Soy un maldito, lo sé.

By Criss_Burton

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La historia relatada desde el punto de vista de un vampiro sádico, uno que tortura a la gente en pleno siglo... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
capítulo 5
Capítulo 6
capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
capítulo 37
Capítulo 38
capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
capítulo 43
capítulo 44
capítulo 45..
capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
capítulo 50
capítulo 51...
capítulo 52
capítulo 53
capítulo 54
capítulo 55.
capítulo 56.
capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65.
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70

Capítulo 18

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By Criss_Burton

Estaba en mi habitación, había colocado el polvo en el que Irina se había convertido en una urna hecha de plata, la tenía a mi lado, estaba concentrado en mil recuerdos, en aquellos que permanecerían siempre conmigo, con la mirada perdida en algun punto muerto del techo, observando todo y nada, ahora me sentía extrañamente vacio, incompleto, un vacío que no llenaba con nada, no había bebido sangre y tampoco quería alimentarme con comida humana, suspiré con cansancio, miré de nuevo la urna, no tenía ningún grabado, era totalmente lisa.

- Te extrañaré... -Susurré anhelando tenerla de nuevo en casa, sin importarme si quiera que estuviese a lado de Johann, sólo quería verla de nuevo, sentir el olor a canela que desprendía su piel al pasar, ver aquellos ojos mielosos con su antifaz que me incitaban no dejar de observarlos, mirar aquella dulce sonrisa cada que molestaba a Johann, ver quellas mejillas que se ruborizaban cuando la miraba sin parar, escuchar su dulce voz, sentirla cerca, ansiaba verla, más eso era imposible ahora. - ¿Sabes? Tenía planeado hacerte cocinar para mí con este privilegio que ahora nos otorgaste, ya sé que sería abusivo de mi parte, pero quería probar algo hecho por ti, es una pena que ya no estés, me harás falta- sonreí al imaginarla en la cocina preparando algo de comida para Johann y para mi, si, estaba demente, comenzaba a enloquecer pues ahora estaba hablando con una urna de plata llena de polvo, patético de mi parte, pero me servía a no pensar en nada, nada más que en recordar.

- Esto se ve tan simple, tan insípido e insulso que no es digno de ti- miré la urna con desprecio, Suspiré por inercia y con mis uñas comencé a hacer un grabado sobre ella, dibujé una rosa con algunos pétalos callendo de ella, después hice la inscripción de su nombre en letras cursivas en la parte baja de la urna, dejaría el epitafio a elección de Johann, el aún no volvía.

- Dónde carajos estás metido- pregunté al aire, hacía varias horas del deceso de Irina y la huida de Johann y él aún no volvía, sabía que se encontraba con bien pues ambos teníamos un lazo, si a alguno de los dos le sucedía algo el otro lo sentiría al instante, también sentía su tristeza, esa que oprimía su corazón queriendo estallar, a mi me sucedía lo mismo, él sabía como me encontraba y yo sabía exactamente lo mismo de él, lo que el no sabía era que mi tristeza la había enterrado junto a la muerte de mi primer amor, estaba triste si, pero lo oculté con anhelo y recuerdos, dejé la urna de nuevo sobre la cama, llevé mis brazos debajo de mi cabeza, soltando otro suspiro.

- Sólo espero que aprenda a vivir sin ti, que supere tu muerte y vuelva a ser el mismo Johann cursi que conocí, aunque la musa de esos poemas no se encuentre más, espero que encuentre con el tiempo a alguien que lo merezca igual que tú y él se merecían - ahora me daba por hablar con una urna, extraño,  pero me hacía sentir mejor.

Recordándole el sueño me consumió.

Estaba en un bello Prado, la luz del sol alumbraba la vegetación dándole un característico color vivo, el césped se veía bastante verde, miré a mi alrededor y me encontraba sólo, tomé asiento en aquél prado que me regalaba una paz que en mi yacía inexistente, cerré los ojos y respiré profundo, el olor a gardenias inundó mis pulmones y me dejé llevar por aquel aroma.

- Te vez tan tierno- esa voz me sacó de mis pensamientos, abrí los ojos para encontrarla, ahí estaba ella, sentada a mi lado derecho, arrancando un poco de césped jugandolo entre sus manos. - Viéndote así nadie pensaría jamás que eres un vampiro- dijo Irina aún sin mirarme, el aire hacia su cabello flotar en él.

- ¿Tierno? ¿Te parece que lo soy? -

- Ya no pareces aquel idiota al que le gusta molestar a Johann- ignoró mi pregunta.

- ¿Has venido a atormentarme? - pregunté examinando cada centímetro de su esbelta figura.

- Para nada, todo lo contrario, vine a agradecerte- me miró esbozando una bella sonrisa.

- ¿Más de lo que ya haz hecho? - pregunté y tomé rápidamente su mano sonriendo involuntariamente ante el contacto.

- Gracias por amarme- dijo mientras sus mejillas se teñían.

- Nunca te lo dije , ¿Cómo es que lo sabes? -arqueé una ceja ante la sorpresa.

- Te escuché- dijo tomando una rosa negra que apareció de la nada frente a ella.

- ¿Me escuchaste? -fruncí el seño no entendía nada.

- Si, al igual que tu estoy confundida, al parecer ambos tenemos un lazo inquebrantable, no se a que se deba, pero agradezco aquel lazo, gracias por la rosa- hizo una seña con aquella rosa había aparecido ante nosotros sin lógica ni razón.

- Déjame ver si entiendo, tenemos un lazo- fruncí el seño.

- Así es- asintió.

- Aclaro el punto de la rosa pues yo... - me interrumpió.

- No me has dado nada, pero esta rosa es la que tallaste en la urna- dijo con seguridad.

- ¿Una rosa mágica? Jajajaja no me hagas reir por favor, soy un vampiro no un mago - reí un poco más

- No es una rosa mágica, no se cómo lo has logrado, pero, lo hiciste, no deberías burlarte de tu poder- al parecer esto iba en serio.

- ¿Entonces como demonios lo hice? - examiné mi situación sin llegar a la conclusión de esta, Irina pensaba mientras observaba la rosa, la admiraba y sonreía, de la nada sus sonrisa se difuminó para dejar ver una mueca llena de sorpresa. -¿Pasa algo? - Me intrigó.

- Akibel- dijo mientras sonreía.

- ¿Me dirás que tratos traes con el como para que de la nada, aparezca un estúpido demonio disfrazado de humano queriendo llevarte a no se donde para hacerte pagar alguna cuenta pendiente?  - hasta ahora no sabíamos el origen de el demonio y el porqué quería a Irina, ahora lo había recordado y quería saber, estar lo más informado posible para hacer pagar a Akibel cuando lo encuentre.

- Bebiste su sangre, la sangre de un demonio, eso es- hablaba sola, se estaba volviendo loca como yo con la urna, esta locura era contagiosa no cabe duda.

- ¿Y? ¿Qué hay con eso? -

- Que al beber esa sangre, has contraído poderes- su sonrisa se ensanchó de una manera siniestra.- Akibel está perdido- comenzó a reír.

- ¿Que tipo de poderes? - pregunté intrigado, comenzaba a gustarme la idea de patear el trasero de el idiota de Akibel.

- Como poder estar aquí para empezar- fruncí el seño confundido.

- Siento mucho ser el estúpido ignorante ahora, no te entiendo- la miré extrañado.

- Estás en el más allá por ejemplo- dijo tranquilamente examinando mi reacción.

- En el maldito más allá - mi rostro era todo un poema- pensé llegar lejos, adueñarme de las mejores tierras del planeta, más nunca imaginé llegar tan... lejos- reí en voz baja.

- Pues has llegado lejos, no se si puedas acabar con Akibel pero puede que le des su merecido - sonrió con complicidad.

- ¿Entonces esto no es un sueño? -

- No, estás en un punto neutro-

- ¿Como que un punto neutro? -

- Si, es algo como estar frente a dos puertas, entre la del cielo y la del infierno, por así decirlo, esto es un portal -

- Ya veo, necesito todos los detalles respecto a mis dichosos poderes, ¿crees poder ayudarme en eso? - me miró sería.

- Me temo que no, eso lo descubrirás tú - hice una mueca.

- ¿Entonces podré verte cada noche? - Aún tenía la esperanza de verla, ya teniendo la capacidad de estar en el más allá, puede que al menos pudiera verla de alguna manera, ésta parecía perfecta.

- Cada que me necesites- dijo sonriendo.

- Vendré seguido entonces- esbozé una amplia sonrisa.

- Te hubiese encantado mi sazón en la cocina, era muy buena- dijo jugando con aquella rosa.

- No lo dudo, es una pena que no estés viva- dije recostandome sobre el verde césped.

- Una pena- imitó mi acción y admiramos el cielo azul que tenía unas bellas estrellas, era extraño por ser de día, aunque pensándolo bien la vista era maravillosa, estrellas por todos lados.

- ¿Me dirás entonces que demonios sucedió con Akibel? - pregunté curioso.

- En resumen, mi tatarabuela me prometió a él antes de nacer - dijo tranquila.

- Con que fin- algo me decía que lo que escucharía no sería nada grato.

- Con el fin de ayudarle con la maldición hacia Lilith- rodó su vista hacia mi, a su rostro lo acariciaba con suavidad el césped haviendo un bello contraste entre su piel, sus ojos y el césped verde.

- Esa tatarabuela tuya es una perra- dije frunciendo el ceño.

- Que halagador de tu parte-

- No me agradezcas- sonreí sarcástico.

- ¿Por eso te buscaba? Aún no entiendo como no te encontró antes-

- Así es, estuve huyendo muchos siglos, por alguna extraña razón él no había ido por mi, no entiendo cuál pero, al menos me dejó disfrutarlos a ustedes, así que morí agradecida con él - sonrió y tomó mi mano, volteé mi rostro conectando nuestras miradas.

- Tú le das gracias a medio mundo aunque no lo merezcan- susurré.

- ¿Cómo? - Genial no escuchó, mejor para mi.

- Que le harás falta a Johann - mentí.

- Él está bien, lo superará - dijo segura, aunque yo tenía mis dudas.

- Es tan apasionado que puedo pensar en que tal vez te seguiría hasta la muerte por ese amor que te profesa- dije regresando mi vista al azul y estrellado cielo.

- No te dejaría solo- aseguró.

- No asegures algo que no sabrás que cumplirá, el amor que te tiene es más grande que la lealtad que me tiene a mi, eres su vida, y cuando alguien no tiene vida, no tiene nada- dije regresando mi rostro para volver a aquel contacto.

- Bien, dudo que lo haga- dijo sonriente.

- La vida es una mierda entonces - dije soltando un suspiro cargado de rencor hacia la vida propia.

- ¿Porqué lo dices? - preguntó Irina sentándose de nuevo en el césped.

- ¿No lo vez? -Negó - A ti te prometieron a un demonio y a mi me arrebataron la muerte. Nadie nunca se acercó a preguntarnos que queríamos, que decepción, esperaba más de la vida- dije frustrado.

- No es tan malo- acarició mi rodilla izquuerda con su mano derecha.

- No, ¿pudo ser peor? -

- No me refiero a eso, piensa en esto, de no haber sido de aquella manera no existiríamos, tú al caer de aquel árbol y por decisión de un ser maldito estás aquí ahora, gracias a eso tenemos a Johann, si no hubieses sido vampiro no me hubiese acercado a ti, no te hubiese conocido, no hubiesen matado a Johann, no tendrías nada, ni a nadie, ahora nos tienes a nosotros- sonrió.

- Johann y tu son igual de cursis, tal para cuál - dije sonriendo y negando.

- Como digas señor amargado hasta el tuétano - dijo en tono de burla.

- Me alegra volver a verte, al menos podré verte de vez en cuando- sonreí.

- Vez, te vez más guapo sonriendo que con esa mueca tan horrible que haces cuando te enojas- dijo imitando mi supuesta mueca.

- A las chicas les fascina- sonreí con maldad.

- Tanto que tienes cien esposas- Irina reía a todo pulmón.

- Muy graciosa, tan graciosa que tienes excremento de mosca en la cara- dije serio apuntando su rostro.

- ¿Dónde? - preguntó asustada.

- Ahhh perdón, eran tus pecas- reí e Irina golpeó mi estómago tratando de lastimarme sin éxito.

- Eres un idiota- sonreí - Con excremento de mosca en la cara, pero así me amas- dijo ególatra.

- Por desgracia si- sonreí, escuché a alguien susurrar mi nombre- Alguien me llama.- dije confundido.

- Es Johann, al parecer volvio- dijo sonriente.

- Amo tu sonrisa- dije mirándola de nuevo.

- Y yo soy la cursi- dijo Irina riendo.

- No soy cursi, te estoy haciendo un cumplido, no confundas mi educación y buenos modales con lo que tu y Johann producen- hice una mueca de asco total.

- Como digas, ve con Johann, te necesita - dijo poniéndose de pie.

- El día que nadie me necesite no tendré razón de existir, siempre salvando traseros ajenos - dije imitando la acción de Irina. -¿Cómo salgo de aquí? - pregunté era ignorante en este aspecto.

- Piensa en despertar y cuando quieras volver imagínate este lugar- dijo sonriente- Cuida de Johann, ayudalo a superar esta etapa- se encogió en hombros y me abrazó dejándome petrificado ante el contacto, un par de segundos después, correspondí el abrazo apretandola con delicadeza, pegándole pegándole mi cuerpo y respirando su bello olor a canela que me embriagaba de una manera sorprendente.

- Te veré pronto- dije besando su cabello.

- Cuídate y cuida de él - sonrió.

- Cuidaré de él como cuidaría de ti- sonreí.

- ¿Florian? - preguntó Johann sacándome del sueño, o mejor dicho sacándome de aquel portal extraño.

- ¿Qué pasa? - pregunté somnoliento.

- ¿Donde quedaron los restos de Irina? - preguntó con pesar, aún no aceptaba la idea de perderla, examiné la cama para entregarle los restos de su amada pero ni encontré nada. 

- Estaban conmigo hace un minuto- comencé a buscar.

- ¡Los perdiste! - aseguró Johann.

- No, no están perdidos, estaban conmigo hace un segundo- dije preocupado, levanté la vista y los encontré, estaban frente al tocador de mi habitación.

- ¿Donde demonios tienes la cabeza? - dijo Johann furioso.

- No tienes porqué hablarme así, están allí - apunté al tocador y su mirada se suavizó, después de unos segundos sus ojos volvieron a ponerse cristalinos, Johann volvería a llorar.

Me puse de pie, Johann no tenía el valor de acercarse a la urna, fui hasta donde se encontraba la urna, la tomé en mis manos y me pare frente a él.

- Esto es para ti, le puse un par de detalles pero dejé el epitafio para que tú agregues lo que desees sobre la urna- coloqué la urna en sus manos, el la acarició con ternura y rompió en llanto. -Ven- lo tomé de los hombros, me dolía tanto verlo así - pongamos esto en su habitación, es más, llevemoslo con algunas velas, tal vez no te haga sentir mejor pero puedes tener su cuarto como santuario para cuando quieras un tiepo a solas, con ella- agregué, no era bueno para darle ánimos a nadie, yo no me caracterizaba por eso, más sin embargo, no podía dejar a mi amigo quebrantarse de esta forma, me dolía verlo así. Caminamos hasta llegar a la habitación de Irina, con pesar abrimos la puerta, todo estaba tal cual ella lo había dejado, algunas muñecas de porcelana en una estantería, libros y conjuros en una librería, todo perfectamente limpio, con su olor aún impregnado, un nudo se formó de nuevo en mi estómago, pasamos y colocamos sus restos sobre una repisa vacía que se encontraba ahí, encendíun par de velas y las coloqué sobre la repisa, traje también unas flores coloridas y las puse en un florero con ahí detrás de la urna, todo era simple pero hermoso, a ella le encantaría, apostaría lo que fuese ppr que Irina estaba viendo esto.

- Gracias- dijo Johan secando un par de lágrimas que caían por sus mejillas.

- No hay de que, me tendrás siempre- dije palmeando su hombro para reconfortarlo.

- Siempre quise tener un hermano como tú - ambos sonreimos.

- Lo seré siempre que tú me lo permitas-

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