Capítulo 14.

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Era una noche de tormenta, tal y como había sido desde hacía varios días atrás cuando Cristóbal Bolívar había sentido nuevamente la presencia de Rosa luego de meses sin poder hacerlo. Ahora que había regresado, significaba que la razón de vivir del vampiro de ojos azules estaba en peligro y con ello, toda esperanza de poder recuperar su amor y su confianza.

Por esa misma razón, en esa noche de tormenta, los tres vampiros integrantes del clan Bolívar estaban a la espera, inmóviles bajo la trémula luz de una luna menguante casi moribunda, sin competencia ante el fulminante brillo de los relámpagos. Esa noche, a Cristóbal Bolívar el bosque se le antojaba como una especie de lugar maléfico, un sitio al que debía temerle todo ser viviente que se encontrase rodeado de aquellos antiguos árboles tan llenos de secretos y de muerte. 

De pie allí en el bosque, le echó una mirada de reojo a los otros dos vampiros que le habían hecho compañía en todo momento mientras acechaban al vampiro más peligroso con el que se hubiesen topado alguna vez, un rubio de ojos esmeralda que otrora fuese su hermano. Lucía y Héctor se hallabn uno al lado del otro, tan inmóviles como los árboles del bosque, más sin embargo podía sentir el movimiento de los dos pares de ojos escrutando a la velocidad del rayo todo lo que les rodeaba.

"No veo ni huelo nada." pensó Héctor, en una especie de mensaje mental dirigido a su esposa y a su hermano. Aún después de todos esos años, a los tres hermanos Bolívar se hallaban sorprendidos por su capacidad de poder comunicarse mentalmente y escucharse tal como si hablaran frente a frente. No tenían una idea clara de cómo funcionaba todo aquello, pero lo atribuían al lazo de sangre que los ataba de manera perenne al haber sido creados por la misma vampiro.

"Yo tampoco." pensó Cristóbal, volviendo a posar su mirada en el horizonte y estar alerta a cualquier atisbo de movimiento entre la espesa neblina del bosque. Los tres estaban vestidos de manera similar, con ropa completamente negra que les cubría la mayor parte del cuerpo. Sólo Lucía le había añadido unos guantes de color rojo intenso a su atuendo, pues ella no era partidaria de las ropas oscuras en su totalidad. "Sin embargo, puedo sentir que hay algo cerca de aquí, ¿ustedes no?"

En eso los tres podían coincidir. Desde que habían salido de la mansión directo hacia el bosque que separa al pueblo de la ciudad, una especie de energía extraña, siniestra y muy poderosa les había estado siguiendo los pasos.

"Es como si nos estuvieran viendo, pero no puedo ver nada." pensó Lucía, girando su cuerpo en el sentido contrario de los dos hombres Bolívar para vigilar la retaguardia. "Esto me pone nerviosa, no sé ni qué nos observa ni la razón por la que vinimos aquí. El bosque ya no es un lugar seguro, las brujas nos tienen amenazados."  

Llevaban un buen rato de pie sobre el blando y musgoso suelo de la zona no poblada de San Antonio, si hubiesen sido capaces de decir exactamente cuánto, dirían que más de una hora, con la expectativa de que si se atrevían a salir de la mansión, Ariel aparecería de repente.

--Recuerda que estamos aquí por eso mismo. Queremos evitar que las amenazas de las brujas se hagan realidad.-- Héctor habló esta vez, observando a su esposa y torciendo los labios en una mueca luego de haber dicho aquella frase.

Ciertamente no tenían idea de cuál era la manera en la cual la reina de las brujas daría cumplimiento a su amenaza de guerra, pero Héctor se imaginaba lo peor. En su mente, podía observar a las brujas torturando a su amada Lucía colocándole cadenas de plata y usando peligrosos encantamientos para desangrarla lentamente. Podía ver a Cristóbal atado a una estaca de plata en un claro de luna, esperando a su lenta y dolorosa muerte bajo el sol. De sólo pensar de nuevo en ello, sacudió su cabeza.

--Ya no te pongas así, Héctor.-- replicó Cristóbal, quien había recibido las crueles imágenes de su hermano.--Si capturamos a Ariel antes que las brujas y se lo llevamos a Alaysa, seguramente todo volverá a la normalidad.--

Normalidad. Ya nada podía volver a ser normal luego de los acontecimientos que se habían desencadenado luego de que Rosa Arismendi hubiese dejado el pueblo luego de la terrible muerte de Sonia Deville. Si Cristóbal hubiese querido añadir algo a aquella oración, habría sido " Si capturamos a Ariel antes que mate a Rosa..."

