Capítulo 13

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Habían pasado varias lunas desde que Stefan Deville rechazó públicamente unirse al aquelarre de Alaysa y escapó volando del rito de iniciación que se llevaba a cabo en el mágico patio de la mansión blanca. Incluso después de todo ese tiempo, Stefan se hallaba pensando en lo que había ocurrido con detenimiento, pues durante toda su vida como practicante de magia jamás había podido elevarse por los aires como aquella vez. 

Pero para haber sido su primera vez, lo había hecho muy bien, pues consiguió llegar hasta un territorio del cual Stefan no había pensado en volver en mucho tiempo. De manera inconsciente, luego de aquella noche siniestra, el hombre rubio llegó a la caribeña isla de Trinidad, donde se ocultaba otro de los misteriosos aquelarres de brujas dirigidos por el arrogante rey Ydras del océano del oriente.

Stefan estaba seguro que el rey de aquella isla estaba enterado de que se encontraba en sus territorios, por lo que había esperado durante semanas que el hombre de cabellos platinados hiciera acto de presencia. Habían noches en las que Stefan despertaba sobresaltado y con sus ojos aguamarina muy abiertos, revisando cada rincón de la cabaña en donde se estaba quedando a ver si lograba distinguir unos ojos púrpura que le observaran detenidamente y con aburrimiento. Pero mientras más días transcurrían sin que Ydras se presentara ante él, más estaba consciente de que aquel rey pretencioso que había acabado con la vida de su amada Ilana sabía que se encontraba allí.

Stefan no se había llevado nada más con él sino la túnica blanca con la que se suponía debía ascender a convertirse en un brujo del montón, una mente compartida con el resto del aquelarre y controlada por la reina, por que se había visto obligado a pedirle ropas a algunos pescadores de las costas trinitarias. Lo bueno del asunto era que estos hombres eran tan grandes como Stefan, así que no hubo problemas cuando a cambio de trabajar para ellos, estos le ofrecieran vestimenta, alimento y refugio.

Había sido divertido para Stefan practicar algo nuevo como la pesca artesanal. Jamás se le había pasado por la cabeza que esperar con mucha paciencia a que la red de malla entretejida estuviese llena de peces de cualquier tipo fuese tan relajante y enriquecedor para la mente. Después de todo, era esa sensación de libertad que tanto amaba Stefan lo que le hizo escapar de todo nuevamente. 

La paz que le proporcionaba estar en la naturaleza no se podía equiparar a otra cosa, sentía que podía fundirse con lo que le rodeaba. Estando en el pequeño bote de pesca, sentado recibiendo los primeros y delicados rayos de sol del Caribe, Stefan podía sentir las vibraciones mágicas provenientes del mar que le mecía con suavidad. Toda aquella tierra parecía estar controlada por una fuerza mística superior a cualquier otra en la que Stefan hubiese estado antes. Podía sentir que incluso esas pequeñas ondulaciones en el mar se debían a la magia.

Fue en uno de los amaneceres en los que Stefan salía a pescar por su cuenta, luego de dos meses de un arduo entrenamiento por parte de los lugareños, cuando sintió que algo había cambiado. Sobe él cayó la presencia de los ojos de Ydras, y de repente su corazón se sintió agitado. Todo el nerviosismo del cual Stefan había sido liberado había vuelto con más fuerza que antes. Aunque no era precisamente por el poder de Ydras la razón de los nervios del hombre rubio, sino porque de alguna forma, temía que le reprochara el haber regresado a San Antonio cuando el terrible hechizo aún recaía sobre él.

«Ni tu cuerpo ni tu alma encontrarán reposo en lecho alguno. De tus labios jamás saldrá la palabra hogar pues no podrás llamar a ningún lugar de ese modo.  Estás condenado a vagar hasta que pagues tu deuda con la Tierra»

Las duras palabras de Ydras las recordaba tan bien como aquella otra que tanto había buscado en los libros del aquelarre de brujas del sur sin éxito. Parecían que rebotaban dentro de su cabeza como un eco lejano y distante de una voz aterradora. Sólo que esta vez, Stefan sentía que algo, no sabía exactamente qué, había cambiado dentro de él.

Cénit (Sol Durmiente Vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora