Dulce como un durazno.

By AmaterazuHime

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El durazno no fue tan efectivo cuando el Rey de los Goblins quiso hacerle olvidar todo... Ella recordó que de... More

Capítulo 1. After all. (Después de todo.)
Cap 2. Everything I've done I've done for you(Todo lo hecho, lo he hecho por ti)
Capítulo 3: Al rescate de Toby, otra vez.
Capítulo 4. I'm Underground.
Capítulo 5. Divertimento.
Capítulo 6. A land serene. (Una tierra serena)
Capítulo 7. La cena en el Ballroom.
Capítulo 8: See these eyes so green. (Mira estos ojos tan verdes)
Capítulo 9. En la alcoba.
Capítulo 10. Buenos días, Labyrinth.
Capítulo 11. ¿Tregua?
Capítulo 12. Somebody up there likes me. (Alguien de arriba mira por mí.)
Capítulo 13. Cena para dos.
Capítulo 14. Trueque por una vida.
Capítulo 15. Algo sobre el pasado.
Capítulo 16. You're no match for me, Sarah. (No puedes enfrentarme, Sarah)
Capítulo 17. Esta es mi respuesta, Rey Goblin.
Capítulo 18. La fiesta de Toby y un regalo muy especial.
C. 19.Don't tell me 'truth hurts' (No me digas 'la verdad duele')
Capítulo 20. No one can blame you. (Nadie puede culparte)
Capítulo 21. En la oscuridad.
Capítulo 22. ¿Cómo que se van?
Capítulo 23. ¿Reordenar el tiempo?
Capítulo 24. It's doesn't look that far. (Eso no parece tan lejos).
Capítulo 25. Jareth y el Rey Goblin.
Capítulo 26. What a nice surprise! (¡Qué linda sorpresa!)
Capítulo 27. Un pequeño ardid.
Capítulo 28. Reflexiones y remordimientos.
Capítulo 29. Un buen despertar.
Capítulo 30. Conviviendo con Lady Brigitte.
Capítulo 31. Time will crawll. (El tiempo se arrastrará)
Capítulo 32. Guerra fría.
Capítulo 33. Loving the alien. (Amando al extranjero.)
Capítulo 34. Sweet is the night. (Dulce es la noche.)
Cap. 35. Though we're strangers'til now.(Si bien éramos extraños hasta ahora)
Capítulo 36. Un regreso diferente al planeado.
Capítulo 37. Cartas y contiendas.
Capítulo 38. La justicia en buenas manos.
Capítulo 39. Day in day out. (Día tras día).
Capítulo 40. Este es el Aboveground.
Capítulo 41. Let's dance. (Bailemos.)
Capítulo 42. The wedding song. (La canción de bodas)
Capítulo. 44. But down, in the Underground, you'll find someone true.

Capítulo 43. Tonight. (Esta noche)

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By AmaterazuHime

  Una mano, nuevamente enguantada, se elevó esperando a la más pequeña con mitón que se posara sobre ella frente a las puertas del Ballroom. Estas se abrieron a la par que anunciaban el ingreso de los Reyes de Labyrinth y del Underground. Los invitados aplaudieron ante su regia entrada. Dos tronos fueron ubicados en el salón, los cuales, fueron ocupados por los soberanos para recibir los respetos de sus súbditos.

  —Sus Majestades. —El rey Kaden se inclinó ante ellos con respeto—. Mis mejores augurios y mi vida, mis Reyes. —Sarah no comprendía muy bien lo que este hombre estaba ofreciendo. En cambio, Jareth, quedó pasmado. ¿Había escuchado bien?

  —¿Rey Kaden... está usted diciendo lo que oí? —inquirió Jareth.

  —Sí, mi Rey. —Se inclinó sobre una rodilla ante los atónitos presentes. Aquellos dos reinos siempre habían tenido pugna por el poder de todo el Underground, pese a que también se unían para defenderlo, y este era un momento más que histórico. La voz del rey águila se dejó oír fuerte y clara—. Yo, mi Rey, juro fidelidad, obediencia y auxilio, tanto a usted como a mi Reina. Y si alguien de mi familia osa ir contra mi voluntad... —Dejó que su oscuro poder irradiara de su cuerpo— personalmente me haré cargo de su castigo, Su Gracia. —Sarah pudo sentir, como el resto, la fuerza de este fey y lo temible que podía llegar a ser.

  —Rey Kaden —Jareth se puso de pie haciendo que Sarah lo imitase y avanzaron hacia él—, sus augurios son aceptados, al igual que su servicio. Pero... —Estudió a Sarah quién asentó con la cabeza y tomó la palabra.

  —Si, alguna vez, pudiéramos contar con su amistad, nos honraría. —Kaden sonrió viendo a la Reina.

  —¿Pese al verde musgo, Su Majestad? —Ella se ruborizó un poco y sonrió.

  —Supongo que lo cambiará pronto, por no disgustar a una dama. —Kaden rió.

  —Muy cierto, mi Reina. —Volvió a inclinarse y se hizo a un lado buscando la pálida cabellera que había visto en el templo.

  —Sus Majestades. —Sir Erwin sonrió—. No tengo mucho que decir que ya no haya dicho, ¿verdad?

  —De hecho —rió Jareth—. ¿No crees, mi Reina? —Observó a la joven a su lado quien le sonrió a su vez.

  —Yo nunca me cansaré de oírte, tío Erwin. Ni de agradecerte.

  —¿Aún con las mañas que le he enseñado a tu esposo?

  —Tal vez... te agradezca por ellas... algún día —bromeó y, tras una inclinación, Erwin dejó lugar a los siguientes.

  —Sus Altezas. —Gontran y Alin se encorvaron—. Nuestros respetos y corazones están con ustedes.

  —Y los nuestros con ustedes, primos.

  —Ahora más que nunca, Jareth, mi Rey, mi lealtad para contigo —Gontran sonrió y Jareth cabeceó en agradecimiento.

  —¿No es el hombre más maravilloso? —Alin murmuró a Sarah cuando se apartaron hacia un lado. La reina afirmó con una sonrisa, en tanto, Gontran rió por lo bajo viendo a su esposa de reojo.

  —Sus Majestades —Conrad sonrió llevando de la mano a una recatada Lucia. ¡Estaba tan nerviosa al sentirse el centro de atención! ¡Y... todas esas finas damas tan hermosas y altas! Ignoraba lo agraciada que ella se veía en ese vestido de suave color verde manzana—. Espero que no se pongan pesados y puedan seguir disfrutando de la vida como hasta ahora.

  —Contigo cerca, eso sería algo imposible de olvidar. Y... —nuevamente se pusieron de pie y fueron hacia la otra pareja— hablando de eso... He oído un rumor sobre un cierto baile en el templo. —Lucia se mordió los labios nerviosa. Esperaba que Conrad no se hubiere metido en problemas—. Tú sabes, el famoso "bunga-bun" de estos territorios.

  —¿Realmente? —el joven fey indagó con fingida sorpresa—. ¿Quién se habrá atrevido a hacer cosa semejante? No entiendo, primo, cómo algunos no acatan a las reglas. —Sacudió gravemente su cabeza. Jareth y Sarah rieron. Pues, ya habían tenido comentarios de la ofendida Lady Anca.

  —Gracias a los dioses —opinó el rey—. Supongo que no tendrás problema en comportarte esta noche, mientras seas escolta de Lucia.

  —¡Por supuesto que no! Yo nunca haría algo que hiciera enfadar a mi... —cayó en la cuenta de lo que había dicho y se incomodó—. ¡Quiero decir, a Lu! Con sus permisos. —Se hizo a un lado con la chica tan abochornada como él. Los reyes giraron de regreso a sus sitiales, él alzó su mano y la de ella se posó una vez más sobre esta, cuando se oyó un portazo que atrajo las miradas de todos.

  —¡Tú, perra, me las pagarás!—espetó una furiosa Lilith, con un aura más oscura que la de costumbre y arrojó un negro cristal que se dirigía directo a ellos.

  Kaden abrió sus ojos anonadado. ¡¿Cómo rayos había conseguido escapar?! Jareth, de inmediato, mantuvo a Sarah tras su espalda. Scary y los otros guardias goblins, en seguida, se pusieron entre el cristal y sus monarcas. Kaden, aproximándose, pensó en lo valerosa y absurda de sus acciones, pues, un goblin no podría detener el poder allí encerrado.

  —¡Lady Lilith, entrégate, te lo ordeno! —Kaden clamó poniéndose en la dirección de la esfera que golpeó sin más en él, impidiéndole moverse. Si ese poder hubiera llegado a Jareth o, peor aún, a su esposa... ¿De dónde esta mujer había obtenido semejante fuerzas? Lilith se largó a reír cual bella bruja.

  —¡Estúpido y abandonado rey! —Lo miró a los ojos—. ¿Qué te hizo pensar que podrías detenerme? ¿Qué te hizo pensar que podrías detener mis conjuros?

  —¡Lady Lilith, le ordeno entregarse, ahora mismo, bajo la acusación de traición! —Jareth exclamó furioso. ¡¿Cómo se atrevía a hablar así de su Sarah?! ¡¿Cómo se atrevía a mostrar sus narices de nuevo?! Otra vez, la horrible risa de la fey.

  —¡Tonto! Yo nunca me rendiré ante un hombre. ¿Quieres saber cómo me escapé? Fue simple. Me acosté con tu guardia —confesó a Kaden—. El pobre muchacho quedó tan... consumido. —Se largó a reír otra vez—. Y... entonces, el ingenuo Apollon —observó al padre de este—. Es una pena que alguien tan joven debiera sacrificarse por su amante. ¿No lo cree? —El rey de los brownies se llevó una mano a la boca—. ¡Tan cursi! —Volvió a prestar atención a Sarah—. Tú, insignificante mortal, morirás y tu rey será mío. Y una vez que absorba sus poderes, se reunirá contigo, en donde sea que se reúnan los perdedores.

  —¡Eso nunca, tú, arpía vieja y asquerosa! —contestó Sarah tratando de salir del amparo que el cuerpo de Jareth le ofrecía—. ¡Yo no te temo, pobre buscona incapaz de sentir aprecio por la vida!

  —Sarah, quédate detrás de mí —ordenó él.

  —Sí, Sarah, quédate detrás suyo, porque, antes de esta noche, yo disfrutaré de su lecho y tú podrás ver... hasta que mueras. —Sonrió con sorna.

  —¡Ramera! —Erwin llamó su atención—. Tú no pondrás las manos en nadie más. ¡Sanguijuela de jóvenes! —Creó un cristal y ella lo miró con perversión. Los ojos de Lilith se encendieron de rojo y Erwin voló contra el resto de los invitados. Gontran atinó a atajarlo y ambos cayeron al piso. Alin fue abrazada por Luna. Conrad mantenía a Lucia escondida detrás de él.

  —¿Así que, no volveré a poner mis manos en nadie más, eh? —Miró al hijo de Erwin con maldad—. Conrad, ven a mí, mi muchacho.

  —¡Nunca! ¡No me gustan las momias! —espetó con desdén. Lilith volvió a encender su mirada.

  —¡Ordinario! ¡Ven a mí, ya mismo! —El fey comenzó a luchar contra la energía que estaba atacando a su persona, intentando forzarlo a moverse.

  —¡Conrad! —clamó Lucia—. ¡Conrad, no! —Lo aferró del brazo con fuerza—. ¡Conrad, quédate conmigo! —Comenzó a llorar al ver que, pese a su lucha, estaba siendo arrastrado con mucha lentitud.

  —Mi... Lu... —se esforzó una vez más.

  "Conrad, yo puedo ayudarte".

  "¿Luna? ¿Cómo?"

  "Su poder es oscuro, por eso su rey no pudo detenerlo. La oscuridad se contrarresta con la luz".

  "¡¿Y entonces, por qué me está dominando?!"

  "Ella tiene poder sobre los hombres. Aun cuando no sea de tu agrado".

  "Ella está distraída conmigo, ahora. Ayuda a Kaden. Él es más poderoso que yo".

  "¡Pero, ella piensa matarte!"

  "Confío en que liberarás pronto a Kaden y, entonces, a mí. ¡Hazlo! ¡Ningún hombre podrá resistir lo que yo! ¡Hazlo!" La fey se dirigió hacia donde estaban los reyes. "Esa es la ventaja de ser como soy. ¿Con que... no te gusta la luz, eh?" Conrad sonrió para sí llevando trabajosamente un brazo tras de su espalda.

  Segundos después, Lucia pudo ver un leve resplandor en los dedos de su fiel compañero de comilonas de dulces. Alin distinguió las sienes de su hermano que comenzaron a sudar. Obviamente estaba haciendo un gran esfuerzo para no dejarse controlar por esa arpía. Entonces, advirtió lo que ocultaba en su mano; él estaba ejerciendo el control sobre sí mismo para que Lilith no lo descubriera. ¡Era una locura lo que estaba intentando, pero...! Lo imitó y llevó su mano a su espalda.

  —Scary, lleva a la reina a un lugar seguro. Esta es mi pelea.

  —¡Jareth, no! —le suplicó ella—. ¡Soy tu esposa!

  —Te prometí que te llevaría a donde fuere, pero, nunca a una batalla. Esta es una. —Miró a sus goblins—. Llévenla.

  —¡Jareth...! —gimió ahora llevada a la fuerza por los fuertes brazos de Scary. El Rey Goblin no giró a verla, ya en sus manos estaba conjurando un cristal, donde parecía estar concentrando toda su energía.

  —¡¿Qué crees qué estás haciendo, zorrita?! —Lilith clamó al ver a la pálida fey que con sus manos sobre los hombros de Kaden terminaba de contrarrestar su negativa energía.

  —Lo mismo que tú, obviamente —explicó con calma y giró para verla—. Yo soy Lady Luna, eso debería decirte algo, Lilith. ¿O... debo llamarte "Luna Negra"?

  —¡Estúpida! —Conrad pudo sentirse más fuerte. La intervención de la otra fey la había distraído—. ¡¿Qué tiene que ver un nombre...?! ¡Ah...! —Pegó un horrible alarido al sentir la fuerte irradiación de luz no de una, sino de dos brillantes energías provenientes de un par de esferas que le dieron en plena cara. Lilith se retorció y su bello rostro quedó marcado como si se hubiere quemado—. ¡Tú...! —Señaló a Conrad, ya liberado de su hechizo y, de inmediato, ubicó a la otra causante—. ¡Y tú... niñata! —La observó con odio. Las pocas veces que había bailado con su esposo, este no le prestaba ni un ápice de su atención concentrado en ella—. ¡Deberían haberte matado cuando lo ordené! —Gontran quedó helado ante esta información. ¿Esta... poca cosa había sido la causante de sus pesadillas más de tres años atrás?

  —¡No te atrevas a hablarle a mi esposa de esa manera! —se puso frente a esta.

  —Querido Gontran, tú no puedes hacerme nada. ¿Que no has aprendido de tu tío?

  —¡Yo sí! —clamó Jareth y arrojó su cristal. Esta vez, Lilith estaba preparada y su pestilente energía la disolvió carcajeando ante las atónitas y aterradas miradas. ¡Tonto! Nadie que hubiere compartido los placeres carnales con ella podía dañarla.

  —Pobre Rey Goblin. Despreciado por todos, incluso por sus padres. Tan desesperado que tuvo que ir a buscar a una cría mortal para sentirse amado y ella lo rechazó una y otra vez —relató con maldad. Jareth apenas podía creer que su poder no sirviera de nada.

  Kaden, en tanto, fue liberado por Luna. Este quiso brindarle protección, pero, la muchacha se puso neciamente delante de él. Ella también tenía poderes como esta mujer, sólo que, mientras, Lilith parecía haberlos ganado saltando de cama en cama, consumiendo la energía de sus descuidados e incautos amantes, ella lo había hecho de manera contraria, manteniéndose pura, de mente, cuerpo y alma, tal como le habían enseñado en el monasterio; habiéndose dedicado toda su vida a ser más bien solitaria, salvo por cuidar a Lady Anca, que resultó no merecerlo realmente.

  —Lilith. —Los ojos de la fey de blancos cabellos tomaron un color que hacían honor a su nombre—. Tiempo fuera. —Lilith pareció sorprendida, pero, pronto, sus ojos se encendieron.

  —¡Ridícula mojigata! —Las luces de ambas se acrecentaron.

  —¡Pronto —dictaminó Jareth—, Kaden, ordena a los tuyos a unir sus fuerzas con los míos, es la única forma de protegernos!

  —¡Ya oyeron a Su Majestad, ayúdense en armonía! —mandó el fey morocho. Todos trataron de encontrar a su opuesto para protegerse. Gontran y Alin, más unidos que cualquiera, de inmediato, resguardaron a los seres que no tenían poderes.

  —¡Guau! ¡Déjemela a mí, Milady! —clamó Sir Didymus tratando de avanzar hacia la malvada fey—. ¡Yo la protegeré, Lady Alin!

  —¡No, Sir Didymus! —clamó—. Si... va a protegerme, por favor, quédese junto a mí, noble caballero. Estoy temblando de miedo —le habló con ternura. Gontran sonrió, en tanto, Ludo se escondía detrás suyo tratando de empequeñecerse en un ovillo. Hoggle se echó de cabeza al suelo en un parpadeo y una de las hadas que habían estado encerradas en el calabozo, ya se estaba arremangando para ir a pelear con la bruja, en tanto, la otra la frenaba, pasando ambas desapercibidas.

  —Oh, bueno. Visto de esa manera... —fue hacia ella y se puso delante en guardia.

  Kaden y Jareth trabajaron juntos, en tanto, Conrad, todavía agotado por su anterior desafío, abrazó a Lucia protectoramente y cayó de rodillas arrastrando a la chica bajo su cuerpo. Entonces, su padre y un joven proveniente del reino de Kaden, se acercaron a ellos para cubrirlos con su energía.

  —¡Conrad! —La jovencita se aferró a él con todas sus fuerzas. ¡Tenía tanto terror de que esa mujer lo hubiere matado!

  —Aquí estoy, mi Lu —dialogó con ternura elevando su cabeza viendo hacia la batalla de poderes. Ambas seguían paradas, la lucha era de energías, no física, y todo a su alrededor temblaba como si fuera a derrumbarse. ¿Y si llegaba a suceder algo así? Pensó él. ¿Estaría bien si...?

  —¿Conrad? —ella le habló cuando él se la quedó viendo todavía con duda. Ella parecía tener el mismo miedo—. ¿Y Anna?

  —Ella... está segura en la guardería... mi Lu.

  —¿Saldremos de esta, verdad? Aún tenemos todos esos dulces y... —El rostro de él acortó distancia.

  —Creo... que tienes uno en tus labios. —La miró a los ojos con suavidad y, luego, a sus labios, donde depositó un casto beso. Lucia se tensó ante el primer contacto, luego, cerró sus ojos y sonrió. No sabía si era él o ella, pero... uno de los dos aún tenía el sabor del último caramelo compartido. Mientras tanto, alrededor de ellos, las distintas fuerzas parecían chocar entre sí y con las barreras de defensa. Cuando se hizo silencio, Conrad cortó el beso y sin ver qué o quién había vencido, le sonrió—. Sabes a frambuesa. —Lucia rió avergonzada.

  —Es... lo último que comimos camino aquí —le recordó.

  —Oh. Me... gusta.

  —A mí... también.

  —¿Otro, entonces? —Ella sonrió con inocente encanto. Y fueron irrumpidos por un carraspeo.

  —Hijo, por si te importa, ya todo está bajo control.

  —Sí, lo sé —contestó sin verle.

  —Conrad... estás en el suelo sobre ella —insistió.

  —Sí, ya sé. —Erwin lo miró con sorpresa.

  —Conrad, la gente les está observando. —Lucia se sonrojó, pero, tampoco podía quitarle los ojos de encima.

  —Ahá. Padre... —El fey suspiró. ¿Qué vendría ahora?

  —¿Sí? —cuestionó con aprehensión.

  —Voy a esforzarme. —Erwin miró a Gontran y a Alin incrédulo.

  —¡¿Qué?!

  —A partir de hoy, voy a esforzarme porque... quiero formar un hogar para mi Lu y mi Anna. —Los ojos de la muchacha se llenaron de lágrimas. ¿Era ella merecedora de él? Conrad, por primera vez, dirigió su atención hacia su progenitor—. ¿Te parece bien?

  —Sinceramente, no creí que lo pidieras tan pronto, pero... me parece excelente. —Sonrió Erwin—. Ahora, sal de encima suyo que la vas a dejar sin aire. —El joven fey rió quitándose de la jovencita y la ayudó a incorporarse.

  —Tengo más dulces escondidos —le confesó y ella rió con ganas.

  Luna había usado todos sus poderes para derrotarla, al final de la batalla, cuando toda su energía se elevó a su clímax para ser expulsada contra la bruja, perdió la consciencia. Kaden apareció tras ella, evitando su caída.

  —¡Jareth! —clamó Sarah entrando por la puerta resguardada nuevamente por los goblins—. ¡Jareth! —Se abrazó a él con desesperación.

  —Tranquila, mi amor. —Le sonrió acariciando su espalda—. Ya está. No nos molestará más.

  —¡No quiero volver a sentirme así de nuevo! ¡Si te llegara a pasar algo...!

  —Recuerda nuestra promesa. Nunca dejaremos que el dolor haga afectar al resto. ¿Recuerdas?

  —Sí. Pero, ¡estaba tan angustiada! —Él la apretó más fuerte con gozo.

  —Lo siento. —Posó su cabeza sobre la de ella—. Perdóname. Todo ha sido mi culpa. Nunca debí involucrarme con ella —suspiró pesadamente—. Y nuestra fiesta... resultó un desastre.

  —¡No me importa, si todos están sanos y salvos, eso no importa! —Jareth pensó en que no había mentido, salvo por la muerte de la serpiente de Lilith, nadie estaba lastimado.

  —Yo puedo... reordenar el tiempo y tener nuestra cena y nuestro baile como habíamos planeado —le sonrió—. De todas maneras, no sería amable hacer regresar a todas estas personas con esta imagen de nuestro reino, ¿no crees? —Sarah observó el desastre alrededor de ellos y pudo distinguir un pequeño montículo de cenizas frente a la muchacha de blancos cabellos que continuaba dormida en brazos de Kaden.

  —¿Qué es eso? —Jareth miró hacia donde ella señaló.

  —¡Oh, eso es...!

  —Sólo es basura, Sarah. —Erwin sonrió cerca de ellos—. No te preocupes, haré que alguien se deshaga de ella cuanto antes. —Los dejó a solas para ver a la muchacha que sostenía Kaden.

  —¡Oh! Bueno. ¿Seguro aún podemos tener nuestra fiesta?

  —Sí. Sólo... deséalo. —Sarah sonrió y cerró sus ojos.

  —Deseo... —Cerró los ojos—. Deseo que todo esté preparado y listo para nuestro Ballroom.

  —Hecho —dijo girando su muñeca y, tras una esfera que arrojó hacia arriba, todo el salón estuvo en orden, al igual que las ropas y peinados de los invitados. Sarah quedó complacida con el arreglo.

  La cena se dio con normalidad, todos estaban de buen humor por la victoria y se podía ver a los individuos de los distintos reinos relacionarse entre sí como si jamás hubiere existido enemistad alguna. Excepto por el padre de Apollon, que fue llevado de inmediato a su reino, donde su hijo todavía estaba con su vida pendiendo de un hilo y el rey del Underground le concedió un deseo que llevaba en su mano para recuperar al muchacho.



  Kaden no se hallaba presente, pues, había insistido en llevar personalmente a Lady Luna al consultorio del doctor junto con Gontran que, a su vez obligó a Alin a ir, debido a un nuevo mareo que había sentido.

  —¿Qué le pasa? ¿Ella despertará?

  —Ella estará bien, Su Majestad —aseguró el veterano doctor tomando la mano de la pálida fey—. Está totalmente agotada, pero, con una dosis de energía, volverá a la normalidad. —Conjuró un cristal y lo llevó hacia la muchacha con gentileza hasta que este se incrustó en su cuerpo—. Sólo dele una media hora, más o menos. Ahora, la otra jovencita —sonrió—. Esta noche estoy de suerte, todos mis pacientes son bien parecidos —rió bonachonamente—. ¿Qué cuenta, mi pequeña Alin? ¿Ya no más caracoles que sacarle de su cabello?

  —No, por suerte, Conrad desistió de eso. —Dejó escapar una risita—. Yo... hace un tiempo que... tengo mareos y, a veces... no siempre, sólo... a veces, náuseas.

  —¡Oh...! Eso suena muy interesante. Ya mismo haremos algunos estudios.

  —¡¿Es tan grave?! —se inquietó Gontran.

  —¿Grave? —Sonrió el médico—. Si es lo que imagino, mucho, diría yo, muchacho. Tendrás mucho trabajo por hacer.

  —¡Haré lo que sea! ¡Sólo dígame! —El doctor rió de nuevo.

  —No lo dudo. Recuéstate aquí, Alin. ¿Cuánto hace que se casaron?

  —Tres años —le informó ella, en tanto, él volvió a hacer aparecer un cristal.

  —¿Es mucho y poco tiempo, verdad?

  —No lo sé —hizo una tonta risita—. Pero, espero que sea una eternidad con él.

  —Lo será —aseguró su esposo sonriéndole tratando de esconder su preocupación.

  —Muy bien, mis jóvenes. Ven aquí, muchacho, necesito que la ayudes.

  —¡Sí! —ansioso se puso a su servicio.

  —Bien, ambos deben tener este cristal, tú con la mano izquierda, y tú, pequeña Alin, con la derecha, y no lo dejen caer. ¿De acuerdo?

  —De acuerdo —sonrió ella.

  —¿Eso es todo? —Gontran parecía disconforme.

  —¿Muchacho, cuál es tu nombre?

  —Gontran.

  —Gontran, yo soy el doctor. —Le guiñó un ojo—. Confía en mí y, quizás, ambos vayan bailando hacia el Ballroom. —Fue hacia la otra joven y volvió a revisar sus pulsos vitales—. Ella está bien. —Sonrió al preocupado soberano—. ¿Quiere regresar a la fiesta y que le avise cuando vuelva en sí?

  —No. Yo... me quedaré a su lado. Gracias.

  —¡Doctor, doctor! —clamó Alin—. ¡El cristal está cambiando!

  —Eso imaginé. —Sonrió volteando hacia ellos, la esfera mostraba distintos colores como un arco iris—. Muy bien. Ahora, Alin, si puedes venir un segundo a mi oficina... —Les quitó el cristal que hizo desvanecer. Gontran iba a ir con ella—. Espera aquí, Sir Gontran; debemos hablar asuntos personales.

  —¡Pero, ella es "mi" esposa!

  —Sí, lo es. Y yo soy "su" médico. Así que, por favor... —indicó un asiento—. Sólo serán unos segundos.

  —Estaré bien, amor —se puso en puntas de pie para besarlo—. No te preocupes. —Siguió al doctor.

  —¡Vaya con el hombre! ¡¿Cómo puede ser tan... desvergonzado?! —chilló y Kaden sonrió.

  —Pues, no deben ser malas noticias, Gontran. De serlo, te llamaría a ti aparte y no a ella, ¿no crees?

  —Bueno, sí, pero... ¡No soporto esta incógnita! —Se sentó frustrado y prestó atención a su tío—. Tío...

  —¿Sí?

  —¿Por qué estás aquí?

  —Jareth me invitó, ¿lo olvidaste?

  —No, no. Me refiero... a por qué estás aquí, en la enfermería, en vez de disfrutar de la cena como el resto.

  —Bueno... esta muchacha vale la pena después de lo que hizo, ¿no?

  —¿Tío? —Lo miró con los ojos entrecerrados—. ¿Ya regresaste de tu cacería? —Kaden, a su vez, lo espió por debajo de sus negras y espesas pestañas y se tomó su tiempo para contestar.

  —Sólo acabo de posar mis ojos.

  —No será fácil. Por lo que oí, ella... es como una sacerdotisa o algo como eso.

  —En las montañas, todo es difícil. Y a mí me gusta lo difícil. —Sonrió con picardía. Esta joven era fuerte y con carácter. Y hermosa. En su vida había visto a alguien de imagen tan etérea.

  —Bueno... si te sales con la tuya, lleva un escudo contigo en la noche de bodas —Kaden no supo cómo interpretar el consejo de su sobrino y no tuvo de tiempo de cuestionarle el por qué, ya que, su esposa salió corriendo del consultorio para arrojarse encima suyo y besarlo.

  —¡Lo seremos! ¡Lo seremos! –Alin venía corriendo hacia él.

  —¿Qué seremos? —Gontran indagó confundido atajándola.

  —¡Padres! ¡Tú y yo! —Gontran quedó tieso, luego, se largó a reír y la besó con afecto.

  —¡Suerte que no haya nadie más que tú y yo! —carcajeó para besarla de nuevo—. ¡Por segunda vez, me has hecho el hombre más feliz del mundo, Alin! —Ella lo abrazó con efusión.


  Cuando regresaron al salón, todos advirtieron el brillo en sus ojos, por supuesto, que ante la pregunta de su primo y de su padre, dieron las buenas nuevas y se volvió a brindar por el futuro integrante de la familia. Cuando Jareth preguntó por la muchacha que había salvado a todos, cuestionó el por qué Kaden no había regresado; Gontran lo observó divertido, a lo que Jareth sólo elevó una ceja y respondió con un "Oh".

  Gontran estaba tan feliz con la idea de ser padre que no advirtió, hasta mucho después, la presencia de Lady Elicia, ahora marquesa, sentada junto a su grueso esposo. Bueno, eso no debería presentar un problema, ¿o sí? Si bien su tío no era muy afecto a concurrir a fiestas desde ese entonces y, por ende, nunca la había vuelto a cruzar de esta manera.

  Cuando Kaden reapareció, lo hizo de la mano de Lady Luna, ya más repuesta. Todos la observaron y le agradecieron. Ella sólo sonrió diciendo que no había sido nada. No había sonrojo en sus mejillas, era como si para ella, el haberlo hecho fuere lo más normal del mundo. Jareth, con la excusa del valor de la muchacha, la hizo sentar próxima a él y, por ende, de Kaden.

  —Todo el Underground te debe la vida, Lady Luna —mencionó Jareth.

  —No es nada, Su Majestad. Yo sólo vivo para servir al Underground y a ustedes, Sus Majestades —respondió con cierta pena. Ella había renunciado a muchas cosas en su vida para poder llegar a tener esas fuerzas. Sólo que, bueno, las podía usar una vez y, luego, quedaba indefensa como un bebé. Nunca supo por qué. Ninguno de sus tutores le explicó el por qué.

  —Es bueno oír eso —el Rey Goblin dijo espiando a Kaden. Este se hizo el desentendido; él deseaba conquistarla, no ofrecerle un trato como si fuera una propiedad.

  Los recién casados abrieron el baile. Una vez que el resto se unió, Sarah sonrió cuando él la acercó a sí más de lo que el protocolo requería.

  —¿Bailamos, mi Lu?

  —¿Conrad, estás seguro? ¿Tú... no preferirías...? —Abrió los ojos ante el segundo beso de la noche.

  —No. No prefiero. —Y la llevó a la pista—. Todavía sabes a frambuesa —le sonrió y ella le correspondió. Se preguntaba qué sucedería cuando Anna creciera y preguntara por su padre—. Yo seré su padre —afirmó viéndola a los ojos—. Si... me aceptas, claro. —Él se sonrojó, de pronto, pues, hasta ahora, él no le había preguntado nada al respecto.

  —Sí —sonrió con apocamiento y él murmurando en su oído le prometió un chocolate que había robado de la cocina cuando el chef se pegó la vuelta para ver el horno y ambos rieron.

  —¿Está usted cansada, Lady Luna? —cuestionó Kaden.

  —No. Ya me siento mucho mejor. Gracias, Su Majestad.

  —¿Entonces...?

  —¿Kaden? —lo nombró una voz por detrás de él—. ¿Eres tú, verdad? —El corazón del fey se congeló por un segundo. Esa voz...

  —¿Marquesa Elicia? —su voz había sido totalmente impasible y volteó para verla. Ella no había cambiado mucho, su cabello dorado, sus ojos azules, su esbelta figura; pero, la veía tan distinta a aquellos días.

  —No has cambiado mucho, Kaden —comentó—. Sigues... tan apuesto como de costumbre. —Luna se sintió incómoda ante una conversación que parecía muy íntima y se corrió unos asientos más a su izquierda, con la excusa de hablar con Hoggle.

  —Gracias. Pero... dudo que a tu esposo le agrade enterarse que andas halagando a tu antiguo novio. —Ella, abanicándose, se sentó junto a él con un suspiro.

  —A él ya poco le importa lo que hago. Han pasado muchos años y cada quién hace su vida.

  —Lamento oír eso, Milady.

  —No es tan malo. —Sonrió—. ¿Y... qué hay de ti? ¿Aún tenías a "esa..." contigo?

  —Yo nunca la tuve conmigo, no desde que te tuve a ti.

  —Bueno... yo estuve pensando mucho en eso. Yo no sé si fue así o no, pero, ¿por qué no recordar los viejos tiempos? Ni tú ni yo tenemos nada que perder a estas alturas —sonrió coqueta—. Y como dije, a él no le importa si yo tengo un amante.

  —¿Elicia, en verdad, me crees tan desesperado como para aceptar eso? Han pasado trece años, desde entonces, y sigues creyendo lo mismo que aquella vez. Nunca te molestaste en cuestionar un poco más, en averiguar por ti misma cuánto había de cierto, cuánto de mentira. Sólo aceptaste su palabra aún sin conocerla y dudaste de la mía. ¿Por qué, de pronto, voy a querer algo de ti?

  —¡Porque... tú me amas! —clamó atónita—. ¡Por eso no te has casado nunca! —Kaden se largó a reír con crueldad. No podía creer lo vanidosa que era esta mujer.

  —Que te amo. Eso fue en el pasado, Elicia. Lamento mucho si tu esposo no resultó lo que esperabas. Pero, recuerdo que cuando me dejaste, hablabas maravillas de él y sus propiedades, y lo culto que era en comparación conmigo, un bruto ermitaño de la montaña, ¿recuerdas?

  —¡Bueno, estaba enojada!

  —Elicia, yo creo que, en realidad, de los dos, la única que mentía eras tú. Realmente tú nunca me amaste, de haber sido así, al menos, me hubieras dado el beneficio de la duda. Ahora, si me disculpas... —Se puso de pie para ir rumbo a la otra fey y el enano.

  —¿Antes, una aprovechada y, hoy, una puritana? —Él la observó con fijeza y le sonrió con maldad.

  —Bueno, con los años uno debe mejorar los gustos. A veces, nos damos cuenta tarde de lo que es bueno. Como tú o como yo —le dio la espalda y ofreció su brazo a Luna para llevarla en medio del fluctuante gentío.

  Sarah se asombró al ver el reloj con trece números. ¿Por qué habría hecho algo así? Cuando le preguntó el porqué de la hora agregada, él sonrió.

  —¿No es obvio? En tu honor. Y, cuando den las trece, tú y yo nos escaparemos.

  —Pero, yo me escapé de ti a las doce horas.

  —Bueno, sí. Pero, nos hubiéramos escapado juntos a las trece si te hubieres quedado. —Ella sonrió.

  —¿Ahora, que soy tu esposa no me cantarás?

  —Por supuesto que te cantaré, cosita. Sólo espero el momento indicado —le sonrió con picardía—. Sólo espera a que llegue el último baile y verás —susurró en su oído y la espió por debajo de sus pestañas. Ella se mordió los labios y su corazón aumentó la frecuencia de sus latidos—. ¿Tienes miedo? —La miró elevando una ceja en sorpresa.

  —¿Tú... no?

  —Mucho. Pero... soy optimista. —Le sonrió de oreja a oreja y ella no pudo evitar reír.

  Durante toda la celebración, sólo pudieron verse de lejos, bailando en brazos de otros, pero, sus miradas, no dejaban de buscarse y sus labios no dejaban de sonreírse cada vez que se encontraban. Entre tanto, por algún lugar del Ballroom, Conrad y Lucia compartían un chocolate entre risas...

  —Cuando Anna sea más grande, tendré que conseguir el doble —meditó él.

  —Se supone que los niños no deben comer demasiado dulces —comentó ella.

  —¡Patrañas! ¡Aquí no hay eso que dijiste antes! ¿Caries?

  —Sí. Caries.

  —Y hablando de eso, ese tramposo primo mío, no nos ha dado la bolsa de dulces. —Iba a ponerse de pie y Lucia lo detuvo aferrando su mano.

  —¡Conrad, es su noche de bodas, no los molestes!

  —¿Por qué?

  —Bueno... porque... aún hay algunos dulces. Yo... no comí todo lo que me diste la otra vez.

  —¡Oh! Entonces, lo perdono. —Volvió a sentarse a su lado, riendo con ella.

  Gontran y Alin no dejaban de hacer nuevos planes para su primer hijo...

  —¿Cómo será? ¿Tendrá tus ojos, tendrá los míos? ¿Será niño, será niña? —Gontran rió ante la ansiedad de su esposa, entre sus brazos.

  —Será perfecto, mi amor. Y si se parece a ti, más perfecto aún.

  —¡Y cuando sea grande, lo llevaremos a ese parque de diversiones del Aboveground! ¿Qué te parece?

  —Una buena idea. ¿Qué nombre le pondremos? —Alin se llevó un dedo a los labios pensativamente. Tenían toda la noche por delante.

  Erwin no dejaba de ser acosado por jóvenes y no tan jóvenes, en tanto, algunos de sus familiares, se acercaban a conversar con él después de muchos años.

  —Buenas noches, Su Alteza —se inclinó una preciosa jovencita la cual podría ser su hija, tratando de llamar su atención. Esto era moneda corriente para él. Y si no eran las jóvenes en busca de un buen lugar en la sociedad, eran las viudas en busca de un mejor matrimonio que el anterior. Esta, en particular, la había conocido incluso cuando todavía mojaba sus pañales, ya que su padre era uno de los tantos con los que hacía negocios.

  —Buenas noches —respondió cortés—. ¿No está tu padre contigo, niña? —La muchacha quedó helada. ¿Cómo que niña?

  —S-sí. Él... está hablando con Lord Achille y Lord Pierce. —Erwin sonrió tan amable como de costumbre.

  —Envíale mis saludos, pues, pequeña. —La joven confundida e incómoda, inclinó su cabeza en un saludo.

  —Así lo haré, Su Alteza. —Se retiró. Una fey de grises ojos y cabello color miel, sonrió observando lo sucedido.

  —¿Cómo estás, cuñado? —indagó la mujer mayor.

  —Bien, ¿qué tal tú, Philippa?

  —Cansada. Supongo que es el honor de ya ser abuela. —Se sentó junto a él.

  —Me enteré. ¿Acaso no te llegó mi presente?

  —Como siempre, rosas amarillas, mis favoritas. —Rió—. Y siempre mi esposo rezonga porque piensa que intentas conquistarme. —Él festejó la broma.

  —Ese viejo cabezadura... Merece sufrir eso por todo lo que hizo para probar mi amor por tu hermana.

  —Matrika y tú nunca se olvidaban de nadie; siempre pendientes de los demás. —Sonrió agradecida y observó a su alrededor—. A Matrika le hubiere gustado ver esto —Erwin sonrió con dulzura ante el recuerdo de su esposa.

  —Sí. Ella hubiere sido muy feliz al ver a sus hijos formados y su sobrino hecho todo un hombre junto a la mujer de sus sueños. Siempre regresaba muy indignada al ver cómo mi hermano ignoraba a nuestro rey.

  —Al igual que tú. Hablando de ti... ¿Qué hay de ti? ¿No piensas formar nuevamente pareja?

  —Yo estoy bien así —sonrió afable—. Mi corazón sólo tiene una dueña. La extraño, voy a ser sincero. Cada día, cada noche... pero... su amor me ha llenado tanto, que llega a mí, aún en estos días. Yo estoy seguro de que ella siente igual. Y sé que, esperará hasta ese entonces. Por eso, yo no voy a fallarle. —Phillippa sonrió satisfecha.

  —Doy fe de ello, cuñado. Y por favor, tú y tus niños vengan a visitarnos de vez en cuando. Mi casa siempre estuvo abierta para ustedes pese al qué dirán y, por lo visto, de hoy en más, todo mejorará.

  —Lo recordaré. Espero poder conocer a tus nietos, ese día.

  Luna se encontraba entre los brazos de este hombre del que había oído cosas atroces. ¿Por qué ella no sentía una energía maligna como le habían jurado que poseía? Y analizando más aún, ¿por qué él estaba a su lado cuando despertó en la enfermería? Y desde entonces, no se había apartado ni un segundo de ella.

  —¿Está agotada de bailar, Lady Luna? —Sus dorados ojos parecían estar realmente preocupados por ella. Su cabello largo atado en una prolija cola de caballo resaltaba el color de los mismos y la masculinidad de su persona.

  —N-no. Estoy bien, Su Majestad.

  —¿Le... molestaría llamarme por mi nombre, Milady?

  —Eso no es correcto, Su Majestad.

  —Tampoco es correcto negar un pequeño deseo a un solitario hombre. —Sonrió con seducción. Luna, quizás, por primera vez en su vida, sintió cómo se encendían sus mejillas. ¿Por qué este hombre no se proclamaba a sí mismo como rey?

  —Usted... es un rey, Milord.

  —Primero, yo soy un hombre. —Su mirada compenetró los grises azulinos ojos—. ¿Acaso no fue eso lo que mostró usted, arriesgando su vida esta noche?

  —Yo... no sé hacer otra cosa. Mis padres murieron cuando pequeña y... fui criada en un monasterio, apartada de todos y de todo, hasta que me entregaron al cuidado de la tía Anca. Fue la primera vez que pude hablar con alguien que no fueran mis tutores.

  —¿No había otros discípulos?

  —Nosotros... no podíamos hablar entre sí. Apenas si nos veíamos. Nadie salía de su cuarto sin permiso y, por lo tanto, poco sabíamos de los otros y, mucho menos, del mundo fuera del claustro.

  —¿Esta... especie de sacerdocio le restringe a usted el ser cortejada, Lady Luna? —cuestionó intrigado. Si había algo de eso, se tendría que poner manos a la obra y, entonces, sí, recurrir a la ayuda de su rey.

  —¿Cortejada? ¿Se refiere usted a formar un hogar? No, realmente, sólo que no se nos inculcó dicha idea. Estamos para servir y... —Se lo quedó viendo a los ojos—. Mis poderes... dependen de ello... Eso creo.

  —¿Pero, qué clase de maestros ha tenido que le han preparado para sacrificarse y ni siquiera le han explicado correctamente la amplitud de sus poderes? —Ella suspiró. Ella también había pensado muchas veces eso, que no era lógico—. Lady Luna, permítame el honor de investigar un poco más sobre su poder. En mi castillo hay miles de libros que hablan del tema. Yo no soy un hombre muy afecto a ellos; jamás poseo suficiente tiempo para leerlos, al igual que el resto de mis súbditos. Sería mi placer saber que no estarán allí tan sólo juntando polvo y... —tomó su mano— que serán apreciados por tan bellas manos... —depositó un beso en ella— y tan hermosos ojos. —Luna quedó perpleja. ¿Qué era esa electricidad que recorrió su cuerpo apenas él posó sus labios en su piel?

  —Le... Le agradezco, Su Majestad.

  —Por favor, llámeme Kaden.

  —Como desee... Kaden —inclinó respetuosamente su cabeza.

  —¿Me permite, mi Reina, el último baile de la noche? —Jareth sonrió a su esposa a su lado. El reloj marcaba las doce y cincuenta y cinco.

  —Será un honor, mi Rey. –Aferró su mano y la condujo hacia el centro de la pista. Jareth puso una mano en su cintura, en tanto, la otra seguía manteniendo la de la muchacha. Ella situó su mano libre en su hombro. Entonces, una música cadenciosa y hechicera comenzó a sonar. La reina recordó su primer baile junto a este fey, se había sentido así de maravillada. Sarah se sorprendió cuando él cambió la postura de baile y estrechó la distancia de sus cuerpos, más al estilo Aboveground.

  —"Todo estará bien esta noche" —aseguraba su aterciopelada voz, mientras, mantenían sus miradas enfrentadas—. "Todo estará bien esta noche".

  —Amor, quiero bailar esa, como ellos —Alin sonrió a Gontran indicando el estilo del Aboveground.

  —¿Qué podría yo negarte, mi cielo? —sonrió y la abrazó para comenzar a moverse.

  —"Nadie se mueve.

  Nadie habla.

  Nadie piensa".

  —¡Me gustó esa última opción! —rió Conrad y miró a la muchacha a su lado—. ¿Oye, mi Lu?

  —¿Sí, Conrad?

  —¿Qué te parece un último baile antes de ir a ver a Anna e ir por las golosinas? —Ella rió y aprovechando que él estaba sentado, se paró para posar un beso en su mejilla, él sonrió tontamente llevando una mano a la misma.

  —Sólo si yo te convido.

  —¡No seas egoísta! —frunció sus cejas y ella volvió a reír.

  —Claro que sí. —Él la observó con los ojos entrecerrados y, de súbito, la tomó en sus brazos—. ¡Ah...! –Ella rió; hasta que fueron el centro de atención de todos los presentes, en tanto, les hacían lugar en la pista—. ¡Conrad, no! ¡Qué vergüenza! —Se cubrió el rostro cuando pudo pisar nuevamente el suelo. Esta vez, era Conrad quién reía, mientras la tomaba entre sus brazos con la misma delicadeza que de costumbre, aunque ya sin miedo.

  —"Nadie pasea esta noche.

  Esta noche.

  Esta noche".

  Erwin rió desde su asiento viendo los sucesos y como algunos jóvenes comenzaban a danzar a la nueva moda que sus hijos y su sobrino habían traído desde el Aboveground. Y cerró sus ojos con placer para que la bella música lo transportara a un mundo de dulces recuerdos.

  —Esta... parece ser una nueva forma de baile —comentó Kaden con cierto asombro, danzando una vez más con Luna.

  —Tal parece que Su Majestad y mis parientes, estuvieron de viaje por el extranjero —opinó la muchacha. Y pudo ver a la marquesa posar sus ojos con rencor en ella. Había oído parte de la conversación, sin querer, quizás. Esa mujer no era mejor que Lady Lilith. Este hombre, había sufrido tanto, ella podía verlo en su alma. ¿Dónde estaba lo demoníaco en él? ¿Acaso un rey no debía tener mano dura para gobernar, al igual que una sacerdotisa para cumplir como tal? Pudo ver a la decidida mujer venir a por él, tratando de emplear un encantamiento que él pareció sentir porque se sobresaltó—. ¿Sir Kaden? —ella indagó viéndolo a los ojos—. Ella usa el poder de la luz de muy mala manera. ¿Necesita ayuda?

  —Ella no es tan fuerte, no te preocupes —su masculina voz le dijo, en tanto, le sonrió.

  —Pero... —Sus manos fueron solas por detrás de la nuca, una cabeza más alta que la suya, y su cuerpo se pegó al suyo. Kaden agrandó sus ojos y, tras un segundo, su sonrisa mostró su distensión y rodeó su cintura. No quedó rastros del conjuro de la marquesa Elicia. Esta, enfadada, se marchó del Ballroom.

  —¿Qué estás haciendo? —cuestionó Él en una habitación llena de luz y de sombra en algún lugar del universo y en ningún sitio palpable.

  —¡Nada! —alegó Ella como a quién pescan con las manos en la masa.

  —¿Nada? ¿Desde cuándo aquellos dos tienen tanta confianza si acaban de conocerse? —se refirió al Rey Kaden y su compañera.

  —Bueno, ellos... se simpatizan.

  —¿Es obra tuya, verdad? ¿Interfiriendo nuevamente con el romance de alguien más?

  —Bueno, ¿acaso, no es nuestra tarea hacer de este un mundo mejor? —excusó altiva.

  —Ven conmigo y te enseñaré cómo se hace un mundo mejor —indicó seductor y, más tarde, se oyeron sus risitas.

  —"Todo el mundo estará bien esta noche" —Sarah deslizó sus manos por sus hombros para rodear su cuello—. "Todo el mundo estará bien esta noche" —Jareth fluyó su mano libre sobre su espalda—. "Nadie se mueve. Nadie habla" —Su dedo mimó su nariz con dulzura, en tanto, sus ojos acariciaban los de ella que le observaban prendada—. "Nadie piensa" —Su frente descendió hasta alcanzar la suya—. "Nadie pasea esta noche" —Se sonrieron—. "Esta noche" —Nadie pudo advertir la desaparición de los dos soberanos en medio de la pista pese al ¡POP! y la estela de brillo que dejaron detrás. Bueno, sí hubo algunos que lo advirtieron y tuvieron que reconocer que, en verdad, su nueva reina había caído bajo el encanto de su monarca. No, a ellos les gustaba pensar al revés; el malvado villano había caído bajo los encantos de su nueva reina. Hoggle, Ludo y Sir Didymus se sonrieron satisfechos. Twig y Brisky rieron cómplices.

  —Tarea cumplida, Madameopinó el goblin.

  —No del todo. —Lo miró con una pícara sonrisa y una sugerente mirada antes de dirigirse al pasillo. Brisky elevó una ceja.

  —Oh —gesticuló y fue tras ella.


  Sarah no advirtió que ya no estaban danzando en medio del Ballroom, si no que, se encontraban en el balcón de su alcoba, estaba tan ensimismada en él, en sus ojos, en su voz.

  —"Voy a amarte hasta el fin" —Sarah podía sentir algo muy dentro de su pecho, una acogedora tibieza que iba aumentando lentamente—. "Te amaré hasta que llegue al final" —De él irradiaba una especie de calor, una especie de luz que no se podía ver, sólo... sentir—. "Te amaré hasta que muera" —juró con énfasis atrayéndola más a él—. "Te veré en el cielo esta noche" –él le sonrió con travesura—. "Esta noche" —Sus labios se encontraron, mientras, sus pies seguían la melodía—. "Todo estará bien esta noche" —Sarah apoyó su faz en su pecho—. "Todo estará bien esta noche" —Aunque le pareciera mentira, ella confiaba en él—. "Nadie se mueve" —No, ella no se movería de sus brazos—. "Nadie habla" —¿Para qué, si así se sentía tan pleno?—. "Nadie piensa" —Sarah sonrió divertida elevando su rostro. Hacía rato que había dejado de pensar—. "Nadie pasea esta noche" —No; esta noche no irían a ninguna parte—. "Esta noche" —repetía en su oído acariciadoramente—. "Esta noche" —Él rozó su barbilla—. "Esta noche" —se inclinó para besarla con cariño. Sarah cerró los ojos sintiendo el poder que tenía sobre sus sentimientos, esto, no era porque él había ganado la última vez, porque, ahora, podía ver claramente que cuando, había estado en esa fiesta, tras su nombramiento como Campeona de Labyrinth, este poder estaba allí, pese a que ella había dicho esas horribles palabras. Se miraron con afecto—. Es costumbre que el novio cruce el portal con la novia en sus brazos, ¿sabes?

  —¿Entonces... porque mis pies están todavía en el piso? —respondió sin poder desviar su atención de él. Jareth le dedicó su media sonrisa y la elevó; ella se aferró a su cuello para atravesar la entrada que los conducirían a su renovada habitación. Con cuidado la depositó sobre el lecho de blancas sábanas de seda junto a un beso en los labios sentado a su lado.

  —¿Sarah... —se quitó los guantes— aún me temes?

  —No como antes, pero... sí. Te temo —le confesó. Esto era nuevo para ella y no podía evitar "querer huir". Sonrió pensando en las palabras de Erwin.

  —¿Harás como yo te diga?

  —Yo... —se sonrojó— creo haberlo prometido dos veces —se refirió a aquella persecución en el bosque y a su boda. Él sonrió quitándole la tiara con cuidado.

  —Entonces, mi conejita, permíteme ayudarte. —Se puso de pie estirando su mano hacia ella, la otra aún mantenía la tiara. Sarah aferró su mano y se dejó conducir hacia el tocador. Jareth la hizo sentarse y, tras quitarse la chaqueta, suavemente comenzó a desarmar su peinado—. Estás tan bonita que casi me da pena... Casi —confesó en un susurro en su oído. Y corriendo su cabello besó su hombro y su cuello. Ella observó por el espejo la rubia cabeza sobre su piel y cerró los ojos. Entonces, sintió las manos quitándole los zarcillos y la cadena—. Por favor, mi mascota, ¿podrías pararte? Quiero apreciar más detenidamente lo bella que estás en tu vestido. —Ella aceptó nuevamente su ayuda, quedando frente a él—. Casi muero por falta de aire en el altar cuando te vi entrar.

  —¿Por eso viniste a buscar pelea a mitad del templo? —Él rió.

  —¿Yo? Yo no busqué pelea. —Acarició sus hombros y se inclinó para besarla—. Mi Sarah... —rozó su rostro con el suyo— ¿recuerdas que, esta noche, debías prometerme algo más? —Ella cabeceó con la respiración algo perturbada por los nervios.

  —Pero... pensé que me lo perdonarías —sonrió afectada.

  —¿Por qué el "Rey Goblin" va a perdonarte una deuda por una apuesta, cosa preciosa? —murmuró aferrando su cintura, sus manos trabajando lentamente las presillas de la espalda del vestido.

  —Porque... ¿ahora, es mi esposo? —chanceó y, tras verlo luchar con una mano con el broche y el cuello de su camisa, las manos de ella fueron hacia estos para liberarlo, tal parecía, a él le resultaban un fastidio—. Permíteme. —Jareth la estudiaba con placer. Sarah puso el broche y el jabot sobre su silla.

  —Con más razón necesito que cumplas tu palabra de prometerme lo que debías prometer esta noche. —La miró a los ojos con profundidad. Sarah no advirtió que el vestido había comenzado a caer lentamente debido a que la última presilla había sido desprendida. Al fin, se dio por enterada cuando cayó a sus pies. Miró a su esposo agitada y este tan sólo la besó con ternura—. Mi chiquitita... esta noche, déjame gobernarte... —Enfrentó una vez más sus ojos.

  "¿Gobernarme? ¿Y... si me ordena algo que no deseo?", ella temió quedar ante él como una chiquilla en un momento así. Jareth sonrió acariciando su espalda.

  —Yo nunca te pediría algo que no desees, amor. Yo nunca te forzaría a algo así —murmuró sobre sus labios—. Por eso, cosa preciosa, déjame gobernarte...

  —E-está bien. Sí —trató de sonar segura cuando no lo estaba. Jareth le sonrió con dulzura y aferró sus manos entre las suyas.

  —Ven, mi cosa preciosa. —La guió de nuevo al lecho, donde corrió las mantas y la hizo sentar—. Eres la cosa más perfecta que alguna vez haya visto, mi amor. —Se arrodilló para abrazarse a su cintura y apoyar su cabeza en ella. No iba a apresurar las cosas, tenían toda la noche por delante. Sarah elevó una mano y tímidamente se dirigió hacia el moño que desató para liberar los largos mechones rubios. Él elevó su cabeza—. Quisiera que esta noche no acabara nunca, ¿sabes?

  —Pues, supongo que sí, sólo que... si tuviera que repetir esta noche por siempre, me volvería loca de nervios.

  —Lo sé —le sonrió—. Pero... yo te cuidaré, Sarah mía. —Volvió a reposar su cabeza en ella—. Siempre. —Sarah acarició una vez más su suave cabellera.

  —Yo también, mi "Rey Goblin". —El fey la observó y se sentó junto a ella sin quitarle los ojos de su verde mirada—. No sé cómo, pero... estaré aquí por ti, mientras el mundo cae.

  —Nunca se caerá si te quedas a mi lado, mi chiquitita. —Se inclinó sobre ella apoderándose de su boca. Segundos más tarde, su faja cayó al suelo, junto con sus botas, las ventajas de la magia, se dijo.

  Sarah no podía resistir el contacto de sus labios recorriendo su cuerpo con suaves besos similares a mariposas que se posaban en su cuello, en el asomo de su pecho por encima de su corsé, a lo largo de la costura del corte princesa, demorándose un poco más en su desnudo bajo vientre para saltar directo a sus muslos y seguir camino a lo largo de sus medias. Cuando alcanzó sus pies, quedó arrodillado frente a ella y, con cuidado, le quitó los zapatos de taco alto que arrojó por detrás de sus hombros haciéndola reír. Él le sonrió y masajeó sus pies sin dejar de admirarla desde su postura. Ella suspiró agradecida.

  —Necesitaba eso —ella confesó y él los besó.

  —Lo imaginé. Ahora... —Abandonó sus pies para liberar las medias de las ligas y, a medida que las enrollaba, sus manos parecían acariciar sus piernas preparando el sendero para sus labios; y el par de prendas fueron a hacerle compañía a los zapatos por algún lado de la habitación. Sarah lo observó anhelando sentir su boca nuevamente sobre la propia; los masculinos labios dibujaron una media sonrisa y acataron sus deseos, un largo y profundo beso que dejó a ambos sin aire—. Voy a comerte, mi conejita —le susurró con dulzura viéndola a los ojos, ya ambos de flanco.

  —¿Entonces... debo suponer que me estás pelando para ello? —Él rió ante su ingenio.

  —De hecho. Pero... tengo la extraña costumbre de desplumarme para comer conejitas —le siguió el juego con su mano paseando a lo largo de su torso.

  —¿Yo... —se puso colorada sin atreverse a verle— puedo... ayudarte con tu camisa? —Él mostró cierta sorpresa y satisfacción.

  —Sarah, recuerda —la obligó a verle con un dedo en su barbilla—, yo soy tu esclavo... Tú puedes hacer de mí lo que gustes. No necesitas preguntar, mi amor. —Volvió a besarla. Ella puso sus manos sobre los hombros para alcanzar la abertura de la camisa y tantear los botones con timidez.

  Él se apartó un poco para facilitarle el trabajo. ¿Sabría ella la dicha que le estaba proporcionando a su loco corazón? Jareth cerró los ojos cuando ella deslizó sus manos por sus hombros, esta vez, por debajo de la tela de su camisa para hacerla descender. Su primer contacto que no fuera su rostro o sus manos. Sí, esto era el cielo. Él terminó de quitársela cuando ya quedó fuera de su pantalón y sólo restaba sacar sus brazos de ella.

  Sarah no podía creer la delicadeza de su pálida piel, el calor de la misma, la musculatura firme acorde a sus felinos movimientos. Ella hubiera querido tener más valor para seguir desvistiéndolo, pero, le daba mucha vergüenza.

  —No te preocupes, mi chiquitita. Yo me encargaré... más tarde. —Y sus manos comenzaron a recorrer su cuerpo una vez más, atreviéndose a explorar un poco más, en un previo juego a lo que seguiría, preparándola para el siguiente movimiento. Tras besos y dulces palabras, fue deshaciéndose del corsé, encandilado con su rubor y su deseo.

  Sarah se mordió los labios, en tanto, sus manos no dejaban de recorrer su espalda o se enterraban en su desordenado cabello. Tan sólo había quedado en bikini frente a él y, ahora, su boca y una de sus manos, se habían posesionado con sus pechos; ella no recordaba haber experimentado algo como eso, nunca en su vida. Por momentos, deseaba decirle que se detuviera, que no soportaba esa tortura, pero, en realidad, deseaba que nunca acabara, deseaba que le enseñara más de sí misma; de esta Sarah que ella no conocía y la intrigaba tanto como a él

  —Mi cosita... eres tan hermosa... tan suave... —Sus labios comenzaron a descender junto a sus manos que, una vez en sus caderas, aferraron la cintura de la última prenda—. Eres mi sueño, cosa preciosa...

  —Jareth... —susurró cuando sintió sus besos seguir rumbo hasta alcanzar otra vez sus pies, donde terminó de resbalar la bikini que quedó en algún lado y le siguieron sus pantalones, tras una vuelta de su muñeca.

  —¿Sí, mi amor? —se recostó junto a ella abrazándola y tomando su pierna que puso sobre las suyas manteniéndola por detrás del muslo con su mano.

  —Yo... —lo miró a los ojos—. Yo... siento cosas... —Él sonrió, con voz ronca mientras besaba su oreja.

  —De eso se trata, cosita, de sentir... ¿Hay algo que te haya hecho que no haya sido de tu agrado? —inquirió extrañado, pues, hasta ahora, había tratado de complacerla.

  —N-no... —se ruborizó—. Me refiero... a otras cosas más... profundas... —Jareth ahondó su mirada, podía ver que ella estaba inquieta, que había una lucha interna por decirle un montón de cosas y por callar por miedo.

  —Sarah, esta noche me dejas gobernarte, ¿no es así? —recorrió la pierna con las yemas de sus dedos.

  —Sí...

  —¿Sólo porque gané la apuesta? —Ella se escondió en su cuello.

  —No. —Ahora los delgados dedos del fey dibujaban trazos en su espalda.

  —¿Me temes, cosita? —Sintió la cabeza moverse de arriba a abajo—. ¿Y... harás como yo diga?

  —Lo haré.

  —¿Sólo porque te lo hice prometer? —Otra vez, la cabeza se sacudió, esta vez, a los lados—. ¿Por... los votos delante del altar? —La voz de él acariciaba sus oídos en un ronroneo.

  —Más... que eso... —fue la débil respuesta. El corazón de Jareth acrecentó sus latidos, sus expectativas y temores, todo en una vez. ¿Qué si no era lo que él anhelaba oír? ¿Qué si era demasiado pronto? Hubo una pausa, en la que él estrechó el abrazo como si ella pudiera desaparecer.

  —¿Sarah... tú... me amas? —La sintió tensarse entre sus brazos. Y la puso de espaldas para verla a la cara—. ¿Me amas? —No resultaba tan fácil como ella había creído.

  —Yo... —su respiración se entrecortaba como si se estuviera estrangulando—. Jareth... yo... —Él estaba a ansioso por oírla, pero, la respuesta parecía no venir nunca. Desconsolado, descendió su mirada tratando de ocultar su dolor. "No debí preguntárselo. No tan pronto. Es mi culpa", se recriminó él.

  —Bueno... —su voz fue algo distante— eso... no importa ahora. Pero... tú sabes, debemos terminar con esto. —"¡¿No importa?! ¡¿Cómo que no importa, Jareth?!", los ojos de Sarah se desorbitaron—. Lo siento si no quieres, no podemos evitar esto. —Su rostro se ocultó en su cuello y los besos que dejó allí fueron más arrebatados. ¡No podía echarse atrás! ¡No podía ser débil! Sacrificarse a sí mismo era algo aceptable, pero, era otra cosa involucrar a dos mundos con sus vidas. ¡Si no lo amaba... era su problema, si a partir de ahora en más, comenzaba a odiarlo, también! ¿Acaso no había sido él quién le había ofrecido la posibilidad de regresar a Toby? "Condenado. 'Perdido y solitario por siempre'. ¿Sería 'no mucho en realidad'?"

  Sarah pudo percibir la frustración en sus caricias, en sus besos, la asustaba, pero, sabía que, una vez más, lo había herido sin querer, pero, esta vez, a sabiendas del resultado. ¡¿Por qué demonios no podía ser sincera con él y consigo misma?! Su temor se disipó cuando sintió algo húmedo y cálido caer sobre su pecho. ¿Él... estaba llorando? ¿Él estaba llorando por su culpa?

  —Jareth... —Tomó la cara entre sus manos que reacia no quería elevarse y, tras un nuevo intento, lo forzó a verla. Él sentía derrumbarse, ni siquiera era capaz de portarse como un buen soberano. ¡Tan... débil y estúpido...!—. Jareth, mi Rey Goblin, mi Rey, lo que te quise decir... es que... —Él prestó atención a su mirada— te amo... Te amo, Jareth. —Secó la lágrima de su mejilla con sus labios—. Perdona por no haberlo dicho. No... es fácil... tan testaruda y necia que soy...

  —Sarah... —Esta vez cayó una lágrima de felicidad y en su rostro se dibujó una amplia sonrisa. Sus manos fueron efusivas al sostener su rostro—. ¡Creí que nunca, nunca escucharía eso! ¡Oh, Sarah! —La besó con ansias—. ¡Yo... te amo tanto! ¡Por tanto tiempo...! —La llenó de besos.

  —¿En verdad? —cuestionó conmovida, también con sus verdes ojos empañados.

  —Por mi larga vida. —Hizo el gesto de promesa en su pecho y ambos rieron tontamente emocionados. Ella se lo quedó viendo a los ojos, se sentía tan bien estar con él así, sin secretos, sin dudas... Sentir su piel pegada a la suya...

  —Te amo. Tú eres todo lo que quiero tener a cambio de gobernarme. Fui tan tonta... En esa fiesta... en mi cuarto, yo no podía dejar de pensar en ti... Pero... no sabía cómo, no sabía qué tan... enojado estarías.

  —Mucho —sonrió—. Y... te hubiera encerrado en un oubliette hasta que te enamoraras de mí. —La besó.

  —Entonces, mi Rey Goblin, mi encierro no hubiera sido demasiado largo. —Se abrazó a él recorriendo su cuello con sus labios.

  —¿Con lo cabezadura que eres? —rió, con la cabeza entre sus pechos y descendiendo hacia el estómago. Sarah se arqueó ante el trazo que dibujó su lengua.

  —En eso... eres mi igual, mi Rey Goblin. —Él regresó a su rostro.

  —Te amo —susurró sobre sus labios.

  —Y yo a ti —le sonrió—. ¿Entonces... todo estará bien esta noche? —Él le correspondió con picardía.

  —Voy a amarte hasta el fin —manifestó, entre tanto, se acomodaba entre sus piernas—. Te amaré hasta que llegue al final... —Volvió a recorrer su cuerpo, conociendo ya los puntos más sensibles de su amada. Sarah no podía creer que toda esa sensación fuera posible. ¡Oh, no sabía si eso era realmente era lo que llamaban deseo, pero, si lo era o lo que fuera, ella lo quería sin duda alguna y, especialmente, lo quería con él!

  Jareth sonrió con picardía ante su mirada de sorpresa. Su entrada fue gentil y atrapó su queja con su boca y se mantuvo inmóvil hasta asegurarse de que ella se había recuperado del pequeño daño causado por su invasión. Entonces, sus movimientos fueron complacientes como las olas acariciando la arena.

  Sarah podía sentir fuego alrededor de ellos, entre ellos y donde fuere. Sus cuerpos parecían arder en invisibles llamas que los consumían y alentaban de forma recíproca. Ella era arcilla en sus manos y, a la vez, una exigente reina a la cual él parecía desear satisfacer en cada capricho. Su esclavo... Sarah cerró los ojos con una sonrisa recordando otra vez sus palabras de aquella vez.

  —Te... amaré hasta... que muera —murmuró entre gemidos de placer atrayéndolo más hacia ella. De él irradiaba una especie de calor, una especie de luz que no se podía ver, sólo sentir. El resultado final de la unión completa con un fey; cuerpo, mente, corazón y alma proclamándose el uno al otro con palabras y hechos.

  —Te veré en el cielo... esta noche —él prometió con voz ronca sin poder extender más su placer, sintiendo que ambos estaban llegando al clímax. Sarah podía sentir algo muy dentro suyo creciendo, creciendo lenta e intensamente, muy secretamente. Sus labios se reencontraron antes de caer extasiados entre los brazos del otro.

  Sarah, con una distraída sonrisa, acarició la rubia cabeza todavía sobre su hombro. Jareth corrió su faz para besar su palma y verla a los ojos con dulzura.

  —Te amo —volvió a afirmar con su sedosa voz. Ella sonrió satisfecha.

  —Yo también te amo —él cerró los ojos y aspiró con placer.

  —Esa es la mejor canción que he oído en toda mi vida, mi cosa preciosa —la besó y ella sonrió mordiéndose el labio inferior—. ¿Me harías un pequeño favor?

  —Todo lo que quieras. —Él entrecerró los ojos con travesura y rió—. ¡Jareth! —Le pegó suavemente en la cabeza.

  —¡De acuerdo! —habló entre risas. Y se serenó—. ¿Podrías... agregar mi nombre junto a mi canción favorita?

  —¿Por qué debería hacer eso? —se mostró desdeñosa. Y pronto, los dientes sobre su cuello y una seguidilla de pellizcos en sus nalgas la hicieron cambiar de idea mientras reía—. ¡Lo diré! ¡Lo diré! —Él se detuvo y la miró a los ojos.

  —¿Qué es lo que dirás, mi mascota? —fingió arrogancia.

  —Mis palabras correctas, "Rey Goblin". —Él la observó de reojo como si fuera a haber un nuevo castigo por eso, por lo que, anticipándose, Sarah puso sus manos en su pecho para evitar su avance—. ¡Si me muerdes y me pellizcas no lo diré! —le advirtió risueña.

  —De acuerdo. No lo haré... por ahora. —Sus ojos vieron hacia el techo con simulado desinterés—. Estoy esperando, conejita...—canturreó.

  —Te amo, mi dulce Jareth. —Él suspiró una vez más, con los ojos cerrados—. Te amo —se acercó a su oído—, mi fastidioso Rey Goblin.

  —Gracias... —la observó satisfecho— mi amor. Ahora... la noche todavía no terminó. —Se acercó a ella sonriendo—. Y yo soy un esclavo muy obediente... —Sarah rió.

  —Eso es mentira.

  —No lo es. ¿No soy generoso?

  —Sí. Lo eres. —Sus bocas se unieron con pasión.

  —¿Cuánto? —hablaban apenas dejando espacio para responderse.

  —Mucho más... de lo que... algunos creen. —Se abrazaron con desesperación. Y de repente, algo pesado cayó sobre ellos, queriendo también ser partícipe de sus cariños—. ¡Merlin! —exclamaron ambos al sentir su lengua sobre sus rostros.

  —¡Agh...! ¡Detén eso, Pulguiento! —Trataba de defenderse con su brazo de escudo—. ¡Sólo...!—Lengüetazo. Sarah dejó salir una franca risotada—. ¡De acuerdo, de acuerdo! Chantajista. —Observó al perro, ahora, sentado junto a ellos—. Si te quieres quedar, será donde yo diga. —Ladrido. Jareth conjuró un cristal que sostuvo entre sus dedos y viendo a Sarah se hizo el aturdido—. ¡Oh, qué vergüenza! ¡Es la primera vez que me ves tan sólo con un cristal en la mano! —Sarah rió.

  —Como si la sintieras. Fresco. —Él entrecerró sus ojos.

  —Sólo... espera a que me entienda con el saco de pulgas.

  —¡No lo llames así! —protestó ella—. Él no tiene pulgas y se llama Merlin.

  —Lo que digas. Ahora... —Arrojó la esfera a los pies de la cama donde apareció un enorme y mullido canasto. Merlin, fue directo a Jareth y, otra vez, lo atacó con su lengua; luego, a Sarah que no dejaba de reír—. ¡Oye...! —El perro dejó el lecho para probar su nuevo camastro—. Eso está mejor. —Sonrió el Rey Goblin y, con un nuevo movimiento de su mano, se limpió a sí mismo y a su mujer—. Bien... ¿por dónde estábamos, cosita?

  —Yo no voy a estar recordándote tus tareas, "Rey Goblin" —proclamó con jocosa altivez. Él elevó una ceja y le dedicó una media sonrisa.

  —¿Oh, realmente?

  —Como oyes.

  —Bueno... —pareció hablar a un lado a alguien imaginario— Jareth, tú ya has tenido tu parte, ahora... —la miró como un depredador —es turno del "Poderoso y Elegante Rey Goblin". —Comenzó a acercarse amenazante, ella trataba de cubrirse con la manta viéndolo divertida.

  —¡No! —reía tontamente—. ¡Jareth!

  —No, no. —Echó la cabeza hacia un lado—. Ningún "dulce Jareth", mi mascota. Turno para el temible Rey Goblin. —Fue hacia ella y se arrojó sobre ella antes de que escapara. Sarah no podía dejar de gritar y reír a la vez.

  —¡No! ¡Por favor...! ¡Ja; ja; ja! ¡Ah...! —gritó desaforada cual escandalosa adolescente cuando él pellizcó las nalgas otra vez.

  —¡Sh! —Se llevó un dedo a sus labios con el ceño fruncido, mientras, ella trataba de controlar su risa—. Van a pensar que te estoy guisando, conejita. Y... se perderá mi reputación de que me gusta comerte cruda. —Se inclinó de nuevo sobre ella con maldad.

  —Voy a gritar —le advirtió hilarante.

  —No, no lo harás —le murmuró sobre su boca.

  —¿Por qué?

  —Porque mantendré esa boquita ocupada hasta que sólo oiga suplicarle a este "Rey Goblin" por más... —Se apoderó de sus labios.

  —Vani... doso... —fue lo último que pudo susurrar.

..............................................................................................

  N/A: Hola, mis amores. ¿Cómo están? Yo estoy algo desaparecida en internet y este finde no será muy distinto, pues, sábado, cumpleaños de mi mejor y más querida amiga; domingo, mi sobrino viene de visita, así que, ya ven... No podré estar conectada como de costumbre en face, por eso no programé nada. Veremos para el próximo fin de semana si se da :)  

 Este es el anteúltimo capitulo de "Dulce como un durazno," pues, el último es más bien conclusivo y a futuro, así que espero les guste. 

  Gracias a MadaoSenpai;  AdlerGirl;  MercurioRose;  Agus_Bell,  Esme1923;  iara_0801;  -Dust_Girl-;  mayapxndxlml;  Blue_intense;  Innarya;  JuliaDantonoli;  ternodum  y AprilEscence :D.  También quiero dar la bienvenida a AdlerGirl y heartface14. Nos vemos en el último capítulo, el día miércoles. Les envió un abrazo muy grande, mis corazones. 

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