3 años más tarde
En el primer año en Hogwarts, el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, el profesor Quirrell, había resultado guardar a Lord Voldemort tras su turbante, por lo que había quedado claro para Alice que su padre no estaba muerto. La chica había tenido durante todo el curso el presentimiento de que algo extraño estaba sucediendo, y había aprendido que sus presentimientos no solían fallar.
En el segundo año, el diario de Tom Riddle había liberado a un basilisco por el castillo gracias a la imprudente Ginny Weasley, quien había estado a punto de morir, y Ethan había contribuido a sembrar el caos. Los hermanos habían descubierto que hablaban pársel, aunque la chica lo había mantenido en secreto para no levantar sospechas. Finalmente, nadie había muerto debido a que Harry Potter había destruido el diario.
En el tercer año, su tío, Sirius Black, había huido de Azkaban, la prisión mágica. Los dementores, guardianes de la prisión, habían pasado el curso buscándole, aunque no habían logrado dar con él. Finalmente, el hombre había desaparecido y se encontraba vivo, oculto en algún lugar. La comunidad mágica pensaba que era un mortífago que pretendía matar a Harry Potter, pero todos los que habían sido cercanos a Voldemort sabían que no era así.
Aquel cuarto curso, había iniciado con el anuncio de que se celebraría el Torneo de los Tres Magos en Hogwarts, y Cedric Diggory y Harry Potter habían sido los campeones que habían salido elegidos en su colegio. Ethan le había contado que uno de los profesores era un mortífago infiltrado, aunque se había negado a dar más información para, según él decía, protegerla.
Alice sabía que algo ocurriría, pues tenía el presentimiento de que así era, un presentimiento en el que le resultaba inevitable creer. Ethan no se había puesto en contacto con ella desde hacía meses, y ni siquiera le había enviado una lechuza, lo cual no hacía más que preocuparla. Por su parte, sus tíos le habían enviado una carta informándole de que aquel verano no podría quedarse en su casa, y que debería quedarse en algún otro lugar. No le habían dado explicación alguna al respecto.
Se encontraba sentada junto a Theodore Nott en las gradas, observando el campo de quidditch convertido en enorme un laberinto donde se celebraba la tercera y última prueba del Torneo de los Tres Magos. Los campeones habían entrado en el laberinto, y se encontraban en aquel momento llevando a cabo la prueba.
—Puedes quedarte en mi casa este verano —ofreció el chico, mirándola con preocupación, consciente de que aquel tema preocupaba demasiado a Alice.
—Gracias, Theo —respondió ella, apoyando la cabeza sobre el hombro del joven que se había convertido en alguien imprescindible en su vida.
Su amistad había quedado atrás para pasar a ser algo semejante a una relación, aunque no querían poner nombre a lo que tenían. Confiaban el uno en el otro, se querían más que como simples amigos y no podían permanecer mucho tiempo alejados. Nadie sabía que se besaban en secreto, ni lo que sentían el uno por el otro.
—Aunque no comprendo por qué tus tíos no te aceptan en tu casa este verano. ¿Draco no sabe nada al respecto?
—No —contestó Alice.
Odiaba admitirlo, pero el hecho de que sus tíos la echasen como si no fuese su sobrina, sino una molestia, la llenaba de rabia. No le dolía, solamente la enfurecía que pensasen que podían tratarla de semajante forma.
—Pero el Señor Tenebroso fue a su casa en persona y les dijo que debían cuidarte —comentó Nott, confuso—. Deben de estar locos si se atreven a desobedecer una orden suya...
Antes de que Alice tuviese siquiera tiempo de responder, se vieron unas chispas rojas en el cielo, como si algo malo hubiese sucedido y alguno de los campeones se hubiese rendido. Al poco tiempo, Fleur Delacour, campeona de Beauxbatons, apareció hablando atropelladamente y llorando. Pronto comenzaron a escucharse rumores acerca de que Viktor Krum, el campeón de Durmstrang, estaba hechizado.
Lo que sucedió en los momentos siguientes fue realmente confuso. Krum apareció, descubriéndose que era víctima de un imperius, pero los dos campeones de Hogwarts no habían dado por el momento señales de vida, preocupando a sus compañeros y amigos.
Harry Potter apareció lo que pareció ser una eternidad más tarde, llevando consigo la copa y a Cedric Diggory. Por un momento, todo fueron aplausos, hasta que los gritos de júbilo se detuvieron, porque todos comenzaron a percatarse de que algo sucedía.
—Cedric no se mueve —comentó Nott mientras se levantaba para ver mejor—. Alice, creo... creo que está muerto.
La chica se levantó también, dándose cuenta de que él estaba en lo cierto. No cabía duda de ello. Harry Potter se aferraba al cuerpo de su compañero mientras gritaba que Voldemort había vuelto. Cornelius Fudge, ministro de magia, y Albus Dumbledore se acercaron de inmediato, aunque fue finalmente el profesor Moody el que se llevó a Harry Potter para calmarle.
El corazón de Alice pareció detenerse por unos instantes al escuchar que su padre había regresado. Al principio, se negó a creérselo, pensando que todo había sido producto de su imaginación. Tal vez el deseo de ver a su padre le había jugado una mala pasada. Sin embargo, al ver las expresiones de quienes la rodeaban, supo que era cierto; Lord Voldemort estaba de vuelta.
—¡Alice! —llamó Draco, corriendo hacia ella—. Alice, ¿Ethan... ha hablado contigo? Él debe de saber algo de esto, y mis padres, y...
Dijo lo último en voz baja, para que nadie pudiese oír lo que decían.
—No, no ha hablado conmigo —respondió la chica—. No sé lo que está pasando, Draco.
Después de aquello, todos fueron enviados a sus salas comunes mientras el director y el ministro de magia intentaban tranquilizar Amos Diggory, el padre de Cedric, quien acababa de ver el cuerpo de su único hijo.
Albus Dumbledore llegó horas más tarde a la sala común de Slytherin, llamando a Alice. A la joven no le quedó más opción que seguirle hasta su despacho, extrañada porque el profesor en persona hubiese entrado en su sala común para buscarla. No comprendía por qué lo había hecho.
—¿Ocurre algo? —preguntó cuando se sentó frente al director, recordando la conversación que había mantenido con él el primer día que había llegado al colegio.
—Creo que sabes que un alumno ha muerto hoy a manos de Lord Voldemort.
Alice quiso decirle que no se atreviese a pronunciar su nombre, pero prefirió mantenerse en silencio y escuchar lo que el anciano director quería decirle. Sabía que, de otra manera, no la habría llamado en un día tan importante con tantos problemas que resolver.
—Cedric Diggory —asintió.
—Ahora más que nunca intentarán que te unas a ellos y, dado que los Malfoy no te aceptarán en su casa este verano, me corresponde a mí buscar un lugar donde puedas quedarte.
No preguntó por qué sabía que sus tíos no la habían aceptado en su casa. En aquel momento, aquello era lo que menos le importaba. Le preocupaba más a dónde quisiese enviarle aquel anciano director en verano.
—Me quedaré con Theodore Nott, no...
—Su padre está muy unido a Voldemort, o al menos lo ha estado en el pasado. Dado que no tienes más familiares que puedan hacerse cargo de ti, he buscado a alguien que te mantendrá alejada de Voldemort y que te mantendrá a salvo.
De pronto, un ruido a su espalda la hizo girarse, encontrándose con quien menos esperaba ver. Aquel hombre a quien su familia siempre había odiado y despreciado se encontraba allí. Había traicionado a su propia sangre, se había alejado de su propia familia, y se encontraba allí dispuesto a llevarla con él.
—¡No voy a ir con él! —gritó Alice, levantándose.
Sirius Black la miró seriamente, sin decir nada. No parecía importarle el hecho de que su sobrina se negase rotundamente a ir con él o, si le importaba, no lo demostraba.
—Alice, tienes que... —comenzó a decir Dumbledore.
—No, no tengo que hacer nada, no podéis obligarme. No conozco a ese hombre, y no iré con él. Si quiero unirme a Ethan Riddle, no podéis impedírmelo; es mi elección.
—Una elección que podría arruinate la vida, Alice. Sirius Black es tu tío, el único familiar que te queda que ha aceptado cuidar de ti. Eres menor de edad; no puedes estar sola.
La joven trató de seguir protestando, pero no había manera de lograr que cambiasen de idea y pudiese ir con Nott, de modo que se vio obligada a rendirse. Debería pensar más adelante en cómo hacerles saber a sus familiares dónde se encontraba y qué había sucedido.
—He desactivado por unos minutos las defensas que no permiten desaparecerse en Hogwarts —informó el director—. Es momento de que os vayáis.
Sirius Black agarró entonces la muñeca de su sobrina y juntos se desaparecieron para aparecer nuevamente en una casa completamente desconocida para la chica. Al mirar a su alrededor y ver un árbol genealógico de los Black, se dio cuenta de que aquella debía de ser la casa de su familia.
—Alice, esto es por tu bien... —comenzó a decir el hombre, en un intento por comenzar bien la relación.
—No me interesa, Black —interrumpió la chica, sumamente enfadada—. No podéis obligarme a permanecer en un lugar donde no quiero estar. Y, si Ethan de verdad me busca para que me una a él, no podréis impedirlo.
Sirius Black suspiró y observó fijamente a su sobrina, dándose cuenta de que no era la niña inocente que había esperado encontrar. Detectó en ella algo que hacía mucho que no veía, algo que había visto en su prima Elizabeth hacía tantos años. Aquella joven mostraba una lealtad incuestionable hacia su familia, a pesar de no haberla aceptado durante las vacaciones.
—No lo entiendes, Alice —protestó el hombre—. Tú no comprendes cómo trataba Quien-tú-Sabes a los mortífagos. Le tenían que obedecer en todo, les torturaba si cometían cualquier error... ¿Quieres convertirte en eso? No serás importante para ellos, serás otra más, y no les importará lo que suceda contigo.
—Ethan ha convivido conmigo durante años, me ha enseñado magia... él no me torturaría por cometer un error.
—No le conoces realmente, ni conoces a su padre. Ahora que ha vuelto, muchas cosas y muchas personas cambiarán, comenzando por Ethan.