Seremos eternos.

By albardelamo

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Ella sueña con que sus historias sean leídas. Él desea que sus canciones sean reproducidas en todas las radio... More

¡Bienvenidos/as!
Prólogo.
-
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25.
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32.
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43.
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50.
Epílogo.
SEREMOS ETERNOS EN FÍSICO.

Capítulo 20.

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By albardelamo

Siempre me he considerado buena con las palabras pero eso no quería decir que se me diese bien hacer que estas salieran por mi boca; se me daba mucho mejor escribirlas, plasmarlas sobre un papel. Tampoco era demasiado buena en dejar que las leyeran.

Y yo quería decirles muchas cosas a Oliver pero no era capaz de pronunciarlas, de hacérselas saber.

Lo que pasó aquella tarde después de ir, como de costumbre, a uno de los ensayos de los chicos, provocó un antes y un después. Oliver y yo seguíamos viéndonos con más frecuencia que nunca pero después de nuestro primer beso en la playa no había habido un segundo. Seguíamos tonteando, seguíamos siendo dos tontos que se estaban enamorando pero ninguno era lo suficientemente valiente como para dar el primer paso, como para dejarse caer y arriesgarlo todo. Quizás era el miedo que nos daba lo que pudiese salir de aquello; que saliese mal o que por el contrario fuese demasiado bien, tanto que dolería mucho más cuando acabase.

El grupo ensayaba cada día en un pequeño local que entre los tres habían alquilado, cerca del edificio donde vivían Oliver y Olly. Sus horarios eran complicados; Oliver trabajaba por la mañana, Danna estudiaba a esas horas y Olly estaba libre. Por la tarde, eran estos dos últimos los que trabajaban mientras que Oliver disfrutaba de sus horas libres, dejándolos tan solo las horas de comer y las de la noche para reunirse. Era sorprendente lo buenos que eran a pesar de tener tan poco tiempo juntos para ensayar. Había noches en las que se habían tirado horas allí encerrados, haciendo sonar sus instrumentos, tocando nuevas canciones hasta que los vecinos habían acabado por hartarse del ruido y les obligaban a parar.

Y a mi me encantaba verlos en aquel pequeño y humilde local donde apenas había espacio para todos; la batería de Olly parecía ocupar casi todo el lugar y nosotros permanecimos algo apretujados, pasando un poco de calor. Pero aun así, nos quedábamos horas allí encerrados; yo sentada en una pequeña silla, simplemente observándolos y hablando cada vez que descansaban. Siempre querían saber mi opinión como si de cierta forma yo fuese la cuarta integrante del grupo, la que los demás no veían pero que estaba allí con ellos. Me hacían sentir importante, ser parte de algo.

Había veces que iba a visitarlos al salir de trabajar a mediodía, otras veces lo hacía por la noche a pesar de que me encontraba totalmente cansada siempre sacaba algo de fuerzas para dirigirme hacía el lugar y verlos.

Resulta extraño ahora pensar que esos tres chicos que tocaban sus canciones en esas cuatro viejas paredes, más tarde lo harían en los teatros más grandes del mundo, con miles de personas cantando sus letras. Y no sabía porqué pero verles ensayando era aun más especial que verlos encima del escenario; parecían más humanos, con sus fallos, sus enfados al ver que no conseguían alguna nota, sus pequeños piques entre ellos que solucionaban a los pocos segundos. Había veces en las que de la nada, Danna comenzaba una melodía con su bajo, Olly la seguía con la bateria, Oliver se unía con su guitarra y en ocasiones incluso añadía algo de letra que se le ocurría en aquel momento. Era mágico y yo toda una afortunada por haber presenciado aquello, por haberlos conocido en esos momentos.

Aquel día me era mi día libre y después de haberlo pasado todo el día en casa, con el ordenador encima de mis piernas, sintiéndome poco inspirada, decidí ir a visitarlos.

Debido a que el local no estaba insonorizado, según me iba a acercando ya podía oír la batería de Olly. Di tres golpes en la puerta, los dos primeros seguidos y el último unos segundos después, una especie de contraseña que nos habíamos puesto entre nosotros.

-¡Jane, mi chica favorita! -Saludó el pelirrojo cuando salió a recibirme y se hizo a un lado para que entrase. Se que es algo injusto pues el que era mi mejor amigo se encontraba allí, pero en ese momento, no pude evitar sentir una gran decepción al ver que Oliver no se encontraba con el; Olly estaba solo con la única compañía de los instrumentos.

Nos abrazamos y el olía a colonia; en esos tiempos aun no había pasado a oler a alcohol cada día.

-Me aburría en casa y he pensado en venir a veros un rato. No molesto, ¿verdad?

-No seas tonta, tu nunca molestarías. -Me tranquilizó y le sonreí como agradecimiento; el siempre me hacía sentir querida y cómoda.

Me senté en la pequeña silla de madera que de cierto modo ya parecía pertenecerme y sin poder evitarlo, mis ojos volvieron a recorrer la habitación, buscando aun sabiendo que era en vano, algún rastro de Oliver el cual obviamente no se encontraba allí.

Al instante pude notar como Olly soltaba una divertida risa y cuando le miré, vi que tenía ambas cejas levantadas.

-No, Oliver no está aquí y por mucho que sigas mirando, no va a aparecer por arte de magia. -Comentó y yo le miré como si no tuviese ni idea de lo que estaba hablando.

Quizás debería aprender a disimular mejor pues ni yo misma me creía mis propias palabras según las iba diciendo.

-¿Y que me quieres decir con eso? No le estaba buscando, ¡ni si quiera había pensado en el!

-Ya, claro. -Obviamente, mi amigo no se había creído nada. -Pues yo creo que siempre le estás buscando, igual que el a ti. ¿De verdad me vas a decir que no te gusta?

-Pero, ¿de que estás hablando? -Le pregunté algo indignada, cuestionándome a mi misma si de verdad era tan mala disimulando, si de verdad era tan obvia en mostrar mis sentimientos. El calor comenzó a subir por mis mejillas y aparté mis ojos de los suyos pues si miraba dentro de estos, probablemente se daría cuenta de la gran mentirosa que era. Una mentirosa que ni si quiera era buena mintiendo.

-Sabes perfectamente de lo que te estoy hablando. -Comenzó a decir y entonces se puso de cuclillas, en frente de mi, que aun seguía sentada en la silla. -Mira, puedes mentirte a ti misma si es lo que quieres, pero no lo intentes conmigo porque te conozco muy bien. Y también conozco muy bien a Oliver y se que está aun más loco por ti. -Soltó un suspiro. -Aunque en realidad, cualquiera podría darse cuenta de ello pues ese chico te mira como si hubiese estado días sin comer y tu fueras una gran hamburguesa con patatas fritas.

No pude evitar reírme al escucharle.

-Muy buena comparación, amigo. -El también rio pero su mirada parecía estar firme.

-Hablo en serio, Jane. ¿Quieres que te lo diga de otra forma? De acuerdo, puedo decirte que Oliver te mira como si el fuese un niño y tu fueras los regalos de la mañana siguiente bajo el árbol de navidad. Te mira como si nunca más volviera a hacerlo. Nunca antes había visto esa mirada en alguien.

Sonaba tan seguro de que lo estaba diciendo y sin embargo, a mi se me hacía tan difícil el creer sus palabras,

-Le gustas. Le gustas mucho. -Volvió a recalcar ante mi silencio y mi mirada dudosa. Pero, ¿por que era tan complicado creerlo?

-¿El te lo ha dicho?

-Como ya te he dicho antes, no hace falta que lo haga. -Repitió. -Y no, no me lo ha dicho directamente pero como ves; no estoy ciego y soy perfectamente consciente de las cosas que pasan a mi alrededor.

-Quizás estés confundiendo las cosas. -Murmuré pero el decidió no escucharme.

-Me habló de ti aquella tarde que os conocisteis en esa tienda de discos cuando yo aun ni si quiera sabía que eras tu la chica de la que hablaba. Entonces te vio al día siguiente en la cafetería y... no te haces una idea de lo pesado que se puso; de manera disimulada me preguntaba cosas sobre ti y de una forma u otra, siempre salías en nuestras conversaciones Tengo que decirte que he llegado a cogerte un poco de manía, ¡estás en todos lados! -Bromeó esto último haciendo que le pegase un pequeño empujón hacía atrás, provocando que así perdiera el equilibrio y cayese al suelo.

-¿Me prometes que no te estás inventando todo esto? -Al momento me di cuenta de lo estúpida que fue mi pregunta. Olly incluso pareció algo indignado al escucharla.

-Por dios, Jane. Nunca haría algo así. Te estoy diciendo la verdad, ¿tan difícil es creerlo?

Y si, si lo era.

-No lo se. Supongo que se me hace casi imposible que alguien llegue a sentir eso por mi, sobre todo si es alguien como el.

-Eso es porque no tienes ni idea de lo increíble que eres. Créeme, cualquiera que fuese un poco inteligente caería rendido a tus pies. -Le sonreí emocionada, dejando que sus palabras se clavaran en mi, guardándolas en mi memoria para siempre. - A ti también te gusta Oliver, ¿verdad?

Y creo que por primera vez, me permití admitirlo.

-Puede que demasiado. -Y aquella era toda la verdad. Me había gustado desde el primer momento, desde que me hizo enfadar en esa tienda, desde que me sonrió y me miró a los ojos. Incluso quizás ya me había enamorado de el cuando escuché su voz esa noche en el parque aun sin saber que el era el chico de esa canción.

-Y te da miedo, ¿verdad? -Solo pude asentir. -Se que sufriste con tu antigua relación, se que ese chico era un completo imbécil y que probablemente te haya dejado pensando que eres incapaz de gustar, pensando que te mereces menos. Pero Oliver no es el y estoy segura de que tu tampoco llegaste a sentir por ese lo que sientes por el, ¿me equivoco?

-No, no te equivocas, señor sabelotodo. -Respondí, fingiendo algo de irritación y aun así sintiéndome algo reconfortada al saber que había alguien que me conocía tan bien.

Olly sonrió ante mi comentario.

-Mira, escribir historias de amor está muy bien y sin duda debes de seguir haciéndolo pero... ¿que te parece si comienzas a vivir una, una de verdad? ¿Si te permites ser tu esta vez la protagonista de tu propia historia? ¿Experimentar todo lo que plasmas en las hojas?

-Nunca será igual, nunca será tan bonito.

-Puede que no. -Reconoció el y volvió a hablar. -Pero será diferente, será real y creo que será algo que merece la pena vivirlo.

Pasarían los años y aquella conversación con Olly se me quedaría grabada en la mente; palabra por palabra.

Y entonces, unos pocos minutos después, Oliver apareció. Pero no lo hizo solo.

Nunca había sido una persona celosa pero esa tarde en aquel caluroso local, rodeada de instrumentos y después de convencerme a mi misma de que quizás Oliver si que tuvieses sentimientos por mi, sentí celos por primera vez en mi vida.

El por fin apareció, y con el lo hizo una chica morena cuyos hombros estaban rodeados por su fuerte brazo. Y ambos reían. Viéndolo ahora, veo lo estúpida, insegura y drástica que fui.

Oliver no soltó a la chica cuando me vio pero si que su sonrisa se hizo más amplia al verme. Aunque claro, eso a mi no me importó en aquel momento; solo podía fijarme en ese brazo.

-Pensé que no vendrías. -Dijo.

-Yo... simplemente pasaba por aquí. -Mentí. Acto después, Oliver se encargó de hacer las presentaciones, me presentó a aquella chica cuyo nombre apenas recuerdo, el cual creo que ni si quiera llegué a oír. Simplemente estaba demasiado ocupada en ser una dramática.

-Bueno, Danna está a punto de venir así que podríamos... -Empezó a decir y no pudo terminar la frase pues le interrumpí. Ya se había separado de la chica la cual aun no había pasado de la puerta mientras que el había entrado en la habitación.

-En realidad, yo tengo que irme ya. -Corté y no reparé en su mirada de confusión mezclada con decepción, ni tampoco lo hice con la de Olly que me miraba con curiosidad y ahora que lo pienso, creo que con un toque de diversión tras sus ojos. Poco después comprendí el porqué de esa diversión.

Cuando llegué a casa, mucho más rápido de lo normal, me sentí como una completa estúpida por la forma en la que había reaccionado y la vergüenza creció en mi. ¿Por que me importaba tanto que estuviese con una chica? No tenía ningún derecho a enfadarme pero aun así... había sentido un pinchazo en el pecho, un intenso dolor que nunca antes había experimentado. Nunca me había molestado ver a Santi con otras chicas y el había sido mi pareja durante años.

Una hora después, aun seguía sin quitármelo de la cabeza y pareció como si el clima se hubiese puesto de acuerdo con mi humor pues empezó a caer una gran tormenta mientras yo seguía arrepintiéndome una y otra vez de mi reacción. ¿Que iba a pensar ahora Oliver? ¿Que iba a pensar Olly? ¿Que iba a pensar esa pobre chica que ni si quiera era culpable de nada y yo no la había hecho ni caso?

Fue entonces mientras escuchaba como la lluvia caía fuera cuando por encima de esta escuché unos gritos; una voz conocida que gritaba mi nombre. En un principio creí que me lo estaba imaginado, que mi mente me estaba jugando una mala pasada pero al tercer grito decidí dirigirme hacía la ventana.

Y entonces lo vi. Allí estaba, mirando hacía arriba, completamente mojado por la lluvia. Y cuando me vio, a pesar de todo el sonrió.

-¿Que haces aquí? -Le pregunté, alzando un poco la voz. En realidad no hacía falta chillar demasiado pues vivía en un primero por lo que no nos encontrábamos muy lejos el uno del otro pero el sonido de la lluvia dificultaba un poco las cosas. -¿Y por que estás chillando como un loco?

-Necesitaba verte, pero no sabía cual era tu piso. -Explicó mientras aun se seguía mojando. No parecía importarle. -¿Podemos hablar o vas a dejarme aquí toda la noche? Puedo esperar si es lo que quieres. -Bromeó con esa sonrisa pícara que tenía, esa forma de hablar que podía parecer arrogante pero que al mismo tiempo me volvía loca.

Me asustaba la conversación que fuésemos a tener pero aun así, asentí con la cabeza y le el portal. Pocos segundos después, el ya estaba en la puerta de mi casa. Intenté peinar mi pelo de la mejor manera posible antes de abrirle y cuando le tuve delante de mi, mi pulso se volvió loco. Memoricé esa imagen de el; el pelo mojado, gotitas cayendo por su cara, la respiración algo acelerada como si hubiese estado corriendo hace poco y su mirada fija puesta en mi. Fueron sus ojos la última cosa que vi antes de que estrellase su boca junto a la mía.

El beso no duró demasiado, ni si quiera lo había asimilado del todo cuando el se separó, mirándome expectante, como si estuviese esperando a que dijera algo.

-Estás empapado. -Susurré, siendo lo único que pudo salir de mis labios en aquel momento. Aun seguía pensando en el beso, años después aun sigo pensando en ese beso.

-Y tu estás celosa. -Respondió sonriendo, aun con su frente cerca de la mía, nuestras respiraciones

-Y tu, como de costumbre, solo dices tonterías. -Le reproché sin alejarme de todas formas. -¿Que haces aquí, Oliver?

-¿Por que te has ido de esa forma antes?

-Tenía cosas que hacer. -Mentí y obviamente, ambos sabíamos que lo estaba haciendo.

-¿Estar en casa? -Respondió, enarcando una ceja.

-También se pueden hacer cosas en casa, ¿sabes? -Aun seguía alargando la mentira, sin querer hablar de lo que realmente había pasado.

Me alejé de el entonces y me hice a un lado para que pudiese entrar en mi apartamento. Tener a Oliver en mi casa se me hacía la cosa más rara pero al mismo tiempo la más normal del mundo; como si aquella no fuese la primera vez, como si de vierta forma su presencia allí, entre las cuatro paredes de mi casa, fuese donde el debería estar, donde quería que estuviese. Y a la vez, se me hacía demasiado extraño, sintiendo que de alguna manera estaba dejándolo entrar no solo en mi casa sino cada vez más dentro de mi vida.

-En cuanto lo de antes...

-Respecto a lo de antes...

Empezamos a decir los dos a la vez, haciendo que me callase para así dejar que el hablase pero el haciendo lo mismo provocando que ambos quedásemos en silencio.

Fui yo la que habló primero, la que sentía que tenía que hacerlo.

-No hay que hablar de lo de antes. He sido una idiota, lo se.

-Te va a costar admitirlo, ¿verdad? -Comentó con una pizca de diversión.

-¿Admitir el que?

-Que estabas celosa. Simplemente dilo, no pasa nada.

Me quedé mirándolo durante unos instantes, sabiendo que mentirle no iba a servir de nada que el ya sabía perfectamente lo que pasaba. Al final acabé soltando un suspiro.

-Vale, de acuerdo. Lo estaba. -Admití haciendo que el luciera satisfecho con ello. -¿Contento?

El se encogió de hombros.

-He venido aquí para explicarte, para decirte que ella simplemente es una buena amiga. Nos conocemos desde pequeños, ella ahora vive en otro país y esta semana había venido de visita; llevábamos años sin vernos.

-Realmente no tienes por qué darme explicaciones, Oliver. -Le hice saber aun cuando no le había interrumpido, queriendo escuchar todo al fin y al cabo. -Nosotros no somos nada y tu puedes estar con quien quieras, sea amiga o no. Simplemente olvidemos lo que ha pasado, ¿vale?

Sabía que me había equivocado, sabía que aquella reacción había sido debido a la inseguridad que había en mi en esos momentos, una inseguridad que estaba dispuesta a superar pero que era demasiado complicado en un principio.

El no insistió mucho más, y entonces nos volvimos a quedar en silencio, mirándonos el uno al otro. Aun seguía pensando en el beso, en lo mucho que quería que se repitiera.

Todavía estaba empapado y yo tuve que suspirar porque estaba tan guapo que incluso me molestaba.

-Solo a ti se te ocurre venir a mi casa la noche en la que más llueve.

-¿Crees que me asusta un poco de lluvia? Habría venido en barca si hiciese falta. --Bromeó, haciendo que soltase una carcajada.

Le pasé unas cuantas toallas para que se secase pues no podía darle nada de ropa; ni la más grande de mis chaquetas le hubiera servido y con la ayuda de una calidad manta que le tendí después consiguió entrar en calor. Preparé chocolate caliente para ambos, los dos sentados el mesa de la cocina, bajo la tenue luz de esta. La situación era algo surrealista, parecía como si no hubiésemos juntado nuestros labios hace apenas unos minutos atrás. Se sentía raro pero también parecía estar... bien.

-Debido a lo de antes... -Comenzó a decir.

-Hemos dicho que no vamos a volver a hablar de ello. -Le corté, sin dejar que terminase.

-No me refiero a eso. -Y entonces supe a lo que se refería. Por supuesto, hablaba del beso.

-¿A que te refieres entonces? -Le pregunté, robando un poco de la seguridad que el solía tener y usándola. Mi mirada cayó de manera inconsciente en sus labios; estaba jugando con el y eso el lo sabía y además, parecía estar completamente de acuerdo con ello.

Oliver dejó la taza de chocolate en la mesa, se levantó de la silla y se dirigió hacía mi que aun seguía sentada, mirándole desde abajo. Fue entonces cuando el cogió mi mano, tiró de mi hacía arriba y cogiendo mi cara con sus dos grandes manos, volvió a besarme de forma tan intensa, que sino me hubiese estado sujetando, probablemente apenas hubiera podido mantenerme en pie.

Cuando nos separamos, yo apenas podía respirar.

-¿Sabes ya a lo que me refiero? -Susurró aun con sus labios demasiado cerca de los míos. Sentí su sonrisa mientras aspiraba su olor a perfume y entonces asentí.

Esa vez fui yo quien le devolvió el beso. 

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