Mi romance real

By bonnell99

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Bethany tiene la fortuna de ser una de los periodistas seleccionados para entrevistar al príncipe de Suecia... More

Sinopsis + aviso importante
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
Capítulo 56
Capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Epílogo
Agradecimientos
Capítulo extra - 1
Capítulo extra - 2

Capítulo 28

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By bonnell99

Bryson mantuvo la compostura frente a su hermano, quien lo observaba con intensidad e intriga, después de un tiempo, habló.

—Quise venir de visita.

Se limitó a responder con serenidad, Frederick enarcó una ceja y aventó las llaves de su camioneta sobre la repisa de la chimenea.

—Bueno, no recibimos visitas en casa.

Ahora fue Bryson quien enarcó una ceja.

—¿Lo dices en serio?

—¿Me ves que bromeó? —cuestionó Frederick cruzándose de brazos sobre su pecho. Bryson rodó los ojos.

—¿No haces excepciones? Soy tu hermano.

—Sin excepciones. Las visitas no son bienvenidas —contestó con seriedad, Bryson compartió una pequeña mirada conmigo, apreté los labios con incomodidad y desvié mi mirada, esta pequeña reunión no lucía bien—. ¿Y bien? ¿No piensas irte?

Insistió con brusquedad, Bryson frunció los labios en una mueca.

—Yo...

—No me interesa, solo vete.

Lo cayó Frederick, Bryson tomó una enorme bocanada de aire y la dejó caer con recelo.

—Eres un idiota, siempre lo has sido y me temo que jamás dejarás de serlo.

Expresó a su hermano mayor, aquello no lo vi venir y creo que Frederick tampoco, sin embargo, mantuvo la compostura y optó por no responder, Bryson, negó ligeramente y se dirigió a la puerta, la abrió y detuvo su paso por unos segundos como si quisiera decir algo más, pero termino negando y saliendo. Escuché la puerta cerrarse y a Frederick suspirar pesadamente segundos después, caminó hasta quedar en el pasillo a unos metros frente a mí.

—No puedo creer que lo hayas invitado a pasar —dijo mirándome a los ojos con brusquedad, volvió a suspirar, pude ver que estaba molesto por ello, se pasó una mano por el cabello intentando no decir nada, estaba luchando consigo mismo por contener sus palabras, como si tuviera miedo de decir aquello que estaba molestándolo, al final, terminó bufando—. Maldición Beth, pudiste haberme llamado, hubiese venido en cuanto antes.

Se pasó una mano por su cabello.

—No lo pensé, me tomó desprevenida.

Susurré, y realmente no lo había pensado, lo menos que me pasó por mi cabeza fue llamarlo, agaché mi mirada hacia mis zapatos, no tenía una buena excusa y la verdad sonaba mucho más creíble que mentir. Frederick suspiró con cansancio, sentí la cercanía de su cuerpo al mío, en cuestión de segundos, sus manos acariciaron mis brazos antes de acercarme a él.

—Está bien, no es tu culpa —susurró, sus labios se habían colocado en mi cabello, cerré mis ojos tratando de no pensar en su enfado—. Lo siento, no debería de enfadarme contigo, realmente no es tu culpa que él allá venido.

—Sí desde un principio hubiese sabido que se trataba de él, no habría abierto la puerta.

Y no lo habría hecho, hubiese dejado que tocara todo lo que quisiera hasta que se hartara y optara por irse.

—Te creo —susurró, sus labios colocaron un pequeño beso en mi frente—. ¿Te dijo algo de lo que debería de preocuparme?

Preguntó, sentí a su cuerpo tensarse en su lugar, levanté mi mirada hacia arriba para encontrar su rostro, Frederick, le ofrecí una tímida sonrisa.

—Nada de lo que deberías preocuparte —respondí, tomé una bocanada de aire y la deje caer pesadamente—, solo dijo que esta casa le recordaba al rey Carl.

—Apuesto a que sí.

Afirmó. No dije nada, dejé que un pequeño silencio nos inundará, me gustaba la cercanía que nuestros cuerpos mantenían, Frederick era fuerte y sus brazos reconfortantes. Aprovechando el silencio, me quedé pensando sobre qué era eso de lo que Bryson quería hablar conmigo, lucía serio por lo que mi curiosidad no ayudaba mucho, quería saberlo y no me quedaría conforme mientras no tuviera una respuesta. La razón por la que no mencioné esto a Frederick fue porque Bryson y yo no habíamos tenido una conversación del todo, más bien era él quien habló y no yo.

—Preparé la comida —dije luego de unos minutos, me aparté de él para poder mirarle, enarcó una ceja en mi dirección—. Solo espero que te guste el espagueti porque lamento decirte que te has quedado sin suministros de comida.

—En ese caso tienes suerte de que me guste.

Respondió.

Fuimos a la cocina donde Frederick terminó de ayudarme a limpiar el cochinero que había dejado a medias y después de comer, se ofreció a lavar los platos como de costumbre. Veinte minutos más tarde, Frederick se fue directo a su habitación donde mencionó que tenía trabajo por realizar, yo hice lo mismo, fui a mi habitación y chequé mi correo electrónico, Fabrizio había escrito y enviado el nuevo artículo en el que quería que trabajara, abrí el archivo, pero no llegué a leerlo, preferí dejar el trabajo para cuando estuviera en la oficina. Tres horas más tarde, el sol ya se había metido y estaba por colocarme el pijama, sin embargo, dos golpecitos a mi puerta llamaron mi atención, Fredrick asomó la cabeza al ver que estaba entreabierta, ofrecí una amistosa sonrisa y le hice una seña para que pasara, él lo hizo.

—¿Estás ocupada? —preguntó, negué y él aprovechó para sentarse en el borde de la cama, allí me percaté de que ya había optado por una vestimenta mucho más relajada, traía pantalones deportivos de color azul marino y una playera gris, su cabello estaba ligeramente despeinado y tenía lentes de lectura consigo, los cuales le daban un toque intelectual y más atractivo de lo que ya era, noté que tenía un par de papeles en la mano—. Quiero mostrarte algo o más bien, leértelo.

Enarqué una ceja.

—¿Tiene que ver con tu trabajo?

Frederick asintió y bajó la mirada hacia sus papeles, una mueca se dibujó en sus labios un tanto dudoso.

—Digamos que algo así.

—¿Algo así?

Pregunté. Se pasó una mano por el cabello.

—Es más personal que de trabajo —confesó—, quería compartirlo contigo.

—Bien, adelante.

Hablé, Frederick se quedó en silencio por casi un minuto, se ajustó los lentes, tomó una profunda respiración y la dejó caer.

—Antes que nada, promete que no dirás nada a nadie.

Enarqué una ceja.

—Ni siquiera compartimos las mismas amistades como para que yo cuente lo que sea que vayas a decirme.

Aclaré y me señaló con su dedo índice.

—Buen punto, preciosa.

Sonreí para mis adentros, sintiéndome familiar con ese pequeño apodo, me gustaba que me llamara preciosa.

—De acuerdo, te escucho.

Dije para instalarlo a hablar, Frederick sé quedo observándome fijamente, había algo en su mirada que me costó descifrar, pero luego de un instante, se levantó de golpe de su lugar, fruncí el ceño por su repentino cambio.

—Ven, te mostraré algo —dijo, camino hacia la puerta y detuvo su paso antes de salir—. Será mejor que lleves un abrigo contigo.

***

Cinco minutos más tarde, Frederick se había estacionado a una distancia del palacio de Ulriksdal, estaba situado en Solna y no estaba habitado por ningún miembro de la familia real salvo los empleados de mantenimiento y limpieza del palacio, estaba sorprendida de que Frederick haya decidido traerme aquí, si bien, el palacio tenía uno de los Parques más preciosos y una espectacular vista del lago Edsviken, pues estaba justo al lado.

—¿Qué hacemos aquí?

Le pregunté cuando me hizo una cela para que lo siguiera, no respondió y decidió seguir caminando en silencio, como estaba muy extrañada de qué estábamos haciendo, decidí guardar silencio. Había guardias de seguridad rondando por la zona, no tenía mucho conocimiento sobre el palacio, pero sabía que el parque que mantenía estaba abierto al público durante el día, principalmente para los turistas, esto se debía a que la familia real no frecuentaba el palacio, rara vez venían de visita, por lo general, habitaban el Palacio Real de Estocolmo durante gran parte del año.

Pasamos los jardines, Frederick era cuidadoso, los guardias que rondaban por los alrededores no consiguieron vernos, por un instante, dudé de si entraríamos por la entrada principal al palacio, pero me sorprendí cuando terminamos rodeándolo para llegar a la parte trasera de este, llegamos al lago de Edsviken, donde tuve la mejor vista nocturna que pude esperar, era más que preciosa.

Wow —murmuré—, es precioso.

Me di una rápida mirada a Frederick, a quien percibí con una sonrisa un tanto ladeada, asintió segundos más tarde y se acercó a la orilla de este, buscó una pequeña roca sobre el suelo y la tomó entre sus manos, jugó con ella unos segundos para después lanzarla con fuerza hacia el lago, esta rebotó en más de una ocasión e hizo un pequeño eco al salpicar.

—El palacio tiene una de las mejores vistas al lago.

Aclaró.

—¿Has estado aquí antes?

Sabía la respuesta, pero quería hacer algo de conversación entre los dos en vez de dejar que el silencio se formulara.

—Un par de veces —dijo recogiendo otra piedra del suelo para lanzarla justo como la anterior. Me crucé de brazos sobre mi pecho para abrazarme a mí misma, Frederick había acertado con lo de traer un abrigo conmigo, hacía frío—. Aunque no he venido aquí desde el año pasado. Desde octubre para ser exactos.

—¿Puedo preguntar por qué?

Esperé que no optara por evadir mi pregunta como usualmente.

—He estado bastante ocupado, además de que solía venir acompañado la mayoría del tiempo.

Enarqué una ceja.

—Agradezco tu honestidad, siendo de ese modo, no me sentiré especial ni afortunada por no ser la primera en venir aquí. Ya sabes, la mayoría de los chicos suelen decir que no traen a chicas en lugares como este, si fueras otro, probablemente dirías algo como "es mi lugar especial, por lo general vengo aquí solo, eres la primera chica que traigo aquí" —dije con una muy mala invitación de voz varonil, una risa corta salió de él.

—Sabes que no soy cualquier chico. —Compartió una pequeña mirada, sonreí para mí misma siendo consciente de ello, él era diferente a comparación de otros hombres—. Las únicas personas que por lo general han estado aquí, son mi abuelo y Brayden, claro, si no contamos a todos esos visitantes.

Me abrecé más a mí misma, no esperaba que mencionara al rey y su hermano, cosa que me tomó por sorpresa. Frederick lanzó la piedra, la observé rebotar hasta hundirse.

—¿Por qué hemos venido aquí? —pregunté, Frederick dejó de lanzar piedras al lago y volteo a verme.

—Es importante —respondió—. Mi abuelo y yo veníamos aquí seguido, como una especie de tradición, veníamos aquí a meditar, a escuchar nuestras ideas y aclararlas.

—¿Brayden también venía?

Sentí la necesidad de preguntar, su sonrisa se transformó en una mueca.

—No seguido, al menos lo hizo en una ocasión o dos, sin embargo, éramos nosotros dos, el abuelo nunca vino con los dos juntos.

—¿Entonces...?

Quería conocer la razón de lo que hacíamos aquí mismo.

—He decidido traerte —contestó—, si voy a contarte en lo que he estado trabajando, quiero hacerlo aquí. Me ayuda a pensar.

—También luce como un buen lugar de relajación.

El aroma a lago era agradable y había una pequeña brisa a nuestro alrededor. Frederick asintió y buscó sentarse entre el césped, yo hice lo mismo y tomé asiento a su lado manteniendo una corta, pero razonable distancia entre los dos no quería invadir su espacio personal.

Observe el lago, pequeñas olas se formaban en él y se movían en dirección uniforme, Frederick acercó sus piernas sobre su pecho y abrazo sus rodillas, yo me cruce de pies y continúe observando.

—Me gusta.

Dije, cosa que hizo que volteara verme por unos intensos segundos.

—Quiero cambiar las reglas.

—¿Uh?

Sus palabras me habían tomado desprevenida que no entendí a qué vino eso. Aquello lo impulso a explicarse mejor.

—Los papeles de los que he estado trabajando tratan sobre ello, dentro del parlamento real hay ciertas cosas que se nos prohíben o no, no todo está permitido y hay ciertas decisiones de las que no puedo tomar o asumir por mi cuenta, una de ellas tiene que ver con esto de convertirse Rey en un futuro.

—¿Qué hay con eso?

Lo insiste a hablar. Hubo una pequeña pausa.

—Antes de morir, mi abuelo quería renombrar nuestras responsabilidades, él era consciente de que yo jamás pedí ser rey, como sabes, por ser el hijo mayor del rey mi deber es ser el heredero directo al trono, por derecho me corresponde, sin embargo, no quiero.

Explicó.

»En Suecia, hay una desventaja que otros príncipes tienen como ventaja, aquí no hay cierto privilegio cuando decides renunciar al trono o, mejor dicho, no hay forma de hacerlo. Por más que quiero, no se me permite renunciar al trono, al menos de una forma legal, puedo quejarme de él todo lo que quiera, protestar y ponerme en contra, no cumplir con mis deberes por capricho, pero soy consciente de que seré yo quien debe gobernar cuando mi padre decida retirarse, el problema con Suecia es que es... Complicada, aunque está abierta ante muchas ideas, algunas no cambian en general, sobre todo aquellas que tienen que ver con la realeza. Mi abuelo lo sabía, me conocía bien, sabía que yo no quería esta vida, quería, bueno, quiero algo distinto.

Hizo otra pequeña pausa. Su mirada se fijó en el lago, su mandíbula estaba algo contraída, estaba luchando con sus impulsos para no enfadarse, el tema causaba cierta controversia en él.

—¿Lo extrañas?

Pregunté refiriéndome a su abuelo, le escuché suspirar.

—Cómo no tienes idea. Prácticamente fue quien me crio —explicó, una diminuta sonrisa se formó en su boca y desapareció—. Como te habrás dado cuenta, no mantengo una buena interacción con mis padres, siempre hemos tenido ideas muy distintas, sobre todo cuando se trata de esta vida, la vida que yo no escogí en primer lugar, yo no tuve oportunidad de despertarme una mañana y decir que es lo que quiero hacer o ser, las decisiones en mi vida en su mayoría ya estaban tomadas para mí y eso me molesta tanto, realmente lo detesto, mis padres no lo comprenden, a ellos les gusta el poder, tener el control de las cosas, mientras que yo soy la clase de persona que cree en las aventuras, soy una persona soñadora, detesto las cosas planeadas y prefiero no saber que me espera mañana, vivir el momento.

—No veo que eso tenga algo de malo.

Agregué, él volteó a verme.

—Trata de decirle eso a mis pares y comenzarán un argumento contigo en segundos. —aseguró—. Jamás escuchan, es por eso que decidí vivir con mi abuelo desde que era un niño, éramos inseparables, la mayor parte del tiempo me defendía de los regaños de mi padre y cuando no podía hacerlo, buscaba una forma de hacer que ese mal momento desapareciera de mi vida, me escuchaba hasta en mis ideas más descabelladas y se reía de mi falta de experiencia en la vida. Me apoyo en todo, incluso cuando supo que no quería ser el futuro heredero al trono, si estaba inconforme o no, no lo demostró, trato de buscar una decisión.

—¿Iba a dejar que renunciaras al trono?

—Espero que sí. De lo contrario, me hubiese dolido enfadarme con la persona más importante en mi vida. —respondió—. Mi abuelo tampoco tuvo mucho una opción, creció dentro de este mundo, pero él no era el heredero directo al trono, su hermano mayor, el príncipe William, era quien debía de gobernar en su lugar, sin embargo, sus malas acciones hicieron que su padre lo destituyera del trono lo que dejó a mi abuelo como su sucesor, por supuesto, él sentía lo mismo que yo, detestaba la idea de gobernar, quería libertad, pero su padre no le dio otra opción, manipuló su vida, lo obligó a sentarse en un trono que nunca quiso, formar una familia y dirigir un país. Antes de morir, él quiso cambiar esa ley, quiso darnos una alternativa, dejar que pudiésemos elegir lo que realmente queremos para nosotros, pero me temo que se fue antes de tiempo y no la revocó.

Tome una profunda respiración mientras procesa a cada una de esas palabras, Frederick se veía algo dolido sobre esto, podía ver el sentimiento de vacío en él.

—¿Y qué es lo que piensas hacer? ¿Avanzarás con sus planes? ¿Pedirás qué procesen esa ley?

Volteó a verme.

—Siempre tienes las mejores preguntas —aclaró, no sabía si lo decía como un cumplido u otra cosa—, quisiera hacerlo, pero es complicado. Mi padre no me escucharía ni poniéndome de risillas frente a él, mucho menos la corte, no lo permitiría.

Enarqué una ceja curiosa ante su comentario, lo que lo impulsó a continuar explicando.

—Verás, mi padre es muy aferrado a sus ideas, desde que está en el trono, las cosas no han cambiado mucho, es imponente y tiene carácter, en la corte real, todas las leyes y tienen que ser aprobadas por él. Él es quien tiene la última palabra, jamás dejaría que los demás aprobarán mi idea.

—¿Ni, aunque haya sido antes propuesta por el rey Carl?

Una mueca se dibujó en su boca y lado la cabeza.

—No puedo contestar a tu pregunta cómo me gustaría porque tampoco tengo una respuesta para ello, mi abuelo dejó un escrito en su puño y letra sobre permitírsenos escoger. Por lo general, en Suecia, cuando un rey retira un título real a un miembro de la realeza debe de haber dos razones, está corrompiendo las normas y haciendo mal uso de su título o solo quiere delimitar el núcleo duro de la familia real sueca por poder como sucedió en 1889, el rey que estaba en el trono en ese entonces delimitó a los miembros de la realeza a uno, quitándoles sus títulos a los demás miembros, ya que no quería que hubiese más descendientes al trono, con el tiempo, esa ley se cambió, los descendientes volvimos a tener derecho al trono y por lo tanto obligaciones que van con nuestro título.

»Mi abuelo planeaba hacer algo similar, delimitarnos, pero no de una manera abrupta como sucedió en el pasado, la ley que él imponía era distinta, su idea era darnos una opción, aquellos nacidos como miembro de la realeza, llegados a la edad de 18 tendríamos oportunidad de decidir, se nos permitiría escoger entre dos mundos distintos, uno donde habría oportunidad de tomar nuestras propias descripciones y otro donde tendríamos que hacer honor a nuestro título, aquellos príncipes que optarán por salirse de la realeza, perderían su título de 'Alteza real' y no tendrán los mismos derechos ni los mismos deberes reales que los que continuarán dentro de ella, con ello, tampoco percibirán una asignación de erario público como miembro de la familia real Sueca, pero serán libres de laborarse de su propio futuro.

Concluyó, estaba anonadada de lo que escuchaba. Era impresionante.

—No sé qué decirte —hablé—, a pesar de que he escrito artículos con anterioridad sobre tu familia estoy sorprendida de ello, las cosas en la realeza son mucho más serias y abrumadoras de lo que pensaba.

—No tienes una idea de cuanto lo son.

—Perdón, pero siempre creí que eran algo más conservadores a sus tradicionales.

—Lo somos, una noticia así desconcertaría a los suecos, ya que nuestra Corte real es demasiado conservadora como la de España.

—¿Y qué piensas hacer?

Se encogió de hombros.

—Aún no estoy seguro, pero pienso seguir adelante con ella, proponerle en un futuro. Si más no recuerdo, la idea de mi abuelo era proponerla antes de que cumpliera la mayoría de edad, pero siempre hay una desventaja cuando eres el príncipe heredero.

—¿Qué clase de desventaja?

Volvió a encogerse de hombros.

—De eso no estoy seguro, escribió algo, sé que lo hizo y lo oculto sobre algún lugar de la casa donde habla sobre ello, pero no recuerdo en donde fue que lo escondió. Tenía una gran habilidad para esconder cosas.

—¿Cómo la tuya para esconderse de tus padres?

Reímos al mismo tiempo.

—Creo que también tienes familiaridad con ello, no somos tan diferentes, preciosa.

Me guiñó un ojo y le di un ligero empujón en el hombre.

—Tengo mis razones para ocultarme.

—Al igual que yo —se inclinó hacia mí para susurrarme cerca, como si estuviera contándome un gran secreto que nadie más debía escuchar—, y me alegro de que hayamos coincidido de escondite.

Su cuerpo estaba cerca del mío y me gustaba la cercanía que este proporcionaba, me gustaba estar aquí sentada a su lado y que estuviera compartiendo esto conmigo, me gustaba que se abriera y dejará las palabras cortas a un lado. Me incliné más hacia él, su rostro hizo lo mismo y nuestras narices se rozaron, quería besarlo y estoy segura de que él también quería besarme de vuelta.

—Me gustas, Beth. Te mentiría si te dijera que no me siento atraído de ti desde el primer instante en que abriste tu dulce boca en aquella habitación —susurró rozando mis labios, mis mejillas se sonrojaron ante su pequeña confesión y sonreí, fue una sonrisa amplia que le permitió ver mi dentadura y sin saber que decir como de costumbre, coloqué mis manos en su rostro y uní nuestros labios en un beso.

Eran suaves y gruesos, se movían con delicadeza sobre los míos y su sabor era embriagante, Frederick inclinó su cuerpo sobre el mío y profundizó nuestro beso, mis manos se enredaron en su cabello tirando de él con fuerza para tener más de él, lo escuche gruñir y mordió mi labio inferior cosa que me hizo gemir por el pequeño tirón. Volví a tirar de él y colocó una mano sobre el césped para apoyar su peso y no aplastarme, mi cuerpo estaba reclinado en el césped, nuestro beso se había acelerado un poco y estábamos deseando más, sin embargo, la luz blanca de una linterna nos cegó a ambos haciendo que nos separáramos con brusquedad.

Eso solo podía significar una cosa. Estábamos en problemas.

—¡Arriba las manos! ¡Han traspasado propiedad privada de la familia real de Suecia, quedan detenidos!

Nos gritó una voz firme que apuntaba con la linterna en nuestra dirección, no podía ver con claridad, pero divisé a un hombre que vestía un traje oficial del gobierno de seguridad. Puse una mano en frente de mí para evitar que la luz continuará cegándome, escuche a Frederick maldecir por lo bajo y ponerse de pie, también me levante. A lo lejos, escuchamos trotes fuertes, venían más guardias.

—¡Maldición Beth, corre!

Exclamó Frederick tomando mi mano entre la suya para echarse a correr.

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