojos, porque saber que no tendría respuesta de su amada hermana le produjo la más profunda de las tristezas.

En el sueño, era de día; el sol de San Antonio, perezoso, parecía dormir tranquilamente arropado por las nubes. No se veía ninguna otra persona en el camino a casa. Parecía que no existía nadie más.

-Encuéntrame- dijo Sonia, esta vez muy claro en el oído de Stefan, quien se llevó las manos al rostro, cubriéndose los ojos

La segunda razón, y esta vez fue definitiva, por la que supo que era un sueño, fue que al quitarse las manos de la cara estaba dentro de la casa de su infancia.

La casa era arquitéctónicamente la misma, pero todo el mobiliario era claramente de la época en la que el señor Sven Deville vivía en Venezuela y estaba casado y con dos hijos. Lo primero al entrar a la casa era un jarrón con un rostro maya o azteca, con unas flores que parecían plumas y aves del paraíso. Stefan recordó que ese jarrón le daba miedo cuando era niño.
Una alfombra de terciopelo blanco y negro daba la bienvenida a la sala con un juego de muebles color rosa salmón, con dibujos a mano de unas montañas nevadas.

Stefan, entre su tristeza, sonrió. Esos muebles los destrozaron él y su hermana jugando a perseguirse, y sus padres tuvieron que comprar otros, no sin antes castigarlos a ambos.

-¡Encuéntrame!- gritó Sonia, desde algún lugar de la casa. Stefan sonrió más abiertamente porque sabía que a Sonia le encantaba jugar a las escondidas. Cuando eran niños, ella se escondía y le gritaba a Stefan que la encontrase, así como estaba haciendo ahora.

-Te voy a encontrar, lo juro.- dijo Stefan, y comenzó a buscar a su gemela.

Hasta ese momento, no se había dado cuenta que tenía una mochila en su espalda, y la soltó en la entrada. Buscó por los muebles, echó un vistazo hacia la entrada de la cocina, pero sabía que mamá no iba a dejar a Sonia esconderse allí.

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⏰ Última actualización: May 07, 2022 ⏰

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Cénit (Sol Durmiente Vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora