Capítulo 18

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Estaba en mi habitación, había colocado el polvo en el que Irina se había convertido en una urna hecha de plata, la tenía a mi lado, estaba concentrado en mil recuerdos, en aquellos que permanecerían siempre conmigo, con la mirada perdida en algun punto muerto del techo, observando todo y nada, ahora me sentía extrañamente vacio, incompleto, un vacío que no llenaba con nada, no había bebido sangre y tampoco quería alimentarme con comida humana, suspiré con cansancio, miré de nuevo la urna, no tenía ningún grabado, era totalmente lisa.

- Te extrañaré... -Susurré anhelando tenerla de nuevo en casa, sin importarme si quiera que estuviese a lado de Johann, sólo quería verla de nuevo, sentir el olor a canela que desprendía su piel al pasar, ver aquellos ojos mielosos con su antifaz que me incitaban no dejar de observarlos, mirar aquella dulce sonrisa cada que molestaba a Johann, ver quellas mejillas que se ruborizaban cuando la miraba sin parar, escuchar su dulce voz, sentirla cerca, ansiaba verla, más eso era imposible ahora. - ¿Sabes? Tenía planeado hacerte cocinar para mí con este privilegio que ahora nos otorgaste, ya sé que sería abusivo de mi parte, pero quería probar algo hecho por ti, es una pena que ya no estés, me harás falta- sonreí al imaginarla en la cocina preparando algo de comida para Johann y para mi, si, estaba demente, comenzaba a enloquecer pues ahora estaba hablando con una urna de plata llena de polvo, patético de mi parte, pero me servía a no pensar en nada, nada más que en recordar.

- Esto se ve tan simple, tan insípido e insulso que no es digno de ti- miré la urna con desprecio, Suspiré por inercia y con mis uñas comencé a hacer un grabado sobre ella, dibujé una rosa con algunos pétalos callendo de ella, después hice la inscripción de su nombre en letras cursivas en la parte baja de la urna, dejaría el epitafio a elección de Johann, el aún no volvía.

- Dónde carajos estás metido- pregunté al aire, hacía varias horas del deceso de Irina y la huida de Johann y él aún no volvía, sabía que se encontraba con bien pues ambos teníamos un lazo, si a alguno de los dos le sucedía algo el otro lo sentiría al instante, también sentía su tristeza, esa que oprimía su corazón queriendo estallar, a mi me sucedía lo mismo, él sabía como me encontraba y yo sabía exactamente lo mismo de él, lo que el no sabía era que mi tristeza la había enterrado junto a la muerte de mi primer amor, estaba triste si, pero lo oculté con anhelo y recuerdos, dejé la urna de nuevo sobre la cama, llevé mis brazos debajo de mi cabeza, soltando otro suspiro.

- Sólo espero que aprenda a vivir sin ti, que supere tu muerte y vuelva a ser el mismo Johann cursi que conocí, aunque la musa de esos poemas no se encuentre más, espero que encuentre con el tiempo a alguien que lo merezca igual que tú y él se merecían - ahora me daba por hablar con una urna, extraño,  pero me hacía sentir mejor.

Recordándole el sueño me consumió.

Estaba en un bello Prado, la luz del sol alumbraba la vegetación dándole un característico color vivo, el césped se veía bastante verde, miré a mi alrededor y me encontraba sólo, tomé asiento en aquél prado que me regalaba una paz que en mi yacía inexistente, cerré los ojos y respiré profundo, el olor a gardenias inundó mis pulmones y me dejé llevar por aquel aroma.

- Te vez tan tierno- esa voz me sacó de mis pensamientos, abrí los ojos para encontrarla, ahí estaba ella, sentada a mi lado derecho, arrancando un poco de césped jugandolo entre sus manos. - Viéndote así nadie pensaría jamás que eres un vampiro- dijo Irina aún sin mirarme, el aire hacia su cabello flotar en él.

- ¿Tierno? ¿Te parece que lo soy? -

- Ya no pareces aquel idiota al que le gusta molestar a Johann- ignoró mi pregunta.

- ¿Has venido a atormentarme? - pregunté examinando cada centímetro de su esbelta figura.

- Para nada, todo lo contrario, vine a agradecerte- me miró esbozando una bella sonrisa.

Soy un maldito, lo sé.Onde as histórias ganham vida. Descobre agora