CAPITULO IX

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Hector Grieg miraba a través de la ventana de su despacho hacia los edificios de la ciudad. Mantenía las manos cruzadas a la espalda, mientras le daba vueltas a la última resolución que había tomado.

Después de el fracaso que supuso para él el intento de hacerse con los resultados de las investigaciones del doctor Kappelhoff y tras la coacción ante la que había tenido que ceder por causa de unas grabaciones en las que se vio implicado, el general había perdido bastante de su credibilidad además de su influencia.

Ahora eran muchos de los centrales los que habían perdido su confianza en él, e incluso algunos de los altos cargos de la Gobernación habían comenzado a mantener cierta distancia con los asuntos que le incumbían.

Pero no era la primera vez que había tenido que luchar contra algo como aquello, y no estaba dispuesto a dejarse vencer.

El puesto de la presidencia le pertenecía, y no estaba dispuesto a cederlo después de tanto como le había costado conseguirlo.

Además, tenía un as en la manga. Ahora que tenía una estupenda relación con el presidente de la ciudad en donde habían instalado el campamento, estaba dispuesto a atar algunos cabos sueltos para siempre.

Los resultados de las pruebas estaban siendo esperanzadores. Los nuevos soldados, no solo resultaban más fuertes y resistentes, si no que también habían desarrollado algunas cualidades que hasta ahora habrían sido impensables para cualquiera.

El nuevo ejército estaba resultando todo un éxito del que él solo podía vanagloriarse, ya que de él había partido la idea de formarlo.

Y antes de poder comenzar con el proyecto de la Gobernación en la A.C. tenía que vengarse de Dan.

Ese maldito bastardo, ya le había dado demasiados quebraderos de cabeza durante toda su vida. Ahora era el momento de ponerle fin. Y él sabía como estrechar el cerco a su alrededor, solo tenía que golpearle en su punto más débil, y ese era sin lugar a dudas las personas a las que protegía.

Grieg tenía a su disposición toda la información acerca de las actividades extraoficiales de su hijo, había constituido un grupo especial de vigilancia solo para él.

Hacía tiempo que había perdido la esperanza de poder atraerle hacia los centrales, y aunque Dan parecía mantenerse al margen de la política, él sospechaba que podría ser uno de los militantes de la Liga. Después de todo, su misma madre lo era, y como dice el dicho "de tal palo, ..."

No es que le hubiera afectado demasiado el hecho de que su propio hijo no siguiera sus mismos pasos, pero hubiera sido un buen apoyo para su carrera. Pero ellos nunca habían tenido una buena relación, Dan había crecido bajo la influencia de su madre, y cuando Héctor pudo al fin acabar con ella, ya era demasiado tarde para recuperar al chico.

De todos modos, había valido la pena. Ella le había dado la posición necesaria para prosperar en su carrera, y Dan aunque no fuera de su agrado, tenía que reconocer que había resultado una persona inteligente y eficiente en su trabajo, y esto siempre le daba prestigio, aunque no era un secreto para nadie que la relación entre ambos no era buena.

Unos suaves golpes en la puerta del despacho le sacaron de sus pensamientos.

—Adelante.

La puerta se abrió y un joven se presentó frente a él saludando.

—Todo listo, general Grieg.

—¿Han mandado la orden a casa de mi hijo como les ordené?

—Si, mi general, todo se ha hecho según lo previsto.

—Estupendo, —el general dio una palmada juntando sus manos y luego se las frotó— entonces no nos queda más que esperar.

AMANECEWhere stories live. Discover now