Seremos eternos.

By albardelamo

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Ella sueña con que sus historias sean leídas. Él desea que sus canciones sean reproducidas en todas las radio... More

¡Bienvenidos/as!
Prólogo.
-
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23
Capítulo 25.
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32.
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43.
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50.
Epílogo.
SEREMOS ETERNOS EN FÍSICO.

Capítulo 24

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By albardelamo

Dos semanas sin Oliver ahora, comparado con todas las que vinieron después, me parecen casi un milagro; solo catorce días, sabiendo que volvería, sabiendo que al hacerlo sería el mismo chico que era cuando se fue, que nada iba a cambiar entre nosotros. Pero en esos años, la idea de pasar dos semanas sin el se me hizo insoportable; los días pasaban lentos, cada hora procurábamos enviarnos aunque fuese un mensaje y cuando no estaba hablando con el, pensaba en el.Se hizo difícil pero mereció la pena tan solo por el reencuentro, por volver a tenerle conmigo después de haberle echado tanto de menos; era como si esos días de distancia, de no poder estar juntos hubiese hecho nuestros sentimientos más fuertes, mucho más grandes.

Lo malo es que a esas dos semanas se fueron sumando más días y cada vez eran más las actuaciones que les salían en la otra punta del país, en lugares demasiado alejados de casa. Pero podíamos soportarlo; eran viajes cortos, unos cuantos días con un billete de ida y otro de vuelta. Dos semanas había sido lo máximo que habían tenido que irse y habíamos podido superarlo.

Con su ausencia, había aprendido que el tiempo podía alargarse o acortarse según su presencia. Cuando el no estaba, los días eran dolorosamente lentos, haciendo que cada minuto fuera más eterno que el anterior. Y entonces, el tiempo pasaba demasiado rápido cuando el estaba conmigo y el momento de volver a irse llegaba mucho antes de lo que merecíamos.

Creo que no fui realmente consciente de lo grandes que se estaban haciendo hasta que un día, caminando con Oliver por la calle, por los mismos lugares que habíamos recorrido cientos de veces, una chica paró delante de nosotros, teniendo ojos solo para el.

-Perdona que te moleste pero, ¿eres Oliver Crowell, el del grupo?

Aun puedo recordar la sorpresa reflejada en su rostro cuando asintió con la cabeza. La joven me pidió que les hiciese una foto y Oliver seguía tan sorprendido que apenas pudo esbozar una decente sonrisa. Pero estaba feliz; porque lo estaba consiguiendo, porque por fin estaba comenzando a ver la cima que tanto había estado intentando alcanzar. Y a pesar de toda la felicidad que yo también sentía, un leve miedo se instaló dentro de mi y creo que muy en el fondo, comencé a comprender que las cosas ya no iban a ser como antes.

Incluso una tarde, cuando Martha y yo nos encontrábamos en la cafetería en uno de esos días en los que apenas había trabajo, me preguntó por ellos.

-He visto el último vídeo que han subido -comentó de pronto. -y vaya, son bastante buenos.

Una sonrisa de orgullo cruzó mi rostro al oír aquel comentario.

-¿Como has podido verlo? No sabía que tenías redes sociales. -Martha rodó los ojos.

-Chica, puede que sea una vieja a tu lado pero en mi casa hay Internet y también se como ver un vídeo en mi teléfono. -Gruñó, haciéndome reír.

-Tienes razón, lo siento. -Solté un pequeño suspiro. -Y si, son muy buenos. Son... los mejores. -Hubo cierta pesadez en esas últimas palabras, como un toque de melancolía y tristeza que no sabía muy bien de donde provenía.

-¿Te preocupa? -Preguntó entonces la mujer que pareció darse cuenta de mi cambio.

-¿El que?

-Todo ese reconocimiento. He visto sus reproducciones, he leído los comentarios que les ponen y me he dado cuenta de que cada vez aparece menos por aquí... La fama, chica. ¿Te preocupa?

Y mentiría si dijese que aquello no se me había pasado por la cabeza. Mentiría si dijera que no había estado minutos mirando como sus seguidores subían cada vez con más rapidez, como les dejaban numerosos comentarios que parecían multiplicarse por horas y como cada vez más, el teléfono de Oliver sonaba ofreciéndoles una nueva actuación. La idea de que todo eso fuese a más me hacía sentir feliz y orgullosa, pero aun seguía habiendo ese pequeño egoísmo e inseguridad dentro de mi que temía todo ello, que temía que yo no tuviese hueco en esa nueva vida que estaba a punto de comenzar para ellos. Y se lo conté a Martha porque en ese momento parecía ser la única persona con la que podía hablar de ello.

Y ella me escuchó y me entendió.

-Creo que es normal que sientas ese miedo, chica; no tienes que atormentarte por ello. La verdad es que estos temas se me escapan por completo...

-Créeme Martha, a mi también. -Le confesé, esbozando una tranquilizadora sonrisa, agradecida de que me estuviese escuchando, de que estuviera haciendo un esfuerzo por tranquilizarme. Nunca creí que pudiera llegar a mantener una conversación como esa con ella, con la misma mujer que había jurado que me odiaba hace unos meses atrás. Y es que, la relación entre ambas había cambiado y las dos lo notábamos; ahora había cariño en la mirada de ambas cuando nos mirábamos, preocupación de verdad cada vez que nos preguntábamos como estábamos y alegría cuando a la otra le iban bien las cosas. -De todas formas, esto es lo que siempre ha soñado; hacerse conocido, que la gente escuche sus canciones. Y ellos se lo merecen más que nadie.

Unos días después, un agente se puso en contacto con ellos, un hombre que estaba interesado en representarlos. Ellos aceptaron.

Una mañana aparecieron los tres en la cafetería y se sentaron en la barra, aquel lugar que había sido de Oliver pero que debido a su cada vez más frecuente ausencia, había permanecido vacío. Agradecí que apenas hubiese gente a la que atender; en realidad, estaban siendo unos meses duros para la cafetería pues la abertura de una nueva en la otra esquina de la calle estaba haciendo que la gran mayoría de clientes eligiesen la otra opción; Martha decía que no le preocupaba pero podía ver su ceño fruncido al finalizar el día y hacer el recuento de la caja.

-¿Que tal estáis, nerviosos? -Les pregunté. Su nuevo agente les había conseguido una corta entrevista en una pequeña radio; decían que no era gran cosa pero en realidad todos sabíamos que si lo era; nunca antes habían dado una entrevista.

-Llevo dos días sin dormir, ¿responde eso a tu pregunta? -Contestó Danna al mismo tiempo que señalaba sus ojos para que viese así las ojeras que habían aparecido debajo de estos.

Le sonreí cuando le dije que todo iba a estar bien y entonces pidió un batido de chocolate, Oliver se decantó por otro.

-¿Tenéis cerveza? -Preguntó Olly y reí ante su comentario pero esa sonrisa se borró al ver que estaba hablando completamente en serio.

-Son las once de la mañana, ¿en serio vas a ponerte a beber a estas horas? -Mi amigo tenía las uñas de sus dedos mordidas y podía notar como movía el pie con cierta rapidez; como siempre, era el que más nervioso estaba.

-Es solo una cerveza, Jane. -Protestó.

-Bueno, pues aquí no te la vas a tomar así que puedes irte a otro sitio si quieres. -No quise que mi voz sonase tan cortante como sonó e hizo que entre los cuatro se instalase durante un instante, un ambiente algo incomodo. Pero algo estaba pasando con Olly; lo que había comenzado con beber tan solo en las fiestas, había seguido con pedir una cerveza cada vez que salíamos a cualquier sitio, solía tener una en la mano cuando ensayaban y cuando iba a su casa y me lo encontraba, también tenía una casi vacía, dispuesto a coger otra. Ahora me pregunto que hubiese pasado si lo hubiéramos sabido antes, ¿habríamos logrado pararlo antes de que lo peor sucediese? ¿Habríamos podido ayudarle?

Olly intentó esbozar una sonrisa.

-Vale, lo siento. Tan solo era una broma, una café estará bien. -Acabó diciendo pero bien sabía que si en ese momento le hubiese ofrecido una cerveza, la mano no le hubiese temblado a la hora de cogerla.

Hablamos durante un rato, sobre las preguntas que les podían hacer, sobre como iban a responderlas, sobre quien iba a hablar más; todos decidimos que sería Danna pues era la que mejor se expresaba. Nos estábamos riendo de algo que Olly había dicho cuando oí la voz; aquella voz conocida que tanto había estado evitando todo ese tiempo.

Había dicho mi nombre, casi preguntándolo como si no estuviese realmente segura de que era yo la que se encontraba delante de ella y yo me quedé paralizada, incapaz de levantar la mirada de los platos que me encontraba lavando.

-¿Jane? -Preguntó de nuevo la voz. -¿Se puede saber que estás haciendo ahí?

Me atreví a levantar por fin la cabeza y la vi; mi madre estaba parada en la puerta, mirándome con una expresión de sorpresa en los ojos y comenzó a acercarse mientras Olly la sonreía al recordarla, Danna se mantenía confusa y Oliver me observaba, entendiendo todo sin necesidad de explicación.

-¿Que estás haciendo aquí? ¿No deberías estar en clase? -Preguntó y echó un vistazo a su alrededor. -¿Trabajas aquí ahora? ¿Desde cuando y... por que?

En aquel momento sentí como el mundo daba vueltas y me pregunté el porque me estaba pasando eso a mi, el porque tenía que estar sucediendo aquello justo en ese momento, justo delante de ellos.

-No hablemos de esto ahora, no aquí.

-¿Como que no hablemos de esto? Exijo una explicación, Jane.

-Lo se y te la daré pero ahora no puedo. Salgo dentro de dos horas, nos vemos a la salida, yo... te explicaré todo.

Asintió sin decir mucho más y salió por la puerta, sabiendo que allí estaría dentro de dos horas. Aun seguía mirando el lugar por el que ella había salido cuando oí como Danna murmuraba algo.

-¿Quien era esa?

Solo pude suspirar.

-Mi madre.

Nos encontrábamos sentadas en una de las mesas del restaurante al que solíamos ir cada vez que ella había venido a visitarme. Esperamos la comida en un incomodo silencio en el que sentía como ella me taladraba con la mirada, esperando a que comenzase a hablar. La cosa era que yo no sabía como hacerlo; había estado alargando la mentira tanto tiempo que realmente había pensado que nunca iba a tener que revelarla, que nunca iba a tener que confesar la verdad.

-¿No tienes algo que contarme? -Preguntó ante mi silencio, sintiéndose ya impaciente.

-No se como empezar, mamá.

-¿Que tal si empiezas por el principio? -Propuso y entonces soltó un suspiro. -Hija, en realidad lo se todo.

Aquella confesión me hizo levantar la vista de la mesa a la que había estado mirando desde que nos habíamos sentado y mirarla por fin a la cara.

-¿Como que lo sabes todo?

-Santi me llamó hace unas semanas. Me dijo que tenías cosas que contarme, yo le pregunté que de que estaba hablando y entonces el me contó que habías dejado la universidad, que le habías dejado a el también por un chico y que estabas trabajando, que habías cambiado, que ya no eras la misma... me preocupó, Jane. Pero esperé, esperé a que fueras tu la que me llamases, la que me contaras lo que estaba sucediendo pero cada vez que conseguía hablar contigo tu seguías mintiéndome

-Espera, ¿Santi ha sido el que te lo ha contado todo? -Ella asintió y sentí como una desconocida rabia creció dentro de mi. -¿Por que se mete donde no le llaman, quien se cree que es? ¿Te contó también que me engañó o eso se le pasó?

-Jane, no me importa ni lo más mínimo ese chico ahora. Quiero saber que está pasando en tu vida, creo que me merezco saberlo, ¿no crees? -Asentí con la cabeza, sintiéndome de pronto avergonzada porque comprendí que había cometido un error.

Y entonces, después de meses de mentiras, de llamas telefónicas siendo ignoradas y de alejamientos, me digné a contarle la verdad. Y sentí una extraña liberación, como si me hubiesen quitado un gran peso de encima.

-Lo siento, mamá. Siento si te he decepcionado, no era lo que pretendía...

-La que lo siente soy yo. -Me cortó. -Siento no haberte dado la confianza suficiente como para que contases todo esto, que no confiaras en mi... eso es lo único que me decepciona de todo esto. -Me cogió de la mano. -Si el Derecho no es lo tuyo, pues ya encontrarás algo que te llene. No hay nada peor que pasar el resto de tu vida haciendo algo que no te gusta.

-En realidad.... creo que ya lo he encontrado. La escritura.

El miedo que me había entrado al hacerle aquella confesión desapareció cuando vi la sonrisa que esbozó.

-Entonces, no hay nada más que hablar. -Sentenció. -Te apoyaría en cualquier cosa, hija. Que no se te olvide nunca.

Y aquellas palabras eran las que tanto había estado necesitando escuchar todo ese tiempo y las hubiera escuchado mucho antes de haber dicho la verdad, de haberme atrevido a decirle lo que ocurría, de no haber sido tan cobarde como fui.

No recuerdo si llegué a llorar, solo se que mis ojos se llenaron de lagrimas y que tuve que levantarme de la silla en la que estaba sentada para darle un abrazo en mitad del restaurante. Mi madre, que nunca ha sido una mujer del todo cariñosa, que nunca le han gustado las demostraciones de afectos y mucho menos en publico, me devolvió el abrazo al mismo tiempo que me acariciaba con delicadeza el pelo. 

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