Ni bien entramos al tren, me dispongo a mirar por la ventana, sin escuchar nada de lo que me dicen. Solo quiero ver por última vez mi Distrito, porque estoy segura que, aunque yo ponga todo mi esmero en sobrevivir, no lo lograré, no podría matar a nadie.
Peeta, por su parte, está sentado a mi lado, esperando a nuestro mentor, sin emitir ni el más mínimo sonido. Está pensativo, vaya a saber Dios que es lo que pasa por su cabeza. Probablemente algún plan para asesinarme, o tal vez no. No, sería imposible que piense algo así luego de lo que me dijo cuando entramos al Edificio de Justicia. A menos que en realidad me haya mentido y no tenga intenciones de verme con vida. No sé que pensar, no sé que hacer.
Tengo que reconocer que el tren es hermoso, las ventanas y los vidrios están en perfectas condiciones, el techo tiene unas bellas lámparas araña, y todo está lleno de comida. La verdad es que yo no como mucho, no es mi habito favorito, lo que es un poco irónico porque en nuestro Distrito la mayor parte de la población está muriendo de hambre.
Todo está muy en silencio, solo se escucha el bajo ruido que emiten las ruedas del tren. Hay una pregunta, bueno, en realidad varias, dando vueltas por mi cabeza. ¿Por qué Gale no se despidió de mi?, ¿Por qué Peeta se ofreció como tributo siendo que el le tiene terror a los juegos?, ¿Lograré sobrevivir? Entre muchas otras más. Con toda la curiosidad que tengo encima, me digno a mirar a Peeta, el chico del pan, que me salvó de morir de hambre.
— Oye Peeta... —digo con voz un poco baja, demasiado diría yo, es prácticamente inaudible.
— Dime, ¿Qué pasa? —me mira con cierta curiosidad, como si estuviese esperando la pregunta hace tiempo.
— ¿Por qué te ofreciste como voluntario? —ni siquiera lo miro a los ojos, estoy muy avergonzada por preguntarlo, y muy nerviosa también por su respuesta.
Él se queda un rato en silencio, hasta tal punto que me hace pensar a mí que ni siquiera él sabe porque hizo eso, ofrecerse como tributo, que es como encontrar un pase en el suelo directo a la muerto. Exhala con mucha fuerza y se decide a responderme.
— Verás..., era un niño... —dice mientras hace gestos con las manos—. Y no era justo para él tener que venir a este horrible lugar. Además... —añade y no completa sus palabras, desvía la mirada a la mesa y luego vuelve a mirarme— ...ibas a necesitar apoyo en esto... —agrega y yo frunzo el ceño, sé que no me miente, nos conocemos hace tiempo, pero aún así no hablamos demasiado, y sin embargo se que me está diciendo la verdad.
No nos conocemos mucho, pero soy una de esas personas que se da cuenta muy rápido cuando le mienten. Lo que no entiendo fue lo ultimo que dijo, "Ibas a necesitar apoyo en esto", ¿Acaso no entiende que uno de los dos va a morir? ¿Se resignó en el momento en el que se ofreció como voluntario? Todo eso no puedo preguntarlo, en primer lugar haría sentirlo muy mal, en segundo no quiero peleas con Peeta, y en tercero, no creo que sepa las respuestas a todas esas preguntas.
Estoy meditando en lo que me dijo, intentando buscar una respuesta, hasta que me doy cuenta que Peeta estaba hablándome y yo no lo estoy escuchando.
— Perdón, ¿Qué me decías? Estaba pensando y no pude escucharte —le confieso en un tono un poco gracioso, por lo distraída que soy.
— Te decía que fue muy bueno lo que hiciste por tu hermana... Por eso vas a ganar —esto último que dice, lo hace mirándome a los ojos fijamente.
Me incomoda, no por el hecho de que sea Peeta, cualquier persona que me mire a los ojos logrará intimidarme, siempre es así.
No se por qué, pero se me iluminan los ojos, intento contener las lágrimas y lo logro. Tal vez por recordar a Prim y a mi madre, tal vez porque es posible que no las vuelva a ver, o tal vez porque Peeta me hizo sentir bien con sus palabras. Nunca recibo cumplidos de nadie, últimamente ni siquiera de Gale. Gale... ¿Por qué estoy tan preocupada por él? La que está en los Juegos soy yo, no él.
— Gracias —le contesto sin siquiera pensar en mis palabras—, lo que tú hiciste también fue bueno y... respetable. Eres un gran chico Peeta, no tendrías que estar aquí hoy —añado y él me sonríe de lado.
Los dos nos miramos por unos segundos, hasta que ambos desviamos nuestras miradas para otro lado.
— Gracias —noto cierta tristeza en la cara de Peeta. Bueno, en realidad, no puedo esperar que esté contento, estamos por dirigirnos a un lugar donde vamos a matar a otras personas—. Mi madre dijo que tú ibas a ganar —me confiesa mirando a la mesa, con algo de... Decepción.
— ¿Qué? —pregunto yo con un tono un poco más alto, incluso de molestia. No puedo creer que el padre le haya dicho algo como eso.
— Si, verás, tu eres muy buena con el arco, y yo lo único que se hacer es levantar bolsas de harina, no tengo ninguna posibilidad —él ríe, y yo también.
No es tan malo despejar un poco nuestros pensamientos, aunque inconscientemente estemos hablando de los Juegos, no pensamos en eso, o por lo menos eso intentamos.
— Además —agrega mientras apoya sus codos sobre sus piernas—, cazas animales, siempre das en el blanco —lo interrumpo al instante, sin dejarlo continuar.
— Si, pero son animales, no personas —digo en un tono un poco burlón.
Ni siquiera yo sé por qué estaba platicando con Peeta de esta forma, aunque tengo que reconocer que extrañaba mucho esto, lo que ocurre entre él y yo es una larga historia.
— Además —estoy a punto de decir algo cuando entra Effie hablando a los gritos con Haymitch, nuestro mentor.
Están discutiendo como si fuesen marido y mujer. Peeta lo único que hace es mirarme, alza las cejas, y hace una expresión que interpreto como un "Al menos no somos los únicos locos". Yo comienzo a reír y creo que ellos se dan cuenta al instante. Peeta me da un codazo ligero para que reaccione y deje de hacerlo.
— Muy bien, él es Haymitch, su mentor —dice Effie con una sonrisa en su rostro.
Creo que debe decir eso todos los años, sin importar que ya todos en el Distrito lo conociéramos, tal vez no personalmente, pero si oímos hablar de él. Dicen que es muy ebrio, no creí eso hasta hace poco, cuando lo vi en el Distrito bebiendo. Escucho un eructo salir de la boca de Haymitch, tiene olor a cerveza. Odio el olor a alcohol.
— Bien chicos, yo me retiraré para que ustedes puedan seguir con su conversación —comenta él y Peeta y yo abrimos los ojos como si hubiésemos visto una explosión.
No puedo creer lo que está diciendo, y pensar que Prim habría tenido que lidiar con este idiota. Voy a hablar, pero Peeta se me adelanta.
— ¿Es en serio? —Haymitch lo fulmina con la mirada al escucharlo—, quiero decir, eres nuestro mentor, se supone que tienes que ayudarnos, darnos consejos para sobrevivir —añade él y el alcohólico rubio se acerca más a nosotros.
— Les diré algo, estando en este tren, ya están medio muertos. Y créanme cuando les digo que es muy probable que ambos mueran en esa arena —nos dice y yo me siento nuevamente, me cruzo de brazos siento que mis mejillas se acaloran por la rabia.
— Gracias por la confianza —digo yo sarcásticamente.
— Yo no tengo porque darles confianza, es más, ni siquiera tendrían que tener confianza de ustedes mismos, algo que les salga mal, y pueden morir. Incluso un profesional puede ser asesinado por un novato en los Juegos —me dice esto de muy mala manera, gritando y con mucho desprecio. Me hace sentir realmente mal.
Me levanto con muy mala cara, y me voy a otro vagón. Se me escapa una lágrima, y soy consciente de que Haymitch y Peeta pudieron verla. Estoy en el otro vagón, y puedo escuchar a Peeta reprochándole a Haymitch lo que hizo hace unos minutos.
— ¿Eres idiota? ¿Sabes lo que hizo ella? —no puedo escuchar a Haymitch, estando ebrio ni siquiera alza la voz, pero puedo suponer que dijo algo como "No lo se... ni me interesa"—, ¡Ella se ofreció como voluntaria porque su hermana Prim había sido elegida! —noto a Peeta muy molesto, me defiende como si fuera su hermana—, ¡Tiene solo 12 años! —si, definitivamente en realidad está molesto.
Eso me hace sentir bien, no por el hecho de que esté enojado, simplemente porque se preocupó por mí. Creo que no debo pensar en esto, pero Gale no lo habría hecho. Cada vez me convenzo más de que Peeta es una gran persona y..., que Gale estaba equivocado. Eso lo tengo claro hace mucho, pero todos los días descubro una nueva cualidad de Peeta.
Me siento, justo en el primer asiento al costado de la puerta. Estoy muy mal, aunque tengo que reconocer que Haymitch tiene razón, cualquier cosa puede pasar en ese lugar. Eso me da algo de esperanza para poder ganar. Aunque el mismo lo dijo: no me tengo que confiar.
Escucho el ruido de la puerta. Miro para ver quien es: Peeta. Vuelvo a bajar la cabeza y me la cubro con las manos. Peeta pone su mano en mi espalda y la acaricia en círculos.
— ¿Escuchaste todo? —me pregunta con un tono de decepción.
— Si —asiento—. No tenías que... -
— No te preocupes —me dice interrupiéndome—, no es molestia, además, creo que se merecía un buen grito —me sonríe, y vuelvo a ver esa sonrisa que tanto extrañaba. Tiene una linda sonrisa, aunque eso ya lo se, es mi amigo desde hace un buen tiempo, pero me hacía falta.
— Tal vez —le digo aún desanimada.
Peeta me abraza repentinamente. Por un momento siento como mi corazón se acelera, es muy extraño, tal vez es porque estoy nerviosa, y eso me tranquiliza, no lo se. Ese momento se arruina por una persona: Effie. Entra contenta, como siempre.
— Chicos, ya estamos llegando, preparense, tienen que brillar —nos dice con una sonrisa en su rostro.
— Bien —exhalo con fuerza—, comienza el show, cuanta emoción —le digo a Peeta sarcásticamente.
Soy muy sarcástica, me gusta ser así. Peeta solo ríe ante mi comentario. Salimos del vagón y noto que hay muchas personas esperándonos. No tiene sentido, ni siquiera nos conocen. Peeta me mira muy contento, al parecer no es recibido así en muchos lugares. Yo solo me limito a sonreírle.
— Ven, saluda un poco, finge que eres amigable —me dice de manera burlona. Yo soy amigable, bueno, no tanto, pero lo soy.
— Peeta, no tengo ánimos para fingir estar feliz... —le contesto y lo miro con cara de cansancio, voy a la puerta de salida del tren cuando escucho una voz gruesa, con aliento a alcohol, que me detiene al instante.
— Ve —me dice Haymitch—, los vas a necesitar luego —no entiendo muy bien por qué dice esto, supongo que por los patrocinadores.
Voy con Peeta a complacer los deseos de mi estupido mentor. Las personas aquí son muy extrañas, trajes extravagantes, y muchas cosas que cuestan mucho dinero... Este es el precio que tenemos que pagar porque nuestros familiares perdieron la Rebelión.