Ashely estaba profundamente enamorada de Tom y él lo sabía.
Sabía que podía aprovechar aquella situación para manipular a la chica a su voluntad, y es que el amor es un arma de doble filo. El amor te puede cegar y te hace cometer locuras.
Tom era excepcional en el arte de la manipulación, sabía todo lo que necesitaba hacer para convencer a la gente de hacer lo que él quisiera.
Ashely caminaba por el pasillo, simplemente daba un paseo pues sus deberes estaban terminados y no tenía ya nada que hacer.
Al pasar junto a un aula, sintió que alguien la tomaba del brazo para llevarla a aquella aula. Sus ojos se toparon con los de Tom, el chico la miraba de una manera que no era capaz de describir, era una mirada intensa pero de una manera extraña.
—Tom, ¿qué haces aquí?—preguntó bastante nerviosa.
—Te estaba esperando, sabía que en cualquier momento pasarías por aquí.
La chica dejó salir una risa tonta mientras evitaba hacer contacto visual con su contrario.
—Pues aquí estoy, ¿en qué te puedo ayudar?
Tom la tomó de la mano y dejó un beso en ella, luego la acercó más a él y dejó un par de besos más en su mejilla haciendo un recorrido hacia su cuello.
La piel de Ashely se erizó por completo, la verdad, no quería que Tom se detuviera.
Comenzó a dejarse llevar, no pasaba nada si lo disfrutaba.
—Necesito que me hagas un favor—habló Tom sin detener lo que comenzó.
Ashely permaneció con los ojos cerrados.
—Claro, dime qué quieres— dijo sin dudarlo ni un poco.
Tom sonrió, su plan había funcionado a la perfección y ni siquiera tuvo que hacer la gran cosa.
Tal vez el amor que Ashely sentía por Tom la cegaba y no le importaba nada con tal de complacer al hombre que tanto amaba. Y es que para Riddle era sin duda una gran ventaja, ya no se metía en problemas y podía liberarse de cualquier situación que lo pudiera comprometer.
A Ashely no le importaba ni siquiera matar si eso hacía feliz a Tom, y eso hizo. Sin dudarlo, mató a un par de muggles sólo porque él se lo había pedido.
Tras algunos años bajo la misma situación, comenzó a abrir los ojos. Sabía que no estaba bien lo que Tom le pedía que hiciera.
Sin embargo, ya era demasiado tarde. Había cometido muchas atrocidades de las que verdaderamente se arrepentía.
—No puedo seguir con esto, Tom— le dijo con lágrimas en los ojos.
—¿No puedes hacer exactamente, qué?— preguntó con calma.
—Nada de lo que me pides.
El chico la miró con una sonrisa de superioridad.
—¿Estás segura de lo que dices?
Ashely asintió.
—Soy una tonta por no darme cuenta de nada antes.
—Por supuesto que eres una tonta— dijo con frialdad— y ya no me sirves para nada. Sabes muchas cosas que me pondrían en peligro.
—¿De qué hablas?
—Avada Kedavra.
El cuerpo de Ashely no tocó el suelo. Tom la sostuvo antes de que eso sucediera.
Le quitó un par de mechones de cabello de la cara y acarició su mejilla.
—Es una pena que esto haya terminado así—dijo en un murmuro para sí mismo.
No es que realmente le importara, pero le había tomado cierto aprecio a la chica. De alguna forma, le agradaba.