Capítulo 2.

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Stefan Deville había decidido regresar a la casa que lo había visto crecer con el propósito de volver a reunirse con su hermana gemela. La última vez que se habían visto fue dos años atrás, cuando Stefan iba de paso por el pueblo en camino al Delta del Orinoco, el río más grande del país, con la intención de aprender de los grandes poderes mágicos que aquel flujo de agua escondía.

Cuando tenía dieciocho, Stefan decidió salir de San Antonio para no volver, según una promesa que se había hecho él mismo luego de que los gemelos Deville se quedaran solos en Venezuela al ver que su padre había decidido volver a Escocia. Ambos eran jóvenes, pero Stefan no se arrepintió de su decisión hasta el momento en que realmente no pudo volver a poner un pie dentro de aquel pueblo por un malentendido que hasta la fecha perseguía al hombre rubio.

Como un descendiente de un aquelarre antiguo, Stefan tenía reglas que debían ser cumplidas a cabalidad dentro de la comunidad de brujas; siendo la principal de ellas no involucrarse con vampiros. Cosa que él ignoró.

A las pocas semanas de haberse ido de casa, dejando a Sonia completamente sola, Stefan conoció a Ilana, la que se convertiría en su primer gran amor. Sólo que había un pequeño detalle: Ilana era un vampiro. Aquel romance era una complicación. Más que eso, era una abominación. Ambas razas estaban obligadas a mantenerse a raya respecto a sus relaciones, que no debían dirigirse más allá de la diplomacia. 

El día en que se conocieron no fue precisamente por un medio amistoso. Stefan había adquirido el estilo de vida de los mochileros turistas que se aventuraban a los rincones más lejanos del mundo, por lo que una noche en la que el chico rubio caminaba montaña arriba con la intención de hospedarse en una pequeña posada en el páramo, fue atacado por una mujer de extrema belleza. Una maraña de cabellos oscuros se revolvía con la resistencia que ofrecía Stefan, pues él no era un debilucho; pero la fuerza de aquella mujer lo sobrepasaba. Por más que logró forcejear, la pálida mujer logró hincar sus dientes en el cuello de Stefan, bebiendo de su sangre.

Afortunadamente, Stefan poseía trucos bajo su manga. Mientras la vampiro bebía de su cuello, él recitaba un antiguo hechizo de control en su mente, haciendo que cada vez que la mujer bebiera él tendría más y más poder sobre ella. No pasó mucho tiempo cuando la mujer estuvo bajo el completo poder de Stefan, quien a pesar de ser joven había aprendido de la magia ancestral incluso antes de haberse ido de San Antonio.

La mujer le suplicó piedad, pues él estaba dispuesto a asesinarla por haberlo atacado, pero luego se fijó en los hermosos rasgos que poseía la inmortal. Era pálida, como todos los vampiros, pero además de eso poseía un brillo tostado en su piel que le hizo imaginarse a Stefan que en su vida humana aquella chica era de ascendencia indígena. Pero lo que más le cautivó al joven rubio fueron los ojos de la mujer, de una tonalidad dorada, casi naranja, como un amanecer. La mujer le explicó que tenía alimentarse pues estaba huyendo de una banda de vampiros solitarios que habían dado con ella y pretendían bebérsela.

Stefan nunca había escuchado que los vampiros pudieran beber de otros vampiros, a lo que la mujer le dijo aún asustada que eso no era permitido debido a que las consecuencias para los que cometían tal atrocidad eran catastróficas. Huyeron de allí cuando escucharon a alguien acercarse, y se escondieron bajo un espeso matorral que les ocultó de los cinco vampiros que buscaban a la chica.

Después de haber logrado escapar de los que la buscaban, la chica logró convencer a Stefan de que si la liberaba del hechizo que la mantenía dominada ella a cambio no bebería de él y le protegería hasta llegar a su destino. Stefan le respondió que él no tenía destino a cual llegar, a lo que la mujer, que ya se había presentado como Ilana, le dijo que entonces habría de encargarse de buscarle un destino.

Cénit (Sol Durmiente Vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora