Capítulo 11

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«Protege al aquelarre» dijo la mujer moribunda, con sus ropajes llenos de sangre agitados por el frío viento del antártico 

«Protégelos a todos. No importa cómo. Eres la reina ahora, Alaysa»

Era la tercera noche en la que Alaysa no había logrado pegar un ojo, pues aquel recuerdo de tantos años atrás aún parecía acecharla como si hubiese ocurrido recientemente. En sus pensamientos, la alta mujer de piel tan pálida como la tiza observaba a la antigua reina del aquelarre de brujas del sur, su predecesora, muriendo en sus brazos en la noche del solsticio de invierno, cuando las criaturas de la noche a la que tanto repudiaban decidieron atacarlos.

Alaysa estaba de pie en medio del bosque, vigilando con atención cada movimiento entre los árboles. Esa noche no había brisa, por lo que la larga túnica negra de la reina se hallaba tan inmóvil como ella. Sus ojos oscuros registraban cada rincón del claro en donde se encontraba, esperando pacientemente a que algo se atreviera a cruzarse con su mirada letal.

Mientras permanecía en aquella posición tan aparentemente inofensiva, Alaysa había conjurado un hechizo tan peligroso tanto para ella misma como para cualquiera que se topara con sus ojos, pues quien tuviera la mala suerte de encontrarse con ellos, moriría de inmediato. Aquel hechizo era particularmente peligroso, pues ella tampoco podía observar su reflejo bajo ninguna circunstancia ya que su destino sería el mismo. Lo había aprendido cuando era mucho más joven, en una época en la que Alaysa comenzó a experimentar con la necromancia. Ella se había jurado jamás volver a usar aquella magia de muerte, pero las circunstancias en las que se encontraba le habían hecho romper esa promesa.

Después de tanto tiempo viviendo en paz, el aquelarre; su aquelarre, había sido atacado nuevamente por las mismas criaturas de la oscuridad que hicieron aquella masacre en el Polo Sur. Alaysa no podía permitirse volver a pasar por una situación similar de nuevo, no ahora cuando ella había logrado establecer las pautas de una sociedad mágica sana y limpia. Se había esmerado tanto en tratar de sanar las heridas del pasado tormentoso y violento de su pueblo que había olvidado de mirar hacia el presente. Los vampiros habían decidido regresar a su territorio luego de casi diez años y esta vez habían logrado su objetivo: asesinar brujas sin compasión.

La reina debía poner su felicidad después de la de su pueblo. Debía sacrificarse por el bienestar de cada uno de sus seguidores. No podía permitir que otro asesinato ocurriera mientras ella fuese la líder de las brujas en todo el país. Tan solo en su aquelarre habían muerto seis personas, un número que significaba mucho para un grupo de tan solo cuarenta personas. Era su deber ponerle un alto a esa situación, impedir que otro miembro de su aquelarre se convirtiera en víctima de los vampiros, por lo que en la última reunión que se llevó a cabo, Alaysa convocó a todos sus seguidores y les ordenó permanecer dentro de los límites del castillo de Lleuad, el lugar donde las brujas del sur se encontraban cada vez que querían practicar hechizos u obtener conocimientos acerca de los misterios de la magia. Sólo que esta vez, el antiguo castillo sede del aquelarre actuaba como un lugar para sentirse seguros ante la amenaza constante que acechaba fuera de los gruesos muros de piedra de Lleuad.

—Mi reina, ¿puedo hablarle?— dijo una voz que provino detrás de Alaysa. La reina tuvo que parpadear tres veces antes de girarse y observar a la persona que le había dirigido la palabra, de esta forma no le sucedería nada.

Frente a ella, apoyada sobre una de las paredes del castillo, se encontraba una mujer de piel morena y abundante cabello negro. La mujer era de nariz aguileña y ojos grandes y penetrantes como dos lanzas de azabache. Aztrith, la joven nigromante que era parte de las seis Altas Brujas del aquelarre quería hablarle, y Alaysa siempre la escuchaba ya que consideraba que el enorme poder de Aztrith a su corta edad era algo de respetar.

Cénit (Sol Durmiente Vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora