Capítulo 21

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Las luces parpadeaban constantemente por el intento de las terribles fuerzas tenebrosas que revoloteaban fuera de la casa por entrar y llevarme con ellas hacia quién sabía dónde.

-Esas cosas parecen enojadas- admitió Celeste, quien aunque como yo, no podía escuchar los ruidos que Ángel sí podía, estaba atenta a las repentinas bajadas y subidas de luz de la lámpara de mesa junto al sofá ligeramente manchado de sangre de vampiro.

La casa lucía casi como antes de que aquella peligrosa criatura intentara matarnos a Celeste y a mí, sin contar con que el hermoso jarrón de porcelana azul que decoraba la mesa del comedor ya no estaba.

-No tienes idea de cuánto- dijo Ángel, entrecerrando sus ojos ante la molestia que le causaba aquel sonido inaudible para los humanos, pero que según él, decía mi nombre infinitas veces. El solo hecho de imaginarme tal cosa me inquietó, haciendo que se me erizada la piel.

-Esto está fuera de control- solté, agotada. Honestamente, estaba casi segura que alejándome de San Antonio todas las cosas que me ataban al mundo mágico iban a desaparecer, sin darme cuenta que incluso antes de mi nacimiento mi familia era un blanco para las criaturas sobrenaturales- De verdad tengo que irme lo más pronto posible y resolver las cosas-

-Debes esperar al amanecer, Rosa- sugirió nuevamente el portador de luz, pues la amenaza de todas las sombras que venían por mí y que él no tenía las fuerzas suficientes para acabar con todas ellas me retenían de hacer lo que ya tenía pensado.

Miré al reloj, donde una lenta manecilla parecía retroceder dos segundos por cada que avanzaba. Claro, todo eso estaba en mi cabeza, producto de la angustia. Si respiraba profundamente y cerraba los ojos, al abrirlos y mirar de nuevo la hora decía que eran más de las nueve de la noche. De hecho, faltaban quince minutos para las diez.

Las luces repentinamente se normalizaron. Cuando observé a Ángel, sus facciones estaban de nuevo suaves, relajadas, libres de la tensión de los chillidos que clamaban mi nombre. Había pasado un rato desde que dejó de llover, cuando una nueva inquietud asomó por mi mente: Mi padre no había llegado a casa.

-Parece que se fueron. Ya está todo bien- dijo Ángel, a lo que Celeste resopló de alivio.

-No, aún nada está bien. ¿No se olvidan de algo?, o mejor dicho, ¿de alguien?- en seguida, una idea espantosa apareció en mi cabeza como una revelación. Las sombras se habían alejado, sí, pero ¿por qué?

Si las sombras me querían a como diera lugar, tendrían algún tipo de plan o estrategia. Si el primero no no funcionaba, era obvio que debían tener un plan de respaldo, otra cosa que fuese incluso más eficiente para hacerme salir de la casa. Si estaba en lo correcto, y esperaba que no, las sombras se habían ido a buscar a mi padre.

-¡Papá!- grité, y sin medir mis acciones salí a mitad de la noche, dispuesta a salvarlo.

Afuera estaba tan oscuro que ni los faroles iluminaban lo suficiente como para ver lo que había después del frente de mi casa. Era una noche helada, luego del aguacero que había alterado nuevamente todo, justo cuando estaba pensando en resolver mis asuntos. Pero no podía detenerme a observar la última noche de luna menguante. Debía ir hacia la tipografía y... ¿y qué?

Parada junto al deportivo azul que me había acompañado en momentos buenos y malos, me di cuenta que si yo iba hasta la tipografía sola, entonces habrían dos personas en peligro.

«Sé racional, Rosa» dije para mis adentros, suspirando antes de abrir la puerta del deportivo y gritarle a las dos personas que aún estaban atónitas de pie en la entrada de la casa.

Cénit (Sol Durmiente Vol.3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora