Capítulo 18

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Las personas sentadas en el suelo desnudo de la mansion Deville estaban hablando tan fuerte que Stefan no sabía qué hacer. Era la primera vez en mucho tiempo que la sala se hallaba repleta de gente tan diferente entre si y tan escandalosa que parecía como si se tratase de una fiesta, cosa que para el rubio estaba entre el último de sus planes.

La mujer llamada Miranda era la única entre aquel extraño grupo de brujos que se hacían llamar aquelarre nómada que no estaba hablando. La mirada de Miranda estaba fija en Stefan, quien se encontraba de pie, observando a sus "súbditos" compartir alimentos que ellos habían traído en bolsas.

«No entiendo nada.» pensó el rubio mientras se rascaba la barba que ya se había vuelto espesa luego de no haber estado en contacto con la civilización durante meses.

«Pronto has de entender, Stefandijo la voz susurrante dentro de la cabeza de Stefan, quien se agitó nuevamente ante la respuesta. Le dedico a Miranda una mirada sospechosa, inquisitiva, llena de preguntas. Ella asintió y le sonrió, como si también hubiese escuchado la curiosa voz que llevaba todo el día hablándole.

Stefan se encaminó entonces a la cocina, donde le pareció extraño ver que tanto la mesa de mármol como cada uno de los instrumentos de la cocina se hallaban libres de polvo y suciedad producto del abandono. Sonrió al ver aquella habitación tan limpia como si Sonia estuviese allí.

«Maniática de la limpieza.» pensó con nostalgia, pero un ruido que provino detras de él lo sacó de sus pensamientos. Se dio la vuelta y observó a Miranda junto a otros tres brujos en el umbral de la cocina.

—Sé que debería decir algo— comenzó a decir Stefan, de nuevo frotándose la barba en señal de pena.—Pero la verdad no sé qué decir—.

Los tres brujos acompañantes de Miranda sonrieron, mas la pelirroja se mantuvo seria; no en un sentido autoritario. Ella parecía entender a lo que se refería el enorme hombre frente a ella.

—Stefan, no hemos venido aquí en busca de un consejero o un sabio. Hemos venido porque la magia nos ha traído hasta la puerta de tu casa. Hay peligro, mucho peligro—. dijo Miranda, y los otros brujos asintieron.

—El poder que habita en el Nido está amenazado. Hay criaturas en San Antonio que están usando la magia para propósitos malignos y es nuestro deber como protectores de la naturaleza evitar que eso siga sucediendo y se propague— dijo otro de los acompañantes, un joven robusto de piel tostada por el sol y escaso cabello negro.

Las palabras utilizadas por el chico le provocaron escalofríos a Stefan, quien hasta entonces no se había percatado de la extraña vibración mágica que le llegaba al cuerpo. El Pulso de las brujas, esa corriente casi eléctrica que sienten los practicantes de magia cuando su líder los invoca, parecía... entrecortada, débil, moribunda.

—Es cierto. En el instante en que pisé el pueblo, sentí que había algo raro. No sabía de qué se trataba hasta que ustedes llegaron— Stefan frunció el ceño. Esas criaturas de las que hablaba el jóven brujo estaban causando estragos en la energía mágica del pueblo, alterando la estabilidad de todos, tanto seres sobrenaturales como los humanos. Si esto seguía como estaba, las vidas de todos los habitantes de San Antonio estarían pendiendo de un hilo.

—Tú tienes una conexión especial con San Antonio que ningún brujo jamás podrá tener, ni siquiera la reina Alaysa, quien ha vivido en el bosque que rodea el pueblo desde hace muchos años— explicó Miranda, quien por lo visto parecía conocer a la alta mujer de mirada severa.

—Creo que es hora de que les hable a todos, ¿no es cierto?— preguntó Stefan, a lo que las cuatro personas ante él asintieron. Todos salieron de la cocina a través del arco que dividía esa habitación de la sala, donde las otras personas seguían hablando, riendo y comiendo.

Cénit (Sol Durmiente Vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora