CAPITULO III

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Luna acababa de terminar su guardia en el hospital y se dirigía a la recepción para entregar su parte antes de marcharse, tomó los últimos apuntes en su agenda electrónica y se despidió de la enfermera para ir a cambiarse, sin poder dejar de pensar en el momento en que viera de nuevo a Risk.

Había tenido guardia después de su turno y no habían podido comer juntos como solían hacer, ya que él también había estado ocupado.

Se miró en el espejo del ascensor, pasándose la mano sobre el lateral de su cabeza, intentando mantener sujetos en su cola algunos mechones de pelo que se resistían a continuar allí.

Se sonrió al pensar en lo mucho que le gustaba su pelo a Risk, y en como disfrutaba acariciándolo cuando ella soltaba su coleta.

Salió a la calle para comprobar que todavía no había comenzado a amanecer, metió las manos en los bolsillos de su abrigo agradecida de que le cubriera el cuerpo en su mayor parte. Recorrió las paredes exteriores del hospital con la mirada en su busca, se detuvo a contemplarle mientras él parecía absorto en sus pensamientos.

Ya llevaban juntos un par de meses, desde que él y sus hermanos, Mario y Sonia, llegaran a la ciudad con una misión de la Liga en la que falleció Marco, jefe del grupo y además su padre, o, mejor dicho, el hombre que les había criado como propios, pero a pesar de haberse visto casi a diario desde entonces, Luna no podía dejar de sentirse perturbada cada vez que le veía.

Risk estaba recostado contra la pared de la fachada del hospital, esperandola.

Había colocado una de sus botas militares contra la pared para apoyarse más cómodamente mientras la esperaba.

Su cabeza inclinada hacia abajo, con su pelo corto y revuelto de una forma que parecía casual, y que bajo la tenue luz de las farolas a penas podía discernirse su color cobrizo.

Su cuerpo delgado cubierto por aquel abrigo largo de cuero que le colgaba abierto a ambos lados.

Luna se le acercó despacio, pero antes de que pudiera llegar a su lado, Risk levantó la cara hacia ella mostrándole una enorme sonrisa a la que Luna no tuvo más remedio que corresponder.

Se acercó hasta ella y la agarró por la cintura atrayéndola hacia si. Ambos se miraron a los ojos por unos segundos, intentando adivinar que era lo que les había ocurrido en el tiempo que habían estado separados.

Luego Risk se inclinó y la besó suavemente en los labios.

—¿Te encuentras bien? –le preguntó apartándose un poco para poder ver la expresión de su cara.

—Solo estoy un poco cansada, pero nada que una buena ducha y un sueñito no pueda arreglar.

Risk la tomó de la mano, y los dos comenzaron a caminar hasta la casa de Dan.

—Tú también pareces cansado.

Luna intentó descubrir por la expresión de su cara que era lo que le estaba preocupando, pues eso era algo que a ella le resultaba fácil de descubrir, pero Risk mantuvo su rostro inclinado hacia el suelo, queriendo aparentar estar más calmado de lo que estaba.

—Sí, en cierto modo, hemos tenido... bueno, ya sabes.

Risk no especificó más, pero Luna sabía a que se estaba refiriendo.

Se refería a una reunión de la Liga, pero eso era algo que no podían decir por la calle, nadie tenía que poder probar que ellos eran miembros de la Liga, de lo contrario serían detenidos y encarcelados.

Luna decidió esperar a estar en un lugar seguro para preguntarle. Su casa o, mejor dicho, la casa de Dan, estaba equipada con todo tipo de sistemas de seguridad, allí podrían hablar tranquilamente.

—Espero que hoy te quedes a dormir.

Risk se volvió a mirarla y le sonrió.

—Lo tomaré como una invitación, de todos modos, a estas alturas, tus padres deben de estar más que acostumbrados a ver mi cara en el desayuno.

—Sabes que no les molesta, al contrario, prefieren que sea así.

Risk sonrió, sabía que Luna decía la verdad. Desde que llegó con su grupo a la ciudad, Dan les había ayudado en todo, y le trataba como a alguien de su familia, además de haberse convertido en el jefe de su grupo. Agarró a Luna con más fuerza y apretó el paso.

Tenía ganas de estar con ella, pero al mismo tiempo, sabía que en cuanto estuvieran a solas, comenzaría el interrogatorio.

No es que a él le molestara ponerla al día de todo lo que estaba sucediendo, además de ser prácticamente una obligación, ya que ella era parte del grupo, pero estaba seguro de que se iba a preocupar y mucho, cuando descubriera que el nombre de sus amigos estaba en la lista que había traído Carley.

Cuando llegaron a casa de Dan, fueron hasta el dormitorio sin dejar de besarse. Se despidieron en la puerta del dormitorio, mientras cada uno iba a darse una ducha.

Minutos después, Luna sintió deslizarse el cuerpo desnudo de Risk bajo sus sábanas, la agarró por la cintura y la estrechó contra su pecho mientras le besaba el pelo, que ahora caía en forma de abanico sobre la almohada.

Luna se revolvió entre sus brazos para quedar uno enfrente del otro.

Había dejado los cristales a medio oscurecer, para que ambos pudieran contemplar como amanecía sobre la ciudad, esto era algo que a los dos les gustaba.

Tenía curiosidad por saber que era lo que había pasado en la reunión, pero se sentía tan cansada, y en sus brazos, tan cómoda, que decidió dejarlo para otro momento.

Se abrazó a su pecho mientras él la rodeaba con sus brazos, y se quedó dormida.

Risk a penas podía conciliar el sueño. Los nombres de sus amigos en aquella lista le preocupaban, sabía que la Liga tomaría cartas en el asunto, pero, de todos modos, ellos serían llevados a ese campamento y una vez allí nadie podía asegurarles que pudieran estar a salvo de la Gobernación y sus experimentos.

Chris era un buen tipo, y dejando a un lado el hecho de que estaba enamorado de Luna, y de que ella sentía un considerable afecto por él, no se merecía correr esa suerte.

Ya había pasado bastante cuando alguien les infectó con el virus a propósito para estudiar sus reacciones. Y al parecer, la cosa iba a continuar.

Lenox les había asegurado que estarían protegidos en todo momento, y que su misión allí sería la de investigar y proteger al resto de los ciudadanos del campamento. Además, contaban con la presencia de la doctora Carley Kappellhoff, que, ignorando los deseos de su padre de mantenerse apartada de la Gobernación y sus maquinaciones, había mantenido oculta a su padre, su preparación académica.

El pobre hombre, había muerto creyendo que era una simple maestra de escuela. Y ahora ella iba a llevar a cabo aquello para lo que se había preparado durante tanto tiempo.

Pero lo que más le perturbaba, era la cara de Mario, cuando se había enterado de que Elena tendría que marcharse al campamento. La desesperación que vio en sus ojos, era algo que le impedía conciliar el sueño.

Suponía que, en esos momentos, su hermano ya le habría informado a Elena y a su grupo de que sus nombres estaban en la lista.

Sentía un enorme deseo de poder ayudarles de algún modo para que no tuvieran que marcharse.

La luz del amanecer comenzaba a filtrarse a través de los cristales de la ventana, y pensando en todo aquello, se quedó dormido.

AMANECEWhere stories live. Discover now