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By DemigodsMist

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1er Libro La novela está en edición. Algunas partes serán modificadas; otras, borradas. ╰───── • ◆ • ─────╯... More

[Introducción]
- Nota de autora -
✖ El mensaje ✖
PARTE 1 ✖ Crista ✖
✖ 14 de diciembre ✖
✖ Siete de la mañana ✖
✖ Sin palabras ✖
✖ Hallazgo desconcertante ✖
✖ Decir la verdad ✖
✖ Como un único latido ✖
✖ Mañana sin enfoque ✖
✖ Un cruce en el metro ✖
✖ Famoso desconocido ✖
PARTE 2 ✖ Norman ✖
✖ No mirar atrás ✖
✖ Auténtica razón ✖
✖ Primera videollamada ✖
PARTE 3 ✖ Crista ✖
✖ A cuatro paredes ✖
✖ Los archivos prestados ✖
✖ Primer interrogatorio ✖
✖ Con el estómago vacío ✖
PARTE 4 ✖ Norman ✖
✖ Cruda realidad ✖
✖ Oportunidad perdida ✖
✖ De regalo un recuerdo ✖
PARTE 5 ✖ Crista ✖
✖ El encanto de Lime ✖
✖ Bajo presión ✖
✖ Hogar, amargo hogar ✖
✖ Aquél viejo uniforme ✖
PARTE 6 ✖ Norman ✖
✖ Fracasando en el parkour ✖
✖ Investigar su hogar ✖
✖ Segunda videollamada ✖
✖ La caja prohibida ✖
✖ Un amigo nos visita ✖
PARTE 7 ✖ Crista ✖
✖ Encuentro funesto ✖
✖ El baile concedido ✖
✖ Los Escaladores ✖
✖ Suspendida ✖
✖ Noche de película ✖
✖ Desventajas al madrugar ✖
✖ Duele levantarse ✖
PARTE 8 ✖ Norman ✖
✖ Intuición ✖
✖ Reencuentro ✖
PARTE 9 ✖ Crista ✖
✖ Propuesta inconveniente ✖
✖ Tras el sospechoso ✖
✖ Nuestro supuesto amigo ✖
PARTE 10 ✖ Norman ✖
✖ El comunicado ✖
✖ Bala como aperitivo ✖
✖ Un refugio para matar ✖
✖ Nada fue en vano ✖
✖ Condena pagada ✖
✖ A través de la pantalla ✖
✖ Detalles de un plan ✖
✖ Pruebas de traición ✖
PARTE 11 ✖ Crista ✖
✖ Misión: huir ✖
✖ El laberinto del terror ✖
✖ Punto muerto ✖
✖ La luz del final ✖
✖ El nuevo héroe ✖
✖ ¿Cuál es el plan? ✖
✖ Así comenzó ✖
✖ Largo trayecto ✖
PARTE 12 ✖ Norman ✖
✖ En descenso ✖
✖ Aliados del enemigo ✖
✖ Nuestra señal ✖
✖ Sin salida ✖
✖ Punto crítico ✖
PARTE 13 ✖ Crista ✖
✖ Salida de emergencia ✖
✖ Penúltimo intento ✖
✖ Instinto de lucha ✖
✖ Cómo romper una ventana, nivel: Agente Secreto ✖
✖ Reunión familiar ✖
✖ Aire libre ✖
✖ Desde el cielo ✖
✖ Viaje de vuelta ✖
✖ Resolución de un líder ✖
✖ Las cosas en su lugar ✖
Epílogo ✖ Norman ✖
✖ ¿A alguien más le aburre la Nochebuena? ✖
Epílogo ✖ Crista ✖
✖ Mi Divina Tragedia ✖
♥ Agradecimientos ♥

✖ Máquina psicótica ✖

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By DemigodsMist

Mi expectativa de una reunión normal y corriente desapareció en cuanto Keith ingresó a la plataforma.
Nos guió por los corredores hasta la sala de conferencias que se ubicaba en el penúltimo piso del edificio. Yo ya había dado conferencias internacionales allí antes, se volvía una velada divertida.
Muy pocas personas podían concurrir a las reuniones: estaban dirigidas al público con los puestos más altos. Aunque algunas veces podían invitar a personas en concreto, a través de un comunicado que dejaban en la administración. Por el contrario, de no ser así, se podría decir que a partir del puesto B-2 te podrías considerar importante.

La sala era bastante amplia como la recordaba, inmensos focos de luz se dispersaban en el techo, algunos enfocando el escenario, sobre el cual se apoyaba un pulido estrado de madera. Más allá se encontraban los asientos, organizados por grados. Keith prosiguió a asignarnos sitios aleatorios, esta vez sin guiarse por nuestra clasificación. Al final, terminamos en una misma fila sentados, en la segunda tanda de asientos frente al escenario.
A mi derecha se encontraba Crista, que temblaba y no dejaba de arreglarse el uniforme. A mi izquierda estaba Lease, quien de repente sacó un pañuelo húmedo de su bolsillo y empezó a limpiar el respaldo del asiento delantero. No me digas que no es un maniático.
Mi amigo se sobresaltó al oír que la puerta principal se abrió nuevamente con un crujido.
Lime ingresó en la sala caminando con pasos cortos sin hacer ruido, intentando pasar desapercibida, como una sombra más. Se sentó detrás de Crista con aire sombrío. Suspiró profundo, y nos dedicó una mirada lúgubre.

—Ya sospechaba que vendrías —murmuré, chasqueando la lengua—. No ibas a perderte una conferencia, ¿no?

Lime apoyó la espalda en el respaldo de su asiento, y se dejó caer. Deduje que estuvo llorando un poco, y seguramente habría dado un pequeño paseo por los alrededores, porque diminutas gotas de agua de lluvia se deslizaban por sus cabellos verdes, y marcas de barro húmedo rodeaban los bordes de sus botas.

—Tengo que venir porque es mi obligación. No por nada me asignaron como la líder suprema de los Agentes.

—Y hablando de eso... —susurró Lease—. ¿No deberías estar en el estrado, al lado de Keith?

—Es cierto —afirmó Natalie, mirando el escenario—. Técnicamente eres una autoridad. El lugar en el que te corresponde estar cuando se dan las conferencias es allí.

—No voy a ir —contestó con desgano—. Esta es una reunión especial. El lugar ya no importa.

—¡Claro que no! —gritó Keith en el escenario. La luz más brillante le iluminaba el rostro con un semblante algo macabro.

Miller se adelantó y se sentó al lado de Lime rápidamente, justo detrás mío.
Dios, ¿es que acaso me persigue para crear caos? ¿Justo detrás mío?

Le hubiera pegado un mamporro si hubiera podido, pero no quería empezar un pleito.
Conocí a Miller cuando éramos niños. Era un mentiroso de primera. Algunas veces fingió ser mi amigo para después finalmente martirizarme psicológicamente. Te habrás imaginado que, con lo desconfiado que soy, no le resultó tan fácil poder obtener algo con lo que después pudiera utilizarme.

—¿Sabes qué es lo que presentarán en esta audición, novata? —le preguntó Miller a Crista con aire soberbio.

—No tengo idea —respondió con ingenuidad—. ¿En qué consiste?

—Ya lo verás.

El irritante chico se recostó en su asiento con una sonrisa fría.

—Miller, Miller, ojalá te trague el infierno —susurré para mis adentros. Afortunadamente, no me había oído.

Apenas fue que pronuncié la última sílaba cuando entraron por la puerta cinco personas uniformadas de negro; empujaban una gigantesca mesa metálica con ruedas, tapada con una sábana, ocultando algo debajo.

—¿Qué es eso? —preguntó Matt, presionando sus labios con sus dedos—. Parece algo peligroso.

—No, Matthew —contestó Natalie con seriedad—. Ya sé lo que es. Muchos Detectives estaban hablando de que pronto llegaría...

Los chicos retiraron la sábana de la mesa, por fin revelando el misterio: el trasto soportaba una máquina compleja, parecida a un sismógrafo. Sin embargo, no lo era.
No creía que una organización de Detectives necesite un aparato para medir terremotos en la escala de Ritcher. Pero, si no era eso, ¿entonces qué?

Keith saludó formalmente a cada uno de los recién llegados estrechando su mano.
Para ser exacto, eran tres chicos y dos chicas de aproximadamente dieciséis años.
El chico que parecía ser el líder del grupo llevaba una brillante placa. Un Agente.
Pasaba la mano por su desprolijo cabello, totalmente teñido de azul eléctrico. Sonrió cómplice a sus compañeros. Yo ya lo conocía: el Agente se llamaba Fletcher Coyle, un novato en la jerga electrónica.
Mencionó que clasificaba en el puesto A-5, que hace siete años se había incorporado en la Agencia, y además actualmente se dedicaba a desarrollar nuevas tecnologías para identificar criminales o al menos facilitarle el trabajo a nosotros, los Detectives.
Supuse que la pesada maquinaria que tenía en la mesa era un nuevo invento suyo, que esperaría la aprobación de Keith para poder ser utilizado legalmente.

—¡Hola a todos! —saludó con la mano el Agente, esbozando una sonrisa plástica de brillantes dientes—. Esta será la única oportunidad que tendrán para ver este maravilloso invento. Han sido seleccionados para experimentar...

—¿Tu invento puede explotar? —lo interrumpió Keith, temblando como una hoja al viento.

—Nada de eso. No habrá explosiones por hoy.

—Más te vale —amenazó Miller, escupiendo las palabras—. Ahora explícanos de qué va este cacharro. Y nada de paranoias, Keith —lo señaló con el dedo índice.

Keith, aludido, se encogió de hombros. Sus ojos ámbar analizaron todos los rincones del salón con nerviosismo, como si personas invisibles lo estuvieran juzgando.

—Te explicaré ahora de qué va todo esto, Miller —contestó Fletcher en calma absoluta—: Este aparato puede captar las frecuencias que envía el cerebro. Luego, transforma esas frecuencias en ondas, después las convierte en unidades matemáticas para poder finalmente plasmar en el papel una línea.

—O sea... —aventuré—: Esa máquina detecta si una persona puede derivar algún problema mental...

—Así es, Cardinal —concordó, asintiendo—. La utilizaremos para identificar criminales, o al menos posibles psicópatas. Tan fácil como eso.

Keith tragó saliva. No le agradaba la idea del todo.

—¿Ne-necesitas probarla con alguien? —inquirió con temor.

—Para eso he venido, Detective Loid.

—Ya. Probémoslo con alguien. ¡Yo me encuentro indispuesto!

Levanté la mano para voluntariarme.

—Podrían probar conmigo las frecuencias, a ver qué tal.

Keith y Fletcher cruzaron la mirada. El chico de cabello azul se encogió de hombros.

—Claro, ¿por qué no?

Me levanté de mi asiento decididamente. Le guiñé un ojo a Crista, como para alentarla diciéndole que todo estaría bien. No había nada de qué preocuparse.
Avancé hasta el escenario junto a la máquina, la cual emitía luces de llamativos colores y sonidos electrónicos. Una silla descansaba al lado del aparato; me senté allí y suspiré muy poco convencido.

¿Nunca has sentido como si estuvieras al borde de un abismo y ya no supieras si deberías saltar o, por el contrario, quedarte en un lugar seguro, pero aún así tienes la loca idea de intentar algo nuevo? 
Eso sentí cuando decidí ser voluntario. Sabes que debes continuar sin importar a lo que te estés enfrentando y que ya no hay vuelta atrás.

Fletcher se apresuró a rodear mi cabeza —empezando por la mitad de mi frente— con una delgada cinta amarilla. La ajustó a mi medida; era suave, apenas apretaba. Tampoco la sentía sobre mi piel.

—De ahora en más —comentó, dirigiéndose a mí mientras manipulaba controles en la máquina—. Quiero que te quedes lo más quieto posible. Esta máquina tiene una precisión insuperable, pero puede variar con movimientos bruscos.

Permanecí quieto por un minuto, mientras todos observaban atentamente la hoja que sobresalía del aparato con algunos datos impresos. La maquinaria empezó a dibujar en el papel con una aguja de tinta negra, plasmando mis frecuencias cerebrales en una delicada y perfecta línea recta.

—¿Sólo dibuja líneas rectas? —pregunté.

—No —respondió el chico—. Si la máquina dibuja una línea recta en el papel quiere decir que tienes una conciencia muy equilibrada. O sea, eres una persona concentrada y organizada. Si por el contrario la aguja dibuja líneas irregulares como montañas empinadas, quiere decir que tienes una mente corroída o que no funciona correctamente.

Asentí, tratando de no moverme demasiado.
La aguja mantuvo la delgada línea recta sobre el papel: prolija, impecable, y simple.
Fletcher apagó el dispositivo, desajustó la cinta de mi cabeza para después retirarla. Miró a Keith con gesto triunfante, alzando los brazos en una pose teatral, como diciendo "¿Han visto eso?"

—¡Ta-daa! —festejó—. ¡He aquí el instrumento de medición cerebral del futuro! ¿Hay algún voluntario más? —inquisitivo, observó a mis amigos, invitándolos a pasar—. Al Detective Cardinal no le ha dolido en lo absoluto, ¿no es así?

—No ha sido nada —corroboré, sonriendo afable.

Atrás del todo, Lime levantó la mano. Fletcher aplaudió con emoción:

—¡Eso es! ¡Mi valiente líder lo hará!

Lentamente, Lime subió los escalones del escenario para sentarse en la misma silla que anteriormente me había sentado yo. Sonreía, pero no estaba entusiasmada. Tenía una expresión vacía en sus ojos. De vez en cuando movía los pies de un lado a otro esperando, mientras Fletcher Coyle corregía nuevamente los botones de la máquina. Cuando terminó, el Agente aplicó el mismo procedimiento con Lime, mientras ella se quedaba quieta en su lugar.

—Creo que ya sabes lo que no debes hacer, ¿no es cierto? —susurró con dulzura.

—Sí.

—Pues empecemos, jefa.

Accionó la palanca de arranque y la máquina empezó a cobrar vida, encendiendo las luces.
La aguja volvió a dibujar. Pero esta vez la línea no era tan recta como la mía: parecía salirse del camino de a poco, formando curvas apenas perceptibles, pero que de alguna manera allí estaban.

—Vaya —se sorprendió el chico, frunciendo el entrecejo—. Qué raro es esto, líder...

—¿Es algo malo?

Fletcher ladeó la cabeza.

—Depende. Si eres una criminal ya verificada, es un grado muy bajo. Pero como no lo eres, es muy normal. Se nota que eres una chica divertida. Si fueras más aburrida la línea seguiría recta —murmuró, observándome.

—¿Eso quiere decir que soy aburrido? —deduje en voz alta, con los brazos cruzados y una mirada agria.

—Bueno, Norman... Es que... tu mente es tan estructurada y formal que muestra valores nulos de alteraciones. A menudo los criminales tienen un semblante aburrido y una mente corroída. No tiene nada que ver eso contigo.

«Prefiero que me trate de alguien aburrido que como de alguien loco», pensé.

Apagó la máquina, y Lime se retiró del escenario caminando sin apuros.

—¡Un último voluntario! —mencionó el chico—. ¿Qué tal el líder de los Detectives? ¡Keith Loid! ¿Quieres venir?

Keith retrocedió un paso con nerviosismo y tropezó, cayendo al suelo.

—Yo... No... No c-creo que sea una buena i-idea... —tartamudeó.

—¡Pues claro que lo es! ¡Todos tus amigos han pasado!

—Pero...

—Ven. No pasará nada. Es totalmente seguro.

Keith esbozó una mueca de horror.

—¡Capaz es una máquina patentada para poder extraer mi cerebro! —objetó, sonriendo macabramente—. Quieres obtener de mí muchos secretos, ¿no?

—¿Cómo? ¿De qué estás hablando?

—¡No! Déjame. Hazme el favor de callarte —Keith cerró los ojos.

—¿Yo? —preguntó Fletcher, a punto de enojarse.

—¡A tí no te estoy diciendo, Fletch! ¡Me están hablando al oído todo el día, pero ahora no quiero escucharlos más! ¡Quiero que se callen! —se puso las manos en los oídos—. ¡No lo soporto!

—Keith... —dije, apoyando mi mano en su hombro—. Cálmate. Ve a la máquina. De seguro podremos registrar en el papel lo que está pasando con tu mente. Podríamos buscar una solución.

—De acuerdo... —murmuró con la voz quebrada.

Keith se puso de pie con dificultad, aún con las manos en sus oídos. Se dirigió cauteloso hasta la máquina y se sentó. El Agente colocó la cinta alrededor de su cabeza con cuidado, luego empezó a cambiar las órdenes de su aparato.

—No te muevas Keith. Por lo que más quieras.

El cantante se cruzó de brazos y cerró los ojos.

—Lo que más quiero ahora es el almuerzo.

—Almorzarás cuando todo esto termine.

Keith asintió con cansancio. Temblaba en su asiento, como una vaca en un matadero.
El aparato se puso en marcha. La aguja metálica preparó el recorrido que tenía que trazar. Cuando la aguja tocó el papel, empezó a descontrolarse. El dibujo era monstruosamente irregular, como si un niño enojado las estuviera dibujando a propósito. Las líneas de tinta pasaron los bordes del papel, y dejaron furiosos rastros en la mesa.

Observé la escena con incredulidad, meditando lo que mis ojos veían. Mi mente básicamente era el dibujo de una perfecta línea recta. La línea de Keith parecía un producto infernal.
La expresión de Fletcher era del terror más absoluto.

—Esto... no sé cómo explicarlo.

—No soy un criminal —se defendió Keith, tapándose los ojos con las manos—, si eso es lo que piensan...

—Nadie dijo que lo seas, campeón.

—Padezco de esquizofrenia. Hasta he tomado pastillas y todo. ¡No me han vuelto a ocurrir lapsos fuertes...!

—Tranquilo. Nadie te está culpando de nada... —aseguró Fletcher, palmeándole la espalda amistosamente.

La mirada de Keith ardía de odio.

—¡Claro que sí! ¡Ustedes me odian! —gimió—. ¡Has creado esta máquina para echarme en cara que estoy demente!

—¡Te equivocas! —se defendió, abriendo los ojos como platos.

Era imposible convencer a Keith. Hablar con él con respecto a su cordura era exactamente igual a hablarle a una pared.
Bajé del escenario con las manos en los bolsillos. Pobre Keith...
Él estaba al borde de las lágrimas.

El salón de conferencias se volvía más frío a cada segundo; mis pasos sonaban amortiguados al chocar los pies en la alfombra del suelo. Oí a Fletcher murmurar algo mientras charlaba con sus amigos:

—La mente de Keith ha roto mi invento. Lo ha estropeado todo.



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