Porque para Cristóbal Bolívar el tiempo no había pasado ni un segundo desde que sintió como su corazón inmortal dejaba de latir una vez más luego del abandono de la mujer que él amaba. No importaba que no hubiese querido contestar sus llamadas, no importaba que se hubiese ido tal vez para siempre. Cristóbal Bolívar amaría a Rosa sin importar lo que sucediera.

Y fue allí cuando sucedió.

--¡Allí, frente a ti!-- exclamó Héctor a Cristóbal, provocando que su esposa girase su cabeza hacia un lado y observara por el rabillo de su ojo castaño la silueta de un ser alto y delgado que se dirigía a toda velocidad hacia ellos.

No había pasado ni un segundo cuando Lucía vio que algo se movía en la dirección que ella se encontraba mirando con anterioridad, por lo que dejó que su esposo y su hermano se encargasen de aquella criatura y ella enfocarse en la segunda silueta tenebrosa que se acercaba al trío de vampiros con una rapidez igual a la primera. 

--¡Hay otro!-- exclamó la mujer, agazapándose dispuesta a atacar.

De inmediato, Cristóbal observó a su izquierda y apreció una tercera criatura, igual de alta y delgada que las otras, y luego una quinta, una sexta y una séptima. Al final del asunto, los tres vampiros se vieron rodeados por una docena de criaturas iguales. No se mostraban completamente, pues se movían de manera constante entre los árboles en círculos alrededor de los Bolívar.

--¿Qué son?-- preguntó Cristóbal, mirando alerta a los seres que ahora les acechaban. Incluso con su visión mejorada de vampiro, se le hacía realmente difícil distinguir de qué se trataban tales seres.

--Ni idea, pero voy a averiguarlo.-- dijo Héctor, quien lanzó un puño al aire. En ese mismo movimiento fluido pero fuerte, salió de su puño un relámpago tan grande como los que habían en el cielo nocturno aquella noche, e impactó a una de las criaturas, quien hizo un chillido espantoso.

Esa nueva habilidad de Héctor era poderosa, pero le dejaba tan débil que cayó de rodillas al suelo apenas el haz de luz y el estruendo cesaron.

--¡Héctor!-- gritó Lucía, preocupada por el bienestar de su marido, así que acudió en su ayuda, sin embargo, no quitaba los ojos de las otras criaturas que seguían rodeándolos.

--Estoy bien... dame un minuto.-- dijo su esposo, respirando lentamente y colocándose de pie.--Necesito practicar más esto del relámpago.--

Fue entonces cuando las criaturas dejaron de moverse y quedaron estáticas, dejándose ver con claridad. Lo que los ojos de los tres vampiros observaron los dejaron atónitos. Las once criaturas que quedaban a su alrededor medían tres o casi cuatro metros de alto, eran delgados hasta el punto que se les notaban los huesos.Eran de aspecto humano, o por lo menos eran similares a uno. Su piel era de un tono verdusco casi como el musgo adherido  las rocas del bosque, resaltando así las dos esmeraldas relucientes que tenía de ojos y el cabello rubio dorado.

--¡No puede ser!-- exclamó Lucía, espantada al ver en lo que se había convertido Ariel.

--¿En realidad eres tú?-- inquirió Cristóbal, quien no salía de su asombro. Había pasado algún tiempo, casi un año, desde la última vez que había visto a su antiguo hermano, el anterior a él en ser convertido por Marianne.

La criatura en la que se había convertido Ariel no habló, sino que alzó el largo y delgado cuello y lanzó un gruñido bestial que se escuchó a docenas de metros.

"Ese ya no es Ariel." pensó Héctor, de nuevo de pie y listo para abalanzarse sobre otro de los monstruos, pero fue detenido por su hermano.

--No, no le hagas nada. Tienes razón, ese no es Ariel, miren el suelo.-- señaló al suelo, y observaron que al final de los pies de todas esas criaturas se proyectaban sombras distintas a las generadas por los monstruos.

--Son sombras.-- de inmediato, Lucía y Héctor se percataron que se trataban de las criaturas de la oscuridad invocadas por los nigromantes en los tiempos de las guerras entre vampiros y brujas, siglos anteriores al nacimiento incluso de Héctor. Pero la gran inquietud que surgió en los corazones de los tres inmortales era si nuevamente habría una amenaza de un nigromante trabajando con Ariel para acabar con ellos de una vez por todas.

Cénit (Sol Durmiente Vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora