Soy un maldito, lo sé.

By Criss_Burton

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La historia relatada desde el punto de vista de un vampiro sádico, uno que tortura a la gente en pleno siglo... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
capítulo 5
Capítulo 6
capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
capítulo 37
Capítulo 38
capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
capítulo 43
capítulo 44
capítulo 45..
capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
capítulo 50
capítulo 51...
capítulo 52
capítulo 53
capítulo 54
capítulo 55.
capítulo 56.
capítulo 57
Capítulo 58
Capítulo 59
Capítulo 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64
Capítulo 65.
Capítulo 66
Capítulo 67
Capítulo 68
Capítulo 69
Capítulo 70

capítulo 11

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By Criss_Burton

Sentado tras la mesa donde yacían mis artefactos de tortura, ahí me encontraba yo, mirando a Johann quien continuaba con aquella sonrisa maliciosa, esa sonrisa macabra que nunca esperé ver en él, su pecho subía y bajaba debido a la adrenalina que aún corría por sus venas hasta llegar a su corazón, su cabellera larga se hallaba despeinada.

Me acerqué al cadáver de Melody Graham para levantar del gélido suelo mi cuchilla amputa lenguas, mi Zarpa de Gato y mis látigos de cadena, Johann parecía demasiado concentrado en su gozo que ni siquiera me prestó atención.
Sin despegar mi vista de el volví a tomar asiento, tomé un poco de agua para verter sobre mis utensilios, pasaba mis dedos sobre las cuchillas, quité algunos coágulos de sangre y después tomé un poco de aceite de olivo, en un viejo trapo vertí un poco del aceite y comencé a limpiar con énfasis las cuchillas, las pulía lentamente para evitar que estas se vieran afectadas por la oxidación y la sangre que no podía permanecer mucho tiempo en ellas apresurado su desgaste y deterioro, terminé con ellas y las coloqué en su lugar y posición habitual, despues tomé ahora la Zarpa de Gato y repetí el proceso, quitando tiras de piel y músculo de la víctima, repetí el procedimiento con mis látigos de igual manera, ésto me habría llevado tres cuartos de hora y Johann seguía extasiado, sumergido en aquel transe placentero.

- ¿Lo haz disfrutado cierto? - lo miré impaciente esperando respuestas, necesitaba y ansiaba su opinión al respecto, aunque sabía que si había gozado torturar a Melody una necesidad de escuchar de su propia boca que así había sido me había consumido, la curiosidad y ego me atacaron sin piedad haciéndome hacer preguntas irracionales, necesitaba oírlo de Johann, de aquel Johann que ahora percibían mis ojos, uno tan distinto a aquel romántico empedernido que escribía poemas de amor a mujeres, si, ese que horas antes me había suplicado que no le hiciera daño alguno al cadáver al cual ahora rodeaba observándolo curioso.

Rodeó a la chica sorprendido, ladeaba la cabeza sorprendido de si mismo al verse envuelto en esta tortura, miraba aquel cadaber que yacía colgado de los brazos y callendo de rodillas en el suelo, con la cabeza gacha y la vista muerta, tan muerta como la de Johann.

- ¡Johann! No me hagas perder la paciencia - repetí para advirtiendo mientras pulía las estrellas de mis látigos, que más que látigos tenían la apariencia más a un arma de guerra que a un objeto de torturas.

- Si... Extrañamente disfruté de privarla de la vida- dijo sin borrar aquella sonrisa.

- Veo que por fín heredáste algo mío - miré sus ojos cafés para hacer esa conexión, que ahora se volvía más fuerte, ambos nos miramos un par de minutos en silencio mientras yo continuaba con mi labor.

- ¿Qué hace con aquel trapo?- preguntó acercándose a la mesa, rompiendo el silencio en el calabozo.

- Limpio mis juguetes para que no se dañen y su duración sea tan larga como sea posible- dije con seriedad. - ¿Quieres aprender? -Johann asintió y me observó.
- Para comenzar hay que quitar todo tipo de coágulos o carne que se encuentre en ellos, tomas un balde de agua y los limpias minuciosamente, después de ello te aseguras de secar cada parte de mis tesoros, con éste trapo los pulo, tomo una pequeña cantidad de aceite de olivo preparado por Irina y los limpio con lentitud, hasta que se sientan suaves como el pétalo de una rosa y poco a poco los dejarás impecables, después de eso, los pongo en su lugar y acomodo tal cual los tomé para después taparlo con ésta tela, así los cubro del polvo y humedad que se encuentran aqui- dije colocando ahora mis látigos en la mesa para después cubrirlos con la suave tela que los protegía del polvo.

- ¿Entonces el aceite lo prepara Irina? - asentí.- ¿Porqué usted se hace cargo de limpiarlos y no la servidumbre? - parecia curioso.

- Nunca le confiaría nada de esto a la servidumbre, a ningún humano, son objetos preciados para mi- hizo una mueca, parecía entender lo que había dicho. - A demás, son demasiado impertinentes y pueden abrir la boca, decir lo que soy, estas tareas prefiero hacerlas personalmente, ya que el calabozo lo diseñaste exclusivamente para no dejar escapar alaridos, nadie sabe lo que sucede aquí - Miré a Johann quien estaba repleto de trozos de carne, quité un poco de ellos tirándolos al suelo, el simplemente dejó que yo lo hiciera, volví a mirarlo sacudiéndo un poco su traje para después salir del calabozo dejando el cadaver de Melody aún sujeto a la pared, cerré la espesa puerta de madera, coloqué su cadena gruesa y un gigante candado para evitar que el acercamiento de un humano curioso.

- ¿Entonces por eso insistió en cambiar algunos materiales para esta parte del Castillo? - recordó aquel momento en que lo presioné a cambiar materiales y esmerarse en esta parte del Castillo sin dejar hueco alguno en la pared.

- Así es, pero eras tan tú que noté negaste, ahora ambos disfrutamos de tu creación y hermoso trabajo, por algo te pagué el triple- borré toda duda en su cabeza- Cuando hagamos este tipo de cosas, siempre será a puerta cerrada, asegurate de ello- dije aclarando el punto mientras subiamos las escaleras del calabozo para llegar a otra puerta que nos llevaba directamente a mi Estudio.

- Está bien- dijo sonriente, algo en el ahora había cambiado.

- Es hora de descansar, por la noche que la servidumbre duerma, le dirás a Irina que se encargue de los restos, ella ya tiene instrucciones- me senté sobre la cómoda silla para pensar un poco.

- Si, como usted ordene señor- dijo sonriente parado detrás del escritorio, con ese brillo extraño en sus ojos.

- Ahora ve a dormir- le ordené.

- Que descanse señor- no respondí, me mantuve en silencio, escuché la puerta abrir y cerrarse, Johann ya no se encontraba dentro, lo cual agradecí, necesitaba un momento de reflexión, cerré los ojos relatando un poco mi cuerpo, moví un poco los hombros buscando comodidad, al no encontrarla decidí ir a mi habitación, caminé hasta ella atravesando la sala de estar, subí las escaleras y recorrí pasillos hasta llegar a mi habitación, abrí la puerta cerrándola al entrar, me acerqué a mi cama y me dejé caer sobre ella, estaba mirando el techo, las cortinas traducidas hacían la combinación perfecta, cerré los ojos entregándome a morfeo.

AÑOS DESPUÉS...

Los años habían transcurrido normales, nadie había encontrado a la noble, Irina se había encargado de eso, no sin antes desmayarse por ver el estado del cuerpo de la mujer, habían venido a interrogar a todos los del Castillo, a Johann lo señalaron como sospechoso, pero su sospecha no duró mucho ya que Elis la ama de llaves declaró que Johann estaba enfermo y estábamos cuidándolo, eso había explicado a los Graham la palidés de Johann y su ausencia en todo tipo de tratos con ellos, tambien explicaba aquel cambio en su aspecto muerto, después de exagerados interrogatorios se dieron por vencidos, y decidieron buscar en otro lugar, habian inspeccionado cada rincon del castillo, sin llegar claro a mi puerta al los calabozos que yacía oculta por un enorme espejo, Irina se había enfadado con nosotros al haber asesinado a una noble, nos cuestionó un sinfin de vecesa lo cual decidimos ignorarla, Irina no tendría remedio, aunque debo aceptar que con el transcurso de nuestros primeros siglos Irina se iba adaptando a nuestro ritmo de vida, cada dia soportaba mas nuestra vida llena de sangre, torturas y sadismo, por otra parte nos mudabamos de ciudad constantemente para no levantar sospechas sobre nuestra juventud, esto sin salir de Bélgica, conocíamos cada rincón del país a la perfección, habíamos salido un par de veces a Alemania, otras a Francia para despejar nuestra mente de lo que ya conocíamos, sobre Johann debo decir que me había ayudado a torturar a cientos de almas, a algunas por robo, otras por servirnos y traicionarnos compartiendo información nuestra con los nobles, y otras tantas que no recuerdo bien el porqué y no mi importaba en realidad. Ésa era nuestra vida, aunque a Johann no se le quitaba lo romántico, era un sádico si, pero también seguía rodeado de cursilería que era lo que lo hacía distinto a mi, algo que balanceaba mi eternidad de una manera excepcional.

Ahora habíamos regresado a Malmedy, a nuestro castillo, a donde todo comenzó, estábamos ya en el año 1828, después de nuestros primeros quinientos años, habíamos tomado experiencia, seguíamos siendo despiadados, Irina seguía igual de bella que antes, inclusive su belleza ahora se acentuada más debido a los maquillajes que ya existían, cuando salía y se maquillaba se veía exquisita.

- Había extrañado tanto estar aquí - Dijo Irina, inhaló una gran bocanada de olor a humedad y cerrado, el Castillo seguía tal cual, los muebles estaban algo rotos pero cubiertos con sabanas para que no se deteriorasen mas, aunque dudé que eso fuera posible, pero se podían cambiar, habiamos hecho una fortuna, Irina había estudiado un poco la medicina, al ser bruja tenía sus ventajas, Johann pasaba sus ratos libres pintando cuadros preciosos y escribiendo poemas de amor, aunque me lo ocultaba, debido a la primera vez que le dije cursi.

- Creo que todos Irina- dijo Johann quien bajó el poco equipaje que llevaba, ahora nuestros atuendos eran más simples y cómodos, algo que tenía que agradecerle al tiempo, podía ponerme diferentes atuendos y todos ellos eran cómodos, todo un atuendo neoclásico que nos asentuaba bastante bien, Irina por su parte usaba unos vestidos hermosos y simples, ninguno ostentoso, ajustados del busto y sueltos desde el término se estos con una pequeña cola que arrastraba.

- Irina, encargate de contratar personal de servicio, para que limpien un poco- ella asintió.

- Claro que si Florian- dijo tranquilamente para dirigirá a la puerta y dirigirse al pueblo para buscar a unas buenas empleadas.

- ¿Ya te has acostumbrado a que te tutéen? - preguntó Johann quien me siguió hasta mi viejo estudio.

- No veo el porqué no, ustedes ya saben que hacer, a solas pueden hacerlo sin problema, frente a la servidumbre o habitantes tratenme de usted- aclaré aquel punto que había hablado con ellos en algún momento.

- Perfecto Florian, no dudes de ello- sonrió.

Abrí la puerta del estudio, todo estaba empolvado, hace un siglo que no veníamos, vivíamos diez años en cada pueblo, así regresabamos un siglo después y la generación que nos había visto pasar por aquí estaba muerta y sin pruebas de que fuésemos los mismos de hace un siglo.

Quité la sábana blanca que cubría mi escritorio y mi silla, el polvo salió dispersandose en el aire.

- Ahora Johann necesitamos un bocadillo- suspiré tomando algunos papeles para inspeccionar las nuevas leyes del nuevo Gobierno de Malmedy.

- Irina no tardará en llegar y puedo traer a una sirvienta... - le interrumpí sin despegar mis ojos de aquellas leyes.

- No, me he cansado de que Irina traiga el desayuno, el almuerzo y cena, necesito... otro tipo de tentempié, sabes a lo que me refiero- acomodé mi largo cabello negro el cual acomodaba siempre en una larga trenza, algunos mechones de cabello salían de aquella trenza hasta mi rostro, mi cabello habia crecido de una manera sorprendente, tanto que llegaba hasta mi espalda baja.
- Bien, es cierto, hace menos de 5 dias que no cazamos- hizo una mueca contando mentalmente los dias que habiamos pasado sin cazar.

- Es suficiente, no se como lo soportas, yo extraño jugar, tu sabes- alejé la vista de la documentación que revisaba y me miró conectando su vista con la mia.

- Lo soporto porque me distraigo con mis cuadros, dejó de pensar cuando recién comienzo a pasar el pincel - sonrió, sacó de una envoltura gigante un cuadro enorme, antes de mostrarmelo lo observó una vez más, sonrió al sentirse satisfecho, lo extendió sobre mi escritorio haciendo de lado los documentos con una de sus manos.

- ¿Y ésto? - lo miré sorprendido de su talento, había visto infinidad de cuadros suyos, unos con paisajes hermosos, otros de sus bellas víctimas femeninas al desnudo plasmando su muerte en cada trazo, todo lo que hacía Johann con las pinturas era hermoso, pero este rebasó expectativas, este era mucho más detallado que los otros.

- Un obsequio para ti- sonrió y yo hice una mueca- ¿No te agrada? - dudó.

- Todo lo contrario, me parece muy bello y no es porque sea yo la inspiración del mismo- miré sorprendido de nuevo pasando mis la yema de mis dedos sobre la pintura seca, la cual tenía muchos rastros de como había logrado semejante obra.

- Consérvalo, es tuyo- sonrió - Irina acaba de entrar, iré a ver a la servidumbre, daré un par de instrucciones y vengo más tarde para ir a cazar- sonrió de nuevo, sin decir o esperar más simplemente dio media vuelta y desapareció.

Horas más tarde.

Caminamos tranquilamente por las calles solitarias de la nueva Malmedy, Johann llevaba puesto un traje comos azul-grisáceo opaco, yo usaba un traje verde oscuro con encaje dorado en el borde de la chaqueta y muñequeras.

Recorrimos las calles sin éxito por varios minutos en silencio, hasta que vimos a dos mujeres extrañas caminando con sus vestidos pomposos, nos acercamos lentamente a ellas dejándolas entre nosotros para después sonreír y seducirlas hasta llevarlas debajo de un puente, en la oscuridad compartimos miradas y sonrisas, riendo con las jóvenes atractivas.

Besé a la chica tomando su cuello con mi mano izquierda, con la derecha la atrape de su cintura hasta quedar lo suficientemente cerca para respirar de su escénica, Johann estaba entretenido con la chica que reía, lo sabía, su método de seducción eran aquellas cursilerías que escribía, así le gustaba comer y respetaba su manera de degustar la sangre, baje mis labios hasta el cuello de la chica haciéndola gemir, Johann no despegaba su vista de la mia sin soltar el rostro de su víctima ya que quería observar lo que yo hacía a su compañera, después de unos segundos la tomé con fuerza y clave mis colmillos en su cálida y suave carne para sacear mi sed, tomé a la chica que murió en mis brazos y sonreí a Johann para hacerle saber que había terminado, el sin perder tiempo hizo lo suyo mientras yo esperaba observando en la penumbra a mi fiel compañero, que como todo hombre, correcto y caballeroso que era, dejó el cadáver de su víctima en el suelo acomodándolo como si de un manjar se tratase.

Disculpen la tardanza, estaba editando entre otras cosas, pero acá lo tienen, la imagen que dejo es de los trajes que se usaban en aquel entonces.. Saludos a todos y que tengan una hermosa noche o mañana... Saludos mexicanos.

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