Seremos eternos.

Da albardelamo

862K 7.3K 1.9K

Ella sueña con que sus historias sean leídas. Él desea que sus canciones sean reproducidas en todas las radio... Altro

¡Bienvenidos/as!
Prólogo.
-
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 8.
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25.
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32.
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43.
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50.
Epílogo.
SEREMOS ETERNOS EN FÍSICO.

Capítulo 7

17.5K 173 35
Da albardelamo


-Por cierto, ¿quién era el chico que te dio aquel disco? -Preguntó Martha, con algo de curiosidad pero al mismo tiempo fingiendo que no le importaba tanto. Noté como estuve a punto de sonreír, quizás por la mención de aquel chico o porque mi jefa era en realidad tan cotilla como cualquier otra persona.

-En realidad, ni yo lo se aun muy bien. -Contesté, siendo sincera. Noté como se quedó con ganas de saber más, de hacer quizás otra pregunta pero su orgullo y manera de ser, no se lo permitió y simplemente se encogió de hombros.

-Bueno, al menos era un buen disco. -Fue el último comentario que hizo acerca del tema y fue hacía la terraza donde una mesa estaba sin atender. Me quedé mirándola mientras lo hacía, pensando en el misterio que aquella mujer era realmente. No sabía demasiado sobre ella; sabía que tenía mala leche, que vivía sola y que no le caía demasiado bien. También podía llegar a adivinar que detrás de esa fachada que se esforzaba en mostrar a los demás, quizás para no salir herida, se escondía una mujer de buen corazón.

A media mañana, Santi apareció por la puerta y como siempre, se quedó allí parado, sin llegar a entrar del todo. Salí a recibirle, avisándole de que no tenía demasiado tiempo, juntamos nuestros labios en el intento de un beso, siguiendo así nuestra rutina y con mi incapacidad de llegar a sentir nada. Intercambiamos unas cuantas palabras, el me contó acerca de su día, yo le hice un vago resumen del mío y entonces, creyendo que ya habíamos cumplido con nuestra tarea diaria, como si ya hubiésemos pronunciado nuestras líneas e interpretado nuestros respectivos papeles, volvimos a darnos un rápido beso, nos despedimos y todo sucedió tan rápido que, durante un pequeño y cruel instante, no pude evitar pensar que en realidad, ambos estábamos deseando perdernos de vista.

La siguiente hora pasó con algo de rapidez y la gente no paró de entrar y salir. Algunos se tomaban un rápido café, dejaban las monedas justas encima de la mesa y acto seguido, salían por la puerta. Otros tantos disfrutan de un rato sentados, sin ningún tipo de prisa, charlando y riendo con el acompañante con el que estaban sentados mientras que algunos pocos cogían sus pedidos y se los llevaban con rapidez al trabajo. Conocía a algunos de estos últimos; la chica de la peluquería de en frente que siempre cogía café y dulces para ella y su compañera, el hombre de la tienda de ordenadores de la esquina que cogía un café y que repetía la misma acción cada hora. En una ocasión, Martha y yo hicimos la cuenta y llegamos a la conclusión de que era capaz de meter a su cuerpo unas cinco tazas de café en menos de cuatro horas, Le pregunté si de verdad debíamos de seguir vendiéndole café, a lo que mi jefa respondió: si no lo hiciésemos, probablemente acabaríamos en la quiebra. A lo largo del día charlaba con unos cuantos clientes conocidos, esos con los que había cogido cierta confianza y ellos me elegían a mi para desahogarse de alguna de sus cosas del día a día. Aquella era gente totalmente desconocida pero que de cierta forma, con el paso de los días, se habían convertido en una pequeña parte de mi vida, a las que llegabas a coger algo de cariño y cuya ausencia notabas.

Todo era parte de la rutina, esa rutina que crees que te mata pero que al mismo tiempo te mantiene algo viva. Esa rutina a la que te acostumbras sin remedio pero que también anhelas cuando ya no está y que al mismo tiempo deseas que se rompa de vez en cuando, que haga que el día sea algo distinto al anterior.

Instantes más tardes, el rostro de mi amigo apareció por el cristal. Parecía buscar algo con la mirada y lo encontró en el momento en el que nuestros ojos se cruzaron. El sonrió.

-Venía a invitarte a comer pero veo que aun sigues trabajando, ¿a que hora terminas? -Preguntó cuando entró a la cafetería, con los dedos metidos en la chaqueta vaquera que llevaba, el pelo pelirrojo algo largo y revuelto. Las mismas pecas adornaban su rostro, y mirándole me di cuenta de que en realidad, no había cambiado nada. El paso de los años le había otorgado un aspecto algo más maduro y atractivo pero si fijabas bien la vista, seguía pareciendo el mismo chico que tiempo atrás me pedía los apuntes de cada asignatura que compartíamos, solo para que ambos acabásemos riendo minutos después al ver que yo tampoco los tenía.

Miré el reloj colgado en la pared y me sorprendí al ver la hora que era..

-Vaya, solo me quedan diez minutos para salir. -Contesté, aliviada y aun sorprendida al ver lo rápido que había pasado la mañana. El rostro de mi amigo se iluminó al escucharme.

-Genial. Te espero, entonces.

Veinte minutos después, nos encontrábamos en uno de los restaurantes favoritos de Olly, uno al que tan solo yo había ido una vez y el cual el aseguraba que hacían las mejores hamburguesas del mundo.

-Cuando te vi en la cafetería el otro día, tuve que mirar dos veces porque no creía que fueses tu. -Comentó una vez que ya estábamos sentados en una de las mesas y habíamos pedido nuestra comida. -Nunca te hubiese imaginado trabajando en algún sitio en el que tuvieses que relacionarte con gente. -Bromeó, al recordarnos años atrás; el era el extrovertido, el cual no le importaba llamar la atención y para el cual, el sentido del ridículo no existía, mientras que yo era todo lo contrario. Aquello tampoco había cambiado demasiado con el tiempo.

-Nunca se me ha dado demasiado bien. -Confesé al final a pesar de que eso el ya lo sabía. -Y si te soy sincera, no he mejorado mucho.

La conversación fluyó entre risas, recordando momentos de tiempos mejores que ambos aun guardábamos con gran cariño y que anhelaba mientras los recordaba, deseando volver a ellos, deseando volver al día en el que no llevar el trabajo de historia para el día siguiente era una de mis mayores preocupaciones.

Me dí cuenta ahí, en esa mesa, recordando aquellos años, en lo feliz que de verdad había sido a pesar de que no pude verlo por entonces y es que, como con todo, no eres realmente consciente de lo que tienes hasta que ya lo has perdido. Con la felicidad era igual; no eres consciente de que eres feliz hasta que ese momento pasa y entonces, algo realmente malo ocurre y deseas volver a ese instante, a ese momento de tu vida en el que todo estaba bien y tu ni si quiera lo sabías. No sabes que eres feliz hasta que estás realmente triste al igual que echas de menos el sol justo cuando comienza a llover.

Seguimos hablando un poco de todo, poniéndonos al corriente con nuestras vidas y como estas habían cambiado desde la última vez que nos vimos. Me contó que no siguió estudiando pero que continuó con sus clases en la escuela de música donde llevaba tocando la batería desde que tenía tan solo seis años y noté ese brillo en sus ojos cuando hablaba de ello; de que era lo único a lo que le gustaría dedicarse , que era lo que le hacía feliz a pesar de que aquello hiciese volver locos a sus padres, que le repetían una y otra vez que aquello eran tan solo eran ideas locas que debía de sacar de su cabeza. Encontró trabajo en el supermercado de al lado de su casa donde estuvo dos años felizmente trabajando, conoció a una chica, se enamoró y meses más tarde le rompió el corazón. Aseguró haberlo superado pero aun así noté como su rostro se ensombreció al nombrarla.

Se vino a vivir a la ciudad poco después de su ruptura, la cual coincidía con el fin de su contrato de trabajo y con todo lo que había ahorrado en esos dos años, compró una nueva batería, cogió sus maletas y alquiló una habitación en un pequeño piso cerca del centro.

-Y así es como conocí a Oliver y como nos hicimos rápidamente mejores amigos. -Dijo, finalizando con su historia.

-Supongo que Oliver es el chico del otro día. -Adiviné y el asintió con una pequeña sonrisa en la que se le veía el gran aprecio que parecía tener a aquel muchacho.

Me explicó que fue el quien le consiguió su trabajo actual; en un centro comercial, limpiando por las mañanas. Tan solo eran cuatro horas y admitió que no ganaba demasiado pero que le daba para poder pagar los gastos, quedarse con algo para el y que además, le dejaba bastante tiempo libre. Y parecía feliz; no era su trabajo soñado, no ganaba numerosas cantidades de dinero y tampoco tenía una pareja a su lado, pero aun así, Olly era feliz.

-Mientras tenga mi batería conmigo, creo que puedo ser feliz en cualquier sitio, de cualquier forma. -Comentó y no pude evitar sonreír al escucharle.

-Tantos años conociéndote y aun no te he escuchado tocar. -Le reproché.

-Tenemos que cambiar eso.

Durante unos instantes, reinó un pequeño pero agradable silencio entre ambos en el que acabamos con la comida que había delante nuestra. Fue entonces, cuando hizo una pequeña pausa para beber de su refresco, cuando volvió a hablar.

-¿Que hay de ti? -Preguntó. -He hablado sin parar pero tu aun no me has contado nada de como te han ido las cosas.

Y de repente, sentí la necesidad de que fuera el quien volviese a hablar, de hacerle alguna otra pregunta para que así, fuese el quien lleve de nuevo la conversación, pero su atenta mirada indicó que no iba a dejar que eso sucediese. .

-Bueno, no hay mucho que hablar. -Respondí, encogiéndome de hombros e intentando huir de sus ojos. -Comencé la carrera, la dejé y ahora trabajo en la cafetería donde paso todo el tiempo.

Olly enarcó una ceja con mi respuesta.

-¿Y ya está? -Como respuesta, volví a encogerme de hombros. -Venga ya, Jane, estoy seguro de que tiene que haber algo más. ¡Han pasado cinco años!

-Siento que mi vida no sea tan emocionante, Olly. -Bromeé, provocando que el pusiera sus ojos en blanco.

-Vale, entonces yo haré las preguntas. Cuéntame, ¿sigues escribiendo? -Preguntó con una gran curiosidad y no pude disimular la sorpresa que sentí ante su pregunta.

-No sabía que te acordarías de eso. -Confesé y de inmediato, me sentí algo incómoda, deseando cambiar de tema lo antes posible, queriendo no responder a su pregunta.

La mirada de Olly se iluminó.

-¿Bromeas? Aun recuerdo el texto que escribiste, aquel que leyeron delante de todo el colegio. Siempre te ha gustado escribir, antes no hacías otra cosa. -Antes, quise decirle, cuando era capaz de escribir más de cinco líneas sin pensar que fuese una autentica basura.

Aun así, no pude evitar sonreír con nostalgia y con cierto orgullo ante el recuerdo de aquel texto del que hablaba. Había sucedido años atrás; el nuestro, era un colegio bastante pequeño por lo que todos nos conocíamos, desde los más pequeños hasta los más mayores. Un día, cuando nosotros no teníamos más de once o doce años, una profesora muy querida por todos murió debido a un accidente y nos pidieron que escribiéramos un texto para ella. No era una tarea obligatoria, pero todos teníamos tanto cariño a aquella mujer que al final acabamos participando todos los cursos. A la semana después, se creó un pequeño homenaje para ella y entonces, el director salió al sencillo escenario que habían creado en el gimnasio y habló sobre un texto de una alumna que les había emocionado y que creían que merecía la pena ser leído.

En ningún momento se me pasó por la cabeza que ese texto sería el mío y entonces, el hombre se acercó un poco más al micrófono y pronunció mi nombre, el curso al que pertenecía por aquel momento y esto sonó por toda la sala, haciendo que la gran mayoría de miradas se posaran en mi.

-Lloré cuando lo leyeron, ¿sabes? -Confesó, haciendo así brotar una pequeña risa de mis labios. -Hablo en serio, era muy bueno y siempre dijiste que querías dedicarte a la escritura. Que te gustaría llegar a ser una escritora de éxito.

-Ha pasado mucho tiempo desde aquello. -Respondí, evitando así confesar la realidad; que con el tiempo, me había dado cuenta de que en realidad no valía para ello. Si, seguía escribiendo pero ya no creía que fuese a llegar a nada con ello, esa bonita creencia hacía ya tiempo que había desaparecido de mi cabeza.

Casi agradecí al camarero que vino en aquel momento a preguntarnos si queríamos rellenar nuestras bebidas, pues gracias a el, pude aprovechar la interrupción para cambiar de tema.

-Por cierto, ¿tu hermana que tal está? Mi madre me dijo hace tiempo que se había casado pero pensé que quizás se había equivocado de persona, le suele pasar. -Por la mirada que recibí de mi amigo, supe que sabía perfectamente lo que estaba intentando hacer, sabía que era consciente de que estaba intentando centrar la conversación en otro punto para así dejar de ser yo el tema de conversación, pero por suerte, me dejó seguir con ello.

Me contó que en realidad si que era cierto que su hermana se casó y que de hecho, ambos estaban esperando un hijo y de que la idea de ser tío le hacía mucho más feliz de lo que jamás hubiese imaginado.

-Tu también estás saliendo con alguien, ¿no? Me pareció verle el otro día en la cafetería cuando pasé por allí. Creo que te estaba esperando en la puerta.

En aquel momento, hablar de Santi era una de las cosas que menos me apetecía hacer, pero debido a que el esperaba una respuesta por mi parte, me obligué a contestar.

-Santi. -Dije al fin y un pesado suspiro salió de mi boca. -Llevamos juntos casi tres años, desde que me vine aquí a vivir y empecé la universidad. Nos conocimos allí.

Durante un momento, se quedó callado, quizás esperando a que siguiese con la historia, quizás preguntándose el porque me negaba a contarle más cosas sobre mi vida o quizás intentando averiguarlas el por si mismo. Fue entonces, cuando en su rostro se formó una pequeña mueca, una expresión que en un principio no supe interpretar del todo pero que por la forma en la que su cara se arrugó, me fue imposible no soltar una pequeña risa.

-¿Que pasa? -Pregunté, reprimiendo las ganas de seguir riendo.

-Nada, nada. -Contestó pero no pareció ser demasiado sincero. -Es solo que no parece tu tipo.

-¿Ah si? -Pregunté con una mezcla de diversión y curiosidad. -Y según tu, ¿cuál es mi tipo?

Olly tardó unos segundos en responder, como si estuviese pensando la respuesta adecuada a pesar de que sentía que ya la sabía con seguridad, como si simplemente estuviese tratando de añadir más tensión al asunto.

-No lo se. Quizás con menos gomina. -No pude evitar soltar otra risa ante ello y la imagen de Santi, con su pelo engominado hacía atrás, vino a mi cabeza. Era cierto que nunca había sido mi peinado favorito pero era el que el siempre había llevado, desde el día en el que le conocí. -Y sin ese chaleco y esos zapatos que me parecen horribles y quizás también...

-Vale, creo que lo he pillado. -Le corté, antes de que pudiese seguir diciendo nada más. Oí como Olly reía en frente de mi y aun así, no pude evitar contagiarme por su risa, pues era una de las tantas cosas que no habían cambiado de mi amigo; esa forma de reír que hacía que tu, a pesar de las circunstanciaras en las que pudieras encontrarte, se te hiciese imposible no sentirte contagiada por su alegría. Era de ese tipo de personas que parecían traer la felicidad consigo y que si el estaba presente, era muy probable que todos los problemas que pudieses tener, desaparecieran con el, aunque tan solo fuese durante unos pequeños momentos.

Cuando el dejó de reír, me miró, de forma más seria y con cierta comprensión en sus ojos.

-Ahora en serio, Jane. -Comenzó a decir. -¿Eres feliz con el? Eso es lo único importante.

Y me dolió no poder responder de inmediato. Me dolió no poder decirle sin ningún tipo de duda, que era la persona más feliz a su lado. Y deseaba poder decirlo en voz alta, porque deseaba que fuese cierto.

-Si, supongo que si.

Olly guardó unos segundos de silencio y supe que seguía mirándome aunque yo preferí centrar la vista en el plato vacío que había en frente de nosotros.

-Espero que sea así. -Contestó al final. -Pero creo que si tienes que pararte a pensar si de verdad eres feliz o no, es porque probablemente, no lo seas para nada. 

Continua a leggere

Ti piacerà anche

95.5K 5.2K 12
Un matrimonio no dura mucho pero con la sorpresa todo cambia Historia corta
802K 41.1K 35
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...
112K 7.9K 44
Prólogo: En todo instituto un mujeriego. Aquel que esta un día con una y al siguiente te aseguro que los verás con otra. Ese que es completamente irr...
128K 10K 49
⚠️Tiene muchas faltas de ortografía y realmente no tengo tiempo para caambiarlas,en cuanto pueda lo haré⚠️ hermanastros que...se enamoran,eso ya lo h...