CAPITULO XXXVI

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Salió muy enfadado caminando sin pensar a donde iba, cuando se dio cuenta estaba delante del hospital, tenía que intentar mandarle un mensaje a Luna, ella tenía derecho a saber lo que estaba ocurriendo, y la única manera que se le ocurría era la más antigua de todas, una carta.

No podía utilizar un intercomunicador desde allí, no estaban permitidas las comunicaciones para los habitantes del campamento, pero sabía que Carley podría ayudarle a que la carta llegara a su destino.

La puerta de la entrada se deslizó antes de que llegara a subir el pequeño escalón de hormigón que tenía delante, se quedó parado ante la figura de Lena.

No lucía su habitual bata blanca de enfermera, llevaba puesta una camisa negra con las mangas transparentes y que se ajustaba a su preciosa figura, unos jeans y unas botas militares.

Con el pelo suelto, sus ondulados mechones de color marrón caían a ambos lados de su rostro hasta rozar sus pechos.

Chris estuvo a punto de chocar con ella, sus cuerpos prácticamente pegados, aunque la diferencia de altura dejaba la barbilla de Chris apoyada sobre su cabeza. La agarró por los hombros para no perder el equilibrio y se inclinó hacia abajo para mirarle a los ojos.

Unos preciosos ojos color chocolate le miraban con excitación. Él los había visto antes, en otro lugar.

—¡Fuiste tú! —soltó de repente— Tú fuiste quien me ayudo a entrar en la cama aquel día en Sunshine city después del ensayo.

Lena sintió como se le ponían las mejillas coloradas, pero le mantuvo la mirada y asintió.

—¿Por qué nunca me dijiste nada?

—¿Qué querías que te dijera? No tuvo tanta importancia.

—Oh, créeme que, sí la tiene.

Chris sonrió dejando aparecer sus hoyuelos y Lena creyó que él podría escuchar el precipitado palpitar en su pecho desde allí.

— De no ser por tu ayuda no lo hubiera conseguido, estoy seguro de que hubiera dormido en el rellano de la escalera.

Los dos soltaron una carcajada, Chris había cambiado de humor, y Lena era la culpable. Sabía por lo que podía leer en su mente que ella sentía algo por él, algo que Chris no quería calificar porque le asustaba. Pero no podía negar que no le era indiferente.

Lena dio un paso atrás separándose de él y le sonrió.

—Venías al hospital, ¿te ocurre algo?

—Nada que no arregle una buena compañía.

Lena se quedó sin palabras, no podía creer que Chris estuviera coqueteando con ella.

—¿No hay por aquí algún lugar donde tomar un café? –le preguntó inclinándose hacia delante y mirando en todas direcciónes.

—Si, en el hospital hay una pequeña cafetería. –Lena no pudo evitar que le temblara un poco la voz por los nervios.

Chris no estaba seguro de lo que estaba haciendo, pero estaba harto de preocupaciones y problemas, y Lena le hacía sentirse bien, como antes, como si fuera una persona normal.

La siguió al interior del hospital hasta la cafetería.

El lugar era una pequeña sala con las paredes pintadas de blanco y amueblada con muebles de plástico. Tenía una pequeña barra en la que un hombre corpulento de mediana edad estaba sirviendo a algunos médicos y enfermeras. Chris se dio cuenta de que aparte del personal del hospital, allí no había nadie como él.

Detuvo a Lena sujetándola por el brazo cuando ya habían recorrido la mitad de la sala.

—Oye, espera. Aquí no hay más que médicos y enfermeras.

Una sonrisa pícara apareció en la boca de Lena, y le brillaron los ojos de una forma especial. Chris sintió revolotear algo en su interior al mirarla.

—¿Asustado? No te preocupes, Tob no te dirá nada, contigo hará una excepción si yo se lo pido.

Lena siguió en dirección a la barra y Chris se metió las manos en los bolsillos de su pantalón negro, encogiéndose un poco, como si intentara pasar desapercibido. Al menos ninguno de los pensamientos de aquellas personas estaba dirigido a él.

Lena apoyo sus codos sobre la barra y le sonrió al hombre que estaba detrás.

—¡Hola Tob! ¿puedes darme un par de cafés para mi amigo y para mí?

Tob miró detenidamente a Chris y pensó que no era alguien del personal, pero lo pasó por alto.

—Enseguida cariño.

A los dos minutos un par de tazas humeantes estaban sobre la barra.

Lena tomó una y se la ofreció a Chris, luego tomó la otra y le guió hasta una de las mesas que estaban vacías. Los dos se sentaron, uno frente al otro.

—¿Y ahora vas a contarme que era lo que te tenía de mal humor?

Chris decidió contarle lo que estaba pasando a Lena, después de todo quizá ella pudiera ayudarle a contactar con Luna, o incluso a convencer a Risk de que cambiara.

Chris se asombró de ver con que facilidad podía contarle las cosas. Ella no le juzgaba, simplemente le escuchaba esperando poder hacer algo para ayudarles, realmente se preocupaba por ellos, y en especial por él.

En más de una ocasión sintió el calor que emanaba de esos ojos color chocolate cuando se fijaban en los suyos, y sintió una presión en el pecho. No quería admitirlo, pero Lena le gustaba, más de lo que creía, y le importaba lo que pudiera sucederle. Ella siempre estaba dispuesta a ayudar a todos si le era posible. Le recordaba mucho a Luna, pero había algo más en ella. Algo que no había sentido antes ni siquiera con Luna, ellos conectaban.

Lena había conocido bastante de la historia de Chris, no solo por su investigación, sino también por lo que Carley le había contado. Las dos pasaban todo el día juntas trabajando en el hospital, realizando pruebas de todas clases con las muestras que obtenían de aquellas personas, y solían hablar de sus casos, en especial de los que pertenecían a la Liga, como era el caso de Chris.

No era un secreto para Carley que Lena estaba enamorada de él, y ella le había contado todo lo que sabía sobre él y sus hermanos.

Pero que él mismo fuera el que le contara lo que les había ocurrido y todo lo que les estaba ocurriendo significaba mucho para ella.

Al menos sabía que él confiaba en ella. Aunque también que Chris estaba enamorado de Luna.

—Había pensado escribirle una carta a Luna, —le dijo fijando sus ojos en la taza vacía que tenía delante— porque no tengo manera de comunicarme con ella, ni siquiera sé si ella habrá conseguido alguna información sobre nosotros desde que estamos aquí.

—Si quieres, puedo preguntarle a Carley, ella tiene que pasar a diario los informes a Lenox, y me imagino que sabrás de todos ellos.

La mirada turquesa de Chris se fijó en sus ojos marrones y ella sintió como le faltaba la respiración.

—Gracias, sería de gran ayuda.

Chris alargó su mano por encima de la mesa y tomó la de Lena dándole un suave apretón. El corazón de Lena saltó dentro de su pecho, y ella tuvo que sonreír.

Un par de médicos se levantaron en la mesa de al lado para caminar hacia la salida, al pasar al lado de Lena le saludaron con una sonrisa. Chris no apartó su mano de la suya.

—Creo que eres muy popular por aquí.

—Me gustaría pensar que es debido solo a mis méritos y no a ser la hija del presidente Rippy.

—Es cierto, lo había olvidado. –Chris le acarició la mano con sus dedos enguantados— Tendré que llevar cuidado si no quiero terminar en los calabozos.

—Muy gracioso.

Lena se puso en pie para marcharse.

—¿No será por algo que he dicho? –le preguntó al verla dispuesta a marcharse.

—No, solo quiero que me acompañes a ver a Carley, seguro que podemos resolver algo.

AMANECEWhere stories live. Discover now