CAPITULO LVIII

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Mario estaba cansado de discutir, los entrenamientos de hoy le habían terminado de agotar, y tendría que esperar hasta la noche para poder discutir sobre el tema cuando Chris estuviera con ellos.

Se metió en su dormitorio y se tumbó en la cama con la ropa puesta, Elena había salido con su hermano en busca de Chris, él solía pasar la tarde en la oficina del campamento junto con Lena, redactando los informes sobre los internos, y haciendo de espía entre las mentes de todo el personal que no pertenecía a la Liga.

Un minuto más tarde estaba profundamente dormido, o al menos eso fue lo que le pareció.

Estaba en una especie de recinto donde se celebraban espectáculos. ¿O no?

No eran espectáculos lo que se estaban realizando allí, eran peleas.

La gente se agolpaba alrededor de la tarima, donde dos hombres se enfrentaban golpeándose y esquivándose como si su vida dependiera de ello.

En la parte superior del recinto había una especie de tribuna, decorada con cortinas caras y sillones tapizados a juego. Unas chicas con vestidos de diseño muy ajustados, atendían a las personas que contemplaban la lucha sentados allí.

Uno de ellos no parecía demasiado satisfecho con el espectáculo, tenía los ojos pequeños y azules y ligeramente inclinados hacia abajo la nariz era recta y los labios bien definidos, aunque no demasiado gruesos, llevaba barba de dos días, pero vestía de traje de etiqueta, y desprendía poder y dinero. Tenía el pelo corto y castaño y lo peinaba con raya, mientras que su flequillo quedaba hacia un lado mostrando una ondulación. A su lado, en pie, había un hombre con la cabeza rapada y también lucía barba de dos días, permanecía serio, y era alto y delgado, y tenía el aspecto de ser un guardaespaldas. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho y llevaba puesta una camisa de manga corta azul marino y unos pantalones negros. En uno de sus brazos Mario vio el mismo tatuaje que había visto tantas veces en su hermano Risk.

Tras estos dos y recostado contra el respaldo de uno de estos sillones de forma despreocupada, había un tercer hombre de apariencia muy refinada, con el pelo castaño y largo hasta la nuca, llevaba puesta una camisa blanca bajo una americana de color azul marino y unos pantalones vaqueros, llevaba perilla y bigote y no parecía prestar demasiada atención a la pelea, simplemente se dedicaba a beber de un vaso que le había pedido a una de las chicas mientras colgaba una pierna por encima del reposabrazos del sillón, mostrando sus botines de piel negros.

El primero se levantó del asiento y se dispuso a abandonar la tribuna, como dando por sentado el resultado de la pelea.

Mario se fijó en los dos hombres que estaban en el cuadrilátero otra vez, uno de ellos se estaba dejando golpear por el otro, y no parecía querer defenderse. Al final el árbitro les separó. Dejando en el suelo a uno de ellos, semiinconsciente y alzando el brazo del otro en señal de triunfo.

Mario sintió como le dolían las tripas cuando su mirada descubrió que el hombre tendido en el suelo era Risk.

Se incorporó de la cama gritando y con la camisa empapada por el sudor.

¿Qué era lo que le había pasado? No podía comprenderlo. Pero estaba seguro de que tenía que ver con lo que le estaba pasando a su hermano.

Salió del dormitorio y se metió en el pequeño baño, abrió el grifo del lavabo y se mojó la cara para despejarse. Tomó la toalla del toallero y se secó con el pensamiento todavía lejos de allí, en aquella pelea.

Se pasó las manos por el pelo y salió corriendo de la vivienda para ir en busca de Chris.

Eric estaba sentado en la mesa de oficina en la que Lena y Chris estaban terminando de preparar el informe del día, Elena había ido en busca de unos bocadillos para todos, antes de poder tener la reunión con Mario para intentar convencerle de que se tomara las cosas con más calma.

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