CAPITULO LXVII

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Tana había sido llevada junto con el cadáver de su padre a una de las salas de la morgue. Le habían estado interrogando, pero ella lo había negado todo, sabía que ahora no tenía a nadie para protegerla y tendría que andar con pies de plomo si quería librarse de esta.

Lo primero sería poder ocuparse del cuerpo de su padre, y después buscar ayuda en la Liga para que la sacaran de allí antes de que alguien se enterase de su estado.

Las puertas de la sala se abrieron, y Tana vio entrar al padre de Kyle, el general Andrew Conrad. No es que tuviera mucha confianza con él, pero le había visto en otras ocasiones y le parecía un hombre correcto y educado, al menos no tenía mucho en común con el padre de Dan.

El general cruzó a largos pasos la sala hasta llegar delante de ella.

—Hola, Tana, permíteme que te de el pésame en primer lugar por la muerte de tu padre. Créeme cuando te digo que lo siento realmente.

Yo le he conocido durante muchos años, y ha sido siempre un hombre ejemplar. Pero no te preocupes, esto no va a quedar así.

Acabo de hablar con el consejo presidencial para informales de las últimas actuaciones del general Grieg, ya que parece haber perdido la razón. Esto no tenía que haber sucedido, él no tenía porque extender una orden de arresto contra Kyle, es absurdo que le acusen de algo como esto, he propuesto que sea destituido, y en estos momentos se está tomando una resolución al respecto.

Tana permanecía en silencio, escuchando lo que el padre de Kyle le decía, tenía que permanecer atenta para saber cual iba a ser su futuro.

—Sabremos su decisión antes de que llegue la noche, y por el entierro no te preocupes, ya me he encargado yo. Tu padre será enterrado como un oficial de la Gobernación. Su expulsión fue debida a otro de los excesos de Grieg. Luego está lo de ese chico, Risk, que nunca debió de torturar y que ahora anda desaparecido. Esto tiene que terminar.

Las puertas volvieron a abrirse, y esta vez Dan y Carla entraron en la sala, Tana corrió a abrazarse a Carla y no pudo evitar el romper a llorar.

—Tranquila, Tana, —Carla no dejaba de acariciarle el pelo— ya estamos aquí y no te dejaremos sola.

* * * * * * * * *

Chris y los demás llegaron a la ciudad antes del anochecer, habían caminado rápido para poder ingresar ese mismo día en la academia.

Estaban agotados y decaídos. La negativa de Risk a volver con ellos les había dolido en la moral.

Cuando se presentaron en administración y estaban dando sus tarjetas, Sonia apareció por el pasillo y corrió para abrazar a Mario.

—¿Cómo estás, Mario? No sabes lo mal que lo he pasado lejos de vosotros dos, sin poder saber como estabais, sin poder veros o hablaros.

Y ante el asombro de todos, Sonia rompió a llorar.

Sonia era la típica mujer soldado, preparadísima y fuerte como una roca. Y no era famosa precisamente por tener buen carácter, pero sus hermanos lo eran todo para ella, eran toda la familia que le quedaba y desde que les adoptara Marco cuando eran pequeños, nunca antes se había separado de ellos.

Mario la abrazó con fuerza. El estar con ella, le hacía sentir su pena más llevadera, le dolía lo de Risk, pero al menos Sonia estaba bien y a su lado.

—Estoy bien, Sonia, de verdad, y Risk también lo está, acabamos de estar con él.

Sonia se apartó para mirar a su hermano a los ojos, dejó de llorar, pero no preguntó nada, sabía que era mejor que no hablaran de ciertos temas sin tener asegurada la protección.

